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6. Una vida que da vida

Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10,10)

Hace unos días leí una noticia que me sorprendió gratamente. Por desgracia, estamos demasiado acostumbrados a las malas noticias. Los desastres de la guerra, las catástrofes ambientales o los accidentes de tráfico son un buen ejemplo de ello.

Es por esto que me impresionó vivamente leer la noticia de que un hombre había decidido donar uno de sus riñones para salvar la vida a un desconocido. El donante trabajaba de conductor de ambulancia y relataba que durante años había acompañado a enfermos que iban al hospital para someterse al tratamiento de diálisis. El hombre quedó tan impactado de la situación de aquellos pacientes, que decidió dar uno de sus riñones para al menos poder salvar la vida de alguno de ellos. Aquel hombre no buscaba agradecimiento alguno. Al contrario, daba gracias por haber tenido la posibilidad de mejorar la vida de alguna persona; explicaba, además, que lo que más le llenaba de satisfacción era poder ayudar a alguien que lo estuviera pasando mal.

Una de las páginas más bellas del evangelio de Lucas nos habla de una persona similar a nuestro conductor de ambulancia. Jesús está en el templo de Jerusalén y ve a gente rica tirando sus monedas en la sala del tesoro. Sin embargo, la mirada de Jesús se fija especialmente en una viuda pobre que tira dos pequeñas monedas de cobre. Jesús dice: «esta viuda ha tirado más que todos los demás, ya que los ricos han dado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha dado de lo que necesitaba, todo lo que tenía para vivir».

El protagonista de nuestra historia arriesga su propia salud para ayudar a los demás, da de lo que él necesita para vivir. Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ofrecer algo tan valioso a un desconocido es un acto de generosidad a los ojos de Dios.

Este texto de la viuda pobre me ayuda a entender un poco más cómo era la mirada de Jesús. En aquel templo habría mucha gente. Aquella viuda pasaría desapercibida para la mayoría. Jesús, sin embargo, solo se fija en la viuda pobre. Y se fija en ella porque ama especialmente a los más pequeños. Se dice también popularmente: si quieres ser invisible, hazte pobre... Solo el amor hace visible lo invisible.

La generosidad no hace vacaciones. Pidamos a Dios que nos dé su mirada generosa para poder ver entre los que nos rodean a aquel que más nos necesite.

Retales de sus vidas

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