Читать книгу Retales de sus vidas - David Masobro - Страница 12

Оглавление

10. Si algún día ya no nos recuerdas

¿Acaso olvida una mujer a su niño, sin dolerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas personas se olvidasen, yo jamás te olvidaría (Isaías 49,15)

La semana pasada, cuando mi mujer y yo fuimos a ver a nuestro amigo Juan al hospital psiquiátrico nos llevamos una sorpresa. Juan dijo que no nos conocía… Incluso preguntó nuestros nombres cuando intentamos hacerle memoria de nuestra amistad de casi cuatro años…

Nada… Nada… Y del fondo de esa nada, nació esta carta:

Querido Juan:

Te escribo esta carta por si algún día cuando te vayamos a ver ya no nos recuerdas. Te escribo estas letras por si algún día, la enfermedad cubre todos los rincones de tu mente como una terrible niebla, como una bruma amarga.

Que estas palabras que ahora resbalan de mi pluma como lágrimas sirvan para decirte que un día fuimos amigos. Recuerdo que nos esperabas los sábados por la tarde sentado en un banco del jardín y que te alegrabas de vernos. Un día, incluso saltaste de alegría apenas nos viste entrar en el hospital.

También vienen a mi memoria como viviste la repentina muerte de tu compañero, con el que compartías soledad, alegrías, penas y las pocas monedas que gastabas cada día en bocadillos y algunas chucherías. Recuerdo lo que sufriste por la muerte del que tú llamabas «hermano de hospital». No era de tu familia, pero su presencia sencilla y callada aligeraba en ti la pesadumbre del vivir.

Quisiera volver a rememorar contigo el día en que nos quisiste invitar a palomitas y patatas fritas. Gracias, Juan, por tu generosidad. Compartiste con nosotros lo que tenías para aquel día. Fue para nosotros como vivir la alegría del «banquete del Reino».

No sé si la niebla se retirará un día de tu mente, pero creo que jamás invadirá tu alma. Jesús será, a partir de ahora, tu «hermano de hospital». Dios mismo nos lo dice a todos en el libro del profeta Isaías: «No temas, que yo te he rescatado, te llamé por tu nombre y eres mío. Si cruzas las aguas, yo estoy contigo; si pasas por los ríos, no te hundirás. Si andas sobre brasas, no te quemarás… dado que eres precioso a mis ojos, eres querido, y yo te amo» (cf. Is 43,1-4).

Retales de sus vidas

Подняться наверх