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e) La producción de dinero era un negocio privado… y podría seguir siéndolo

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La acuñación de monedas y lingotes de oro y plata comenzó como un negocio privado, ejercido en el libre mercado y sin intervención estatal. Los emisores sellaban las monedas y lingotes, garantizando su peso y fineza. En el siglo XXI nos parece una locura la moneda privada, ya que hace siglos que somos adoctrinados en la religión del Estado; los políticos nos metieron en la cabeza que la moneda es un asunto de soberanía nacional. Pero no es así: la moneda no tiene nada que ver con la soberanía. La acuñación privada funcionó (y funcionaría) igual que la producción de cualquier otro bien. Hubo emisores de moneda privada que acuñaban en las denominaciones y formas que el público prefería; el precio quedaba fijado por libre competencia en el mercado. Todo esto sería viable en la actualidad.

Sin embargo, los políticos, los burócratas del estado y sus cortesanos, que protegen el monopolio del dinero estatal porque lucran con esta prebenda, argumentan que el fraude sería desmedido en un sistema monetario con acuñación privada. Ante esta patraña argumental vale la pena hacer cuatro comentarios:

Primero: si la acuñación fuera privada y hubiese fraude, dicha irregularidad sería, por un lado, responsabilidad única del Estado, consecuencia del mal desempeño de los funcionarios públicos, que no cumplirían con su deber de proteger la propiedad. Bajo el sistema actual, es el Estado quien tiene a su cargo el monopolio de la persecución y castigo de toda actividad que atente contra la propiedad. Con acuñación y emisión privada en libre mercado, es función del gobierno la persecución del fraude. Toda empresa que fuera descubierta por el Estado estafando con la emisión de moneda debería ser juzgada y condenada.

Segundo: la producción y el comercio están edificados mayoritariamente sobre el sector privado y en libre mercado, donde los bienes son garantizados en su calidad por los propios productores. Pensemos en los mercados industriales y tecnológicos a nivel mundial. El Estado, a grandes rasgos, no garantiza ahí la calidad; sin embargo el sistema no solo no se ha desplomado, sino que cada vez crece más. El fraude es mínimo. El sistema se autocontrola: el que estafa, se funde. Lo mismo sucedería con moneda privada emitida en libre competencia. Cada acuñador privado estaría expuesto, día a día, al veredicto de sus consumidores, a la competencia y, en última instancia, en caso de delito, a la justicia del Estado.

Tercero: se argumenta que si se permite la acuñación privada en libre competencia “la mala moneda terminará desplazando a la buena moneda”. Otra mentira: en libre mercado, si una moneda pesa (digamos) 9 onzas en lugar de pesar 10, terminará siendo aceptada al 90%, y no solo no desplazaría a la moneda de 10 onzas, sino que no habría estafa alguna.

Afirmar que el mercado jamás podrá proveer al público de una sana y buena moneda proviene de una mala interpretación de la ley de Gresham, que demuestra que “la mala moneda desplaza a la buena de la circulación”. Como acabamos de ver, en libre mercado una moneda desgastada terminaría cotizando bajo la par, con lo cual no desplazaría a la nueva moneda. Por el contrario, el fenómeno descrito por la ley de Gresham sucede cuando el gobierno interviene en el mercado monetario, obligando a aceptar a 10 onzas tanto a las monedas desgastadas como a las nuevas. Cuando el gobierno interviene, dando igual valor a las dos monedas, está sobrevaluando la moneda desgastada y devaluando la nueva. Ejerce el control de cambios. En este escenario, todo el mundo pondrá en circulación las piezas desgastadas para atesorar las monedas nuevas. Esto sucede solo como resultado de la intervención estatal, nunca en libre mercado.

Dicho sea de paso, esto es muy fácil de entender para los argentinos: sucede cada vez que un gobierno impone el control de cambios para evitar que nos refugiemos en el dólar, procurando escapar del impuesto inflacionario de la casta política para preservar nuestro poder adquisitivo y nivel de vida. Los controles cambiarios de los gobiernos de CFK, Macri y Alberto Fernández no son otra cosa que un precio mínimo para el peso y un precio máximo para el dólar. El peso está sobrevalorado y el dólar está subvalorado. La gente corre a sacarse de encima los pesos artificialmente sobrevalorados e intenta cambiarlos por dólares al precio oficial, que irremediablemente terminará siendo más barato. Como además hay control de cantidades, la escasez de dólares se hace creciente. El dólar paralelo sube y la brecha se ensancha. El exceso de demanda de dólares se transforma en exceso de oferta en la economía real, o sea en creciente recesión. Este efecto negativo sobre el nivel de actividad será mayor cuanto más intervención cambiaria haya, más tipos de cambio se establezcan y más segmentado esté el mercado de divisas. La caída de la demanda de dinero se profundiza, la actividad cae más y la estanflación recrudece.

