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5. Una familia más grande

Que nadie presuma cuando socorra al pobre, ni diga en su espíritu: yo doy, él recibe; yo lo admito en mi casa, él no tiene techo. Quizá es más lo que tú necesitas. Quizá es justo aquel al que tú acoges, y él necesita pan y tu verdad; él necesita techo y tu cielo; él no tiene dinero y a ti te falta justicia (San Agustín)

Hace unos meses conocí a una mujer especial. Era una mujer mayor, delgada, que tenía el pelo largo y bien cuidado y siempre llevaba un toque justo de maquillaje. Nació en un pueblo de Jaén, de donde vino con su familia cuando era una niña. Había trabajado toda su vida de secretaria en una empresa de ropa y cuando se jubiló se compró un pequeño piso en un barrio de Barcelona en el cual vivía sola, ya que nunca se casó ni tuvo familia.

La conocí en una residencia. Se había roto la cadera en un accidente doméstico y la habían enviado allá hasta que se restableciera. Recuerdo su amabilidad y su sentido común. Siempre tenía algún buen consejo para darme. Le gustaba quedarse sentada en la sala de la residencia viendo la televisión o leyendo un buen libro.

Un día, mientras yo visitaba a otra señora, la vi sentada en la entrada de la residencia. Me dijo con alegría: «Hoy ha venido mi nieto a verme». Yo me sorprendí porque creía que la señora era soltera. Pero esa sorpresa fue pequeña comparada con la que tuve al verla salir con una mujer y un niño de otra raza. Me saludaron todos con alegría y se fueron a pasear. Una señora que había al lado, al ver mi cara de sorpresa, me explicó una historia...

Hace unos años, una pareja decidió emigrar de su país para buscar un futuro mejor en el nuestro, para huir de la miseria y de la violencia. El hombre murió por el camino y ella llegó a Barcelona con el bebé. Encontró trabajo en una empresa de limpieza y fue a vivir justo delante de aquella señora. Aquella mujer, al conocer la situación de la madre y del niño se volcó a ayudarles como si se tratara de su propia familia... Y ahora ellos la venían a ver cada día a la residencia...

El papa Francisco dijo en 2016 en la isla de Lesbos: «Todos somos emigrantes, viajeros de esperanza hacia Ti, que eres nuestra verdadera casa, allí donde toda lágrima será enjugada, donde estaremos en paz y seguros de tu abrazo».

Señor, que no olvide el ejemplo de esta familia y sepa acoger a todo aquel que se acerca a mí con alguna necesidad.

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