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b) El dinero “Fiat”

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Quien se ocupa de proveer dinero es el Banco Central, que, en contubernio con los burócratas del Estado y la casta política, se vale de este poder para perpetrar una estafa monumental, que los financia a tiempo que expolia a los ciudadanos comunes. Pero no siempre fue así. El dinero es un invento privado. Más adelante en este libro desarrollaremos este punto; por ahora, baste señalar que el dinero surgió espontáneamente como resultado de la acción humana, es decir, en un proceso histórico y dinámico en el cual, a partir de un proceso de prueba y error, millones de personas a través de los siglos terminaron eligiendo el oro y (en menor medida) la plata como dinero. ¿Por qué? Porque eran los bienes más demandados.

Si todavía usáramos oro y plata como dinero, su poder adquisitivo no dejaría de aumentar. La producción total de oro crece históricamente al +1,8%/+3,0% anual, por lo que (descontando su uso industrial) la oferta de dinero oro crecería alrededor del +1%/+2% anual. Con los aumentos de productividad y de la economía real existentes, el poder adquisitivo del dinero no dejaría de aumentar, y el nivel general de precios caería secularmente al -1%/-2% anual, con lo cual la retribución de todos los factores de producción aumentaría en términos reales, mejorando su poder adquisitivo y bienestar.

Pero el mundo actual ya no cuenta ni con dinero mercancía ni con dinero provisto en libertad. Es decir, el dinero ya no es más el oro espontáneamente elegido por el público. Al mismo tiempo, el público no puede acceder al dinero que elegiría espontáneamente. El dinero ya no es privado, sino que es provisto coercitivamente y en forma monopolística por el Estado. La moneda tampoco es dinero mercancía: ya no hay respaldo de ningún tipo, mucho menos metálico. Hay un sistema monetario, bancario y financiero que domina al 99.5% de los países y se encuentra montado sobre dinero “Fiat” y a partir de un sistema de reserva fraccionaria.

¿Qué significa “dinero Fiat”? Que su uso es impuesto por decreto; es decir, del curso legal y obligatorio, o sea, de una imposición ejercida a partir de la violencia física del Estado. El dólar, el euro, el yen, la libra, el real, el sol peruano, el peso y todas las monedas son dinero Fiat; es decir que los agentes económicos no las eligen, los Estados los obligan por ley a usarlas. ¿Cómo? ¿Por qué? Porque esos Estados, al tiempo que imponen por la fuerza sus monedas Fiat, prohíben a los agentes privados hacer transacciones comerciales, económicas y ahorrar en oro y plata. Esta prohibición tiene por objetivos eliminar la competencia para sus monedas Fiat y asegurar que la casta política, al mando de la única fuente de creación de dinero, pueda obtener su renta monopolística excepcional, que no es otra que el señoreaje y el impuesto inflacionario.

Un breve repaso de nuestro sistema bancario:

 El Banco Central de la República Argentina tiene el monopolio exclusivo de la emisión de papel moneda

 Los bancos privados operan con un sistema de encajes fraccionarios, esto es, solo disponen de una parte del dinero que los ciudadanos o las empresas depositan y utilizan el resto para ofrecer préstamos.

 El Banco Central opera como prestamista de última instancia, es decir, en caso de peligrar un banco privado (por ejemplo, porque todos los depositantes retiran su dinero al mismo tiempo), el primero puede rescatarlo mediante la inyección de dinero.

 Cuando se emite dinero nuevo, su efecto inflacionario no es inmediato; esto permite a quien primero accede a él (es decir, al mismo Banco Central) comprar dinero “fuerte” (por lo general dólares) al precio que existía antes de la emisión.

El encaje fraccionario es una prebenda que el Estado y sus burócratas le otorgan a los banqueros comerciales, que no son otra cosa que sus socios inmorales y sus cómplices solidarios. Algún lector desprevenido puede pensar que estamos exagerando. Para desgracia de todos nosotros, no es así.

Algunas preguntas y respuestas para visualizar este fenómeno en toda su dimensión. El Estado les otorga a los banqueros una prebenda para que ellos también puedan crear dinero de la nada. ¿Por qué una prebenda? Porque el Estado permite que los banqueros puedan permanecer al margen de la ley, violando nuestra propiedad privada. Los burócratas del Estado permiten que los banqueros hagan negocios y ganen dinero con nuestra plata y sin nuestro consentimiento; y como si fuera poco, libres de riesgo. ¿Por qué con nuestra plata y sin consentimiento? Porque el Estado permite que los banqueros ganen dinero prestando el que les dejamos en guarda, es decir, avasallando nuestra propiedad. Hay que tener bien claro que los depósitos a la vista no son préstamos que les hacemos a los bancos, ya que no hay ninguna transferencia intertemporal del bien y, al mismo tiempo, tenemos disponibilidad permanente de nuestro dinero. En consecuencia, ese dinero debería estar encajado permanentemente al cien por ciento. Cualquier otro encaje menor e intermediación financiera emergente de dicha reserva parcial, no es otra cosa que una violación a la propiedad privada y un delito. Los banqueros ganan dinero espuriamente con nuestro dinero. ¿Por qué libres de riesgo? Porque el Estado, a través del Banco Central, actúa de prestamista de última instancia, asegurando que los banqueros no solo nunca vayan a perder dinero, sino impulsándolos a crear más y más depósitos, con el objeto de que den el mayor crédito posible. No se penaliza el crédito otorgado en forma irresponsable, todo lo contrario: se lo incentiva, asegurando evitar quiebras y socializar pérdidas. O sea, el Estado, el Banco Central y sus burócratas potencian al máximo el negocio bancario, lo cual demuestra que son socios y cómplices. ¿Por qué socios y cómplices? Porque el Estado y sus burócratas permiten a los banqueros hacer negocios y ganar dinero espuriamente violando nuestra propiedad privada solo a cambio de un porcentaje participativo en las ganancias. Parte del crédito espuriamente creado a partir de avanzar sobre nuestra propiedad privada en forma de depósitos dejados en guarda debe volver al sector público en forma de financiamiento de gasto público y/o cualquier delirio fiscal de la casta política.

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