Cuarto: en el mejor de los casos,es cómico que los defensores del monopolio del Estado a la hora de emitir dinero ataquen al dinero privado usando el argumento del fraude. El Estado siempre fue y sigue siendo el gran estafador con la emisión de dinero. Los primeros episodios datan de la antigüedad y surgieron cuando los gobernantes, dándose cuenta de la posibilidad del señoreaje, se autoproclamaron los “custodios de la calidad de la moneda”. Entonces llamaron a cambiar las viejas monedas gastadas por nuevas monedas acuñadas con el sello real, supuesta garantía del peso del oro declarado en las caras de la moneda. En ese contexto, y siguiendo con el ejemplo anterior, los reyes llamaban a cambiar las viejas monedas de 10 onzas por nuevas monedas de 10 onzas. Hacían fundir las monedas de 10 onzas y acuñaban nuevas monedas (digamos) de 6 onzas, devolviéndolas al mercado pero con sellado de 10 onzas. Traducción: aplicaban un señoreaje de cuatro onzas con el cual financiaban sus gastos, la vida de la corte, sus flotas, guerras o sus cruzadas. La contracara del señoreaje era la emisión, la devaluación de la moneda, la pérdida del poder adquisitivo del dinero.

La antigua Roma fue un caso paradigmático en esto. Cuando el denario (nombre de una moneda romana) se creó en la época de la República romana, dos siglos antes de Cristo, su contenido en plata equivalía al 95% del peso de la moneda. Esta proporción se mantuvo durante casi trescientos años. Luego Nerón, entre el año 54 y 68 después de Cristo, empezó a degradar el contenido metálico del denario. El contenido de plata de un denario se redujo de 95% a 65%. Posteriormente, Marco Aurelio, entre el año 161 y 180 después de Cristo, redujo el peso de las monedas. El emperador Cómodo, entre el 180 y 192 después de Cristo, degradó aún más la moneda. La contrapartida del sostenido señoreaje fue una creciente y cada vez más acelerada inflación.

En 268 después de Cristo, cuando comienza la era llamada “de los emperadores ilirios”, el contenido de plata de la moneda romana cayó 1/50.000 de su nivel original. Treinta y siete años después, se requerían 20 millones de denarios para una libra de plata. En pocas palabras, el señoreaje destruyó a la moneda, y sin moneda prácticamente desapareció el sistema monetario, volviéndose al trueque, con lo cual el nivel de actividad se destruyó. Este derrotero monetario termina con el Edicto Diocleciano en el año 301 AD. Menos de cuatro años después, el precio del oro en términos de denarios había crecido +250%. El efecto inflacionario del señoreaje y la destrucción de la moneda del Imperio Romano queda resumido en dos frases del libro 4000 años de Controles de precios y salarios, de Robert Schuettimger y Eamonn Butler, cuando explican que “Egipto fue la provincia del imperio más afectada, pero su experiencia se vio reflejada en menor grado en todo el mundo romano. Durante el siglo cuarto, el valor del solidus de oro cambió de 4000 a 180 millones de dracmas egipcias.” y que “el precio del trigo creció en Egipto de 6 dracmas en el primer siglo a 200 en el tercero; en el año 314 el precio ascendió a 9000 dracmas y a 78.000 en 334; poco después del año 344 el precio se disparó a más de 2 millones de dracmas.” (14)

En definitiva, el dinero privado acuñado y emitido en libre competencia no solo no es imposible, sino que es la condición natural del dinero, su esencia y origen. El dinero es un invento privado, que nació y prosperó en libre mercado, potenciando la acción humana y el desarrollo de la civilización. El oro y la plata se convirtieron en dinero por elección espontánea y voluntaria de la gente. Y la gente los eligió porque eran los dos bienes más demandados, lo cual les confería máxima comerciabilidad. Es decir, el oro y la plata eran los dos bienes que se podían vender más rápida y fácilmente. A su vez, dado que ambos metales eran los más comerciables, pasaron a ser atesorados para servir como medio general de intercambio para operaciones futuras (reserva de valor). Posteriormente, y solo como consecuencia espontánea de ser medio general de intercambio, el oro y la plata pasaron a ser unidad de cómputo para los precios presentes y futuros (numerario).

Ningún burócrata del Estado estuvo detrás de la invención del dinero. Si hubiese nacido de la intervención estatal, jamás habría tenido el éxito que tuvo. Toda imposición representa una solución “sub óptima”, es decir, una que conlleva pérdida de bienestar con respecto a la solución de libre mercado; solo la adoptamos por miedo al castigo de los burócratas a cargo del Estado.

Siguiendo la clasificación de las intervenciones estatales de Murray Rothbard, la emisión de dinero estatal y monopólica es una intervención triangular (15). De acuerdo con Rothbard, las intervenciones triangulares son aquellas en las cuales “el Estado obliga o prohíbe un intercambio entre par de sujetos, o puede obligar a hacerlo a determinado precio, en determinadas cantidades y bajo determinadas normas de calidad”. En este caso puntual, el Estado obliga a que los intercambios comerciales se hagan en base a las monedas emitidas por el rey, lo cual es una pérdida de libertad que redunda en pérdida de bienestar y eficiencia. Además, el manejo monopólico y espurio de los burócratas estatales, que pretenden determinar la cantidad de dinero en forma discrecional, conduce a otra intervención binaria que adiciona más pérdida de bienestar: impuesto inflacionario. Siguiendo a Rothbard: “Las intervenciones binarias son aquellas en las cuales el Estado obliga al individuo a hacer un intercambio compulsivo con él.”

El rey falsifica monedas de oro dinero para cobrar impuesto inflacionario, que es el peor de todos porque no se puede evadir. Falsificando moneda, además, el rey perjudica en mayor medida a los pobres. Por último, el señoreaje y la falsificación de monedas distribuye ingresos desde los súbditos hacia la corona. En resumen: el hecho de que la emisión y acuñación de moneda se encuentren en manos del Estado no es un seguro en favor de la salud del dinero y del sistema monetario, sino todo lo contrario. La moneda debería retornar a su génesis. Debería volver a ser privada y acuñada en libre mercado.

7. “¿Qué le hizo el gobierno a nuestro dinero?; Capítulo 1; Unión Editorial (2019).

8. Capítulo VIII “Teoría del Dinero” del libro “Principios de Economía Política” de Carl Menger, Union Editorial (2012).

9. Capítulo VIII “Teoría del Dinero” del libro “Principios de Economía Política” de Carl Menger, Union Editorial (2012).

10. “Camino de Servidumbre”, F.A. Hayek; Obras Completas Volumen II, Unión Editorial Argentina (2017). La idea núcleo de esta obra es que la diferencia entre socialdemocracia, socialismo y comunismo es una diferencia de escala, pero no de esencia. Para Hayek toda planificación económica, por leve que sea, conduce necesariamente a más planificación y en definitiva hacia el totalitarismo y a la pérdida de las libertades individuales. Hayek argumenta que el órgano planificador e interventor, bienintencionado o no, será incapaz de obtener y procesar toda la información necesaria para llevar a cabo la tarea como se espera y obtener los resultados. En este marco, el error del planificador es la regla. Ante los malos resultados, el planificador procura corregir su error con más planificación y más intervención, incrementándose el grado intervencionismo, violencia, totalitarismo y de pérdida de libertades individuales. Justamente, este proceso de destruccionismo social (frase acuñada por von Mises en su libro “Socialismo. Análisis Económico y Sociológico”) es el camino de servidumbre que da nombre al libro.

11. “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos”, de Jesús Huerta de Soto. Unión Editorial Argentina (sexta edición), página 24.

12. Última frase de la sección “Sobre el dinero propio de cada pueblo y cada época” del capítulo VIII “Teoría del Dinero” del libro “Principios de Economía Política” de Carl Menger, Unión Editorial Argentina (2012).

13. En “’¿Qué le hizo el gobierno a nuestro dinero?” de Murray Rothbard; Unión Editorial (2019) se explica que “La libra esterlina debe su nombre a que originariamente, en la edad media, era una libra de peso de plata. El dólar comenzó en la Bohemia del siglo XVI como una moneda de una onza de plata, apreciada y de extensa circulación, acuñada por el Conde de Schlick, que vivió en Joachimsthal. Se hicieron conocidos como Joachimsthalers, o Schlichtenthalers, y siendo la naturaleza humana como es, pronto fueron abreviados a “thalers,” para más tarde convertirse en “dólares” en España. Cuando los Estados Unidos fueron fundados, cambiamos de la moneda de libra británica al dólar, definiendo el dólar como aproximadamente 1/20 de una onza de oro, o 0,8 onzas de plata.”

14. “4000 años de Controles de precios y salarios” de Robert Schuettimger y Eamonn Butler, Unión Editorial Argentina (2016).

15. Ver Capítulo III del libro “Poder y Mercado” de Murray Rothbard, Unión Editorial