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ASUNTO

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[1] Áfobo, cuando Demóstenes iba a ejercitar contra él las acciones por la tutela, se casó con la hermana de Onétor, que le fue dada por Timócrates, su primer marido, puesto que éste había de tomar una epiclera 1 . Posteriormente Onétor, cuando ya era demandado Áfobo en el proceso por la tutela, mediante la ficción de un divorcio, como prueba el orador, llevó de nuevo junto a sí a su hermana. Una vez que Áfobo fue condenado, como el orador hubiese ido a hacerse cargo de su hacienda y entrara en sus tierras, Onétor lo expulsó violentamente, alegando que los campos eran de su hermana por haber sido estimados en hipoteca 2 con vistas a la restitución de la dote. Por eso promueve Demóstenes [2] contra él un proceso de desposesión, por haber sido expulsado de unos bienes que anteriormente habían sido de Áfobo y ahora eran suyos, pues afirma que Áfobo no ha tomado la dote, sino la mujer sólo, dado que Onétor no quiso dar la dote porque veía que Áfobo y su hacienda corrían riesgos. Hoy, dice, el divorcio es pura ficción, y por unas cantidades que no ha recibido Áfobo el campo ha sido estimado en hipoteca para despojarme de lo mío. El término exoúlē es ático, pues llamaban exíllein a rechazar y expulsar con violencia.

Aunque estimaría en mucho, jueces, que no se hubiese [1] dado la diferencia que tuve con Áfobo, ni la que ahora tengo con Onétor, aquí presente, que es cuñado suyo, y aun cuando dirigí a ambos numerosos y justos requerimientos, de ninguno pude conseguir respuestas moderadas; pero he descubierto que éste es mucho más díscolo que aquél y también se merece más ser condenado. En efecto, aunque yo creía que [2] él debía zanjar sus problemas conmigo entre amigos y no obtener una prueba de vosotros, no fui capaz de persuadirle; si bien yo exhortaba a este sujeto a que fuera su propio juez, para que no corriese riesgos en vuestro tribunal, tan despreciado fui por él, que no sólo no merecí recibir contestación, sino que de la tierra que Áfobo tenía cuando perdió su proceso conmigo fui por él expulsado de muy violento [3] modo. Así pues, dado que en connivencia con su cuñado trata de despojarme de mis bienes, y confiado en sus propias tretas ha acudido a vuestra presencia, lo que resta es intentar conseguir de su parte, entre vosotros, las reparaciones conformes a derecho. Bien, jueces, sé que el proceso me enfrenta a sutilezas de discursos y a testigos que no depondrán la verdad, pero con todo, en la exposición de alegaciones más [4] justas que las suyas pienso aventajarle tanto que, aun cuando alguno de vosotros antaño creyera que este sujeto no era un ser perverso, al menos por lo que contra mí ha llevado a cabo llegará a la convicción de que en otro tiempo no se daba cuenta de que era el individuo más ruin e injusto de todos. En efecto, demostraré que él no sólo no ha entregado la dote por la que ahora dice que ha sido estimado en hipoteca el fundo, sino que desde un principio asechó contra mis bienes; que, además, no se ha divorciado la mujer en cuyo nombre me arrojó de la citada tierra, [5] y que está protegiendo a Áfobo y aguantando estos procesos para privarme de mis bienes; y lo haré con indicios tan importantes y tan evidentes pruebas, que todos vosotros vais a saber claramente que este sujeto se ve acusado por mí en el presente proceso con justicia y derecho plenos. Intentaré informaros primero tomando como punto de partida aquel por el que os sea más fácil la comprensión de los hechos.

[6] En efecto, jueces, a muchos otros atenienses, y también a este individuo, no se les pasaba por alto que yo estaba sometido a una tutela deshonesta, sino que la injusticia que sufría fue notoria inmediatamente. ¡Tantos esfuerzos y conversaciones había ante el arconte y los otros en defensa de mis bienes! Pues la cuantía del caudal relicto estaba clara, y tampoco era oscuro que quienes administraban el patrimonio lo tenían sin arrendar para disfrutar ellos mismos de las rentas. En consecuencia, por lo que pasaba no había entre la gente informada quien creyera que yo no intentaría obtener una reparación de dichos individuos tan pronto como fuese considerado mayor de edad. Entre ellos, también Timócrates y Onétor vivieron [7] con esa convicción. He aquí la prueba más irrefutable de todas: este sujeto quiso dar en matrimonio su hermana a Áfobo, pues veía que se había convertido en dueño de su propia hacienda paterna y de la mía, que era no poca, pero no tuvo confianza para hacer entrega de la dote, como si creyese que los bienes de los tutores constituían una garantía estimada en favor de los pupilos. Le dio su hermana, y Timócrates, con quien estaba casada primero la mujer, estuvo de acuerdo en ser deudor de la dote ante aquél con un interés de cinco óbolos. Como Áfobo hubiera [8] incurrido en condena a mi favor en el proceso de tutela y no quisiera cumplir en justicia, Onétor ni siquiera intentó ponernos de acuerdo, sino que, sin haber entregado la dote, antes bien, siendo él su dueño, como si su hermana se hubiese divorciado y él no pudiera recuperar la dote que habría dado, tuvo la osadía de arrojarme de la tierra aduciendo haberla estimado como garantía. ¡Tanto menosprecio mostró hacia mí, hacia vosotros y hacia las leyes vigentes! Esto es, jueces, lo sucedido, por lo que se ve acusado [9] en el proceso y sobre lo que emitiréis voto. Presentaré como testigos, en primer lugar al mismo Timócrates, de que acordó deber la dote y pagaba su interés a Áfobo a tenor de los convenios, y, luego, a otros, de que el mismo Áfobo reconocía cobrar de Timócrates el interés. Tómame los testimonios.

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