Читать книгу ¿Cuánto bebes? - Дэвид Натт - Страница 14

TU CEREBRO BAJO LOS EFECTOS DEL ALCOHOL

Оглавление

Como puedes ver, el cerebro es una máquina increíblemente evolucionada y muy bien equilibrada. Pero si le agregamos alcohol, ese equilibrio se disuelve como un terrón de azúcar en una taza de té caliente (o, más bien, de ponche caliente).

Lo primero que hace el alcohol es activar el sistema calmante GABA, para que empieces a sentirte relajado (es lo mismo que hace el Valium). Por eso bebemos, sobre todo en las fiestas.

Casi todos sufrimos ansiedad social en mayor o menor medida, pero el alcohol elimina nuestros miedos e inhibiciones. Sus efectos tranquilizantes son también el motivo por el que, en cuanto en un avión se apaga la señal del cinturón de seguridad, el carrito de bebidas comienza a desplazarse por el pasillo, ya que volar produce ansiedad a mucha gente.

No obstante, si activas en exceso el sistema GABA, corres el riesgo de desactivar partes de tu cerebro que preferirías mantener activadas (por ejemplo, tu juicio o incluso tu consciencia). Y si bebes muchísimo alcohol y el sistema GABA se potencia al máximo, acabas desactivando tu cerebro, al igual que ocurriría con un anestésico, por lo que dejas de respirar. Una forma de morir debido al alcohol es esa: la llamada «intoxicación etílica».

Volviendo a lo de nublar el juicio, ¿alguna vez te ha pasado que tenías intención de beber solo un par de copas, pero luego has perdido el control y has acabado poniéndote fino? ¿A qué se debe eso? Una de las principales razones es que la parte del cerebro que te ordena que mantengas el control (llamada «corteza frontal») es la primera que el alcohol desactiva.

De hecho, las partes del cerebro que se encargan de preservar tus capacidades de discernimiento y control son muy sensibles al alcohol. Quizá ocurra que también se te nuble el juicio respecto a otros asuntos, como tu atractivo o tus habilidades como bailarín o conversador.

Si sigues bebiendo, acabarás superando la tasa máxima de alcoholemia permitida al volante9 y los efectos se duplicarán: además de estimular el GABA, el alcohol comenzará a bloquear tus receptores de glutamato (no olvides que este es el neurotransmisor que te mantiene despierto). A medida que tu nivel aumente, comenzarás a emborracharte seriamente. Si llegas a alcanzar los 0,9 g, empezarás a perder, además, la capacidad de asentar recuerdos. A esto lo llamamos «laguna mental».

Conforme aumenta la concentración de alcohol en sangre, diversos neuromoduladores nuevos también se ven afectados. Y cada uno influirá de un modo específico en diferentes partes del cerebro.

Los más importantes son tres:

1. En primer lugar, un incremento del nivel de alcohol en sangre aumenta los efectos de la serotonina, un potenciador del estado de ánimo que también te vuelve más empático. Su acción proserotonina es también la que hace que otras personas nos resulten más atractivas (el llamado «efecto embellecedor del alcohol»). En ese sentido, tiene un efecto similar al del MDMA o el éxtasis.

Por otro lado, la estimulación de otro receptor de serotonina, esta vez ubicado en los nervios del estómago, es lo que te provoca náuseas. Hablamos bastante a la ligera de vomitar a causa del alcohol, pero, de hecho, el vómito resulta crucial, ya que evita nuestra muerte. Este mecanismo de supervivencia es una de las razones por las que el alcohol ha pervivido en nuestra cultura durante siglos. El vómito elimina la cantidad suficiente de alcohol para que puedas seguir con vida.

2. En segundo lugar, beber libera dopamina, la cual interviene en el ánimo, la motivación y la energía. Este factor influye en el efecto estimulante del alcohol, ya que te hace sentir más eufórico y activo, y te genera sentimientos de energía y entusiasmo. Te vuelve más escandaloso (un efecto que la cocaína también produce).

La dopamina es uno de los transmisores que establece patrones de conducta, por lo que tiene importancia en la adicción. La liberación de dopamina puede explicar por qué algunas personas quedan atrapadas en hábitos que comienzan resultándoles divertidos (o, al menos, no perjudiciales), pero que acaban siendo muy dañinos, como retorcerse el cabello o morderse las uñas. La dopamina también es el motivo por el que, cuando te emborrachas, no puedes evitar enzarzarte en discusiones absurdas sobre temas irrelevantes.

3. En tercer lugar, el subidón que te provoca el alcohol proviene de las endorfinas, que son los opioides naturales de tu organismo, el sistema cerebral de reducción natural del dolor y también lo que genera euforia en los corredores. Este sistema de recompensas te brinda una especie de placer muy relajado y, en algunas personas, también puede conformar un factor clave en su adicción. Diversos estudios han demostrado que, cuando los efectos de las endorfinas se bloquean con nalmefeno (un medicamento para tratar el alcoholismo), algunos adictos pueden dejar de beber [5]. Mediante sofisticadas imágenes cerebrales, hemos podido observar que este efecto guarda relación con las interacciones cerebrales entre endorfinas y dopamina.

Esta enorme variedad de efectos es lo que hace que el alcohol resulte tan apetecible. Además, como todos somos diferentes, se insertará en tu química cerebral específica de un modo distinto a como lo hará en la de un amigo tuyo. ¿Quizá bebes para reducir tu ansiedad? ¿O como válvula para liberar estrés, al acabar la jornada laboral? ¿O para animarte antes de salir por ahí? ¿O para reunir el valor necesario con el que enfrentarte a algo? En gran parte, el atractivo del alcohol para muchas personas reside en que logran suplir sus carencias de personalidad, y se convierten en el tipo de persona que les gustaría ser.

¿Cuánto bebes?

Подняться наверх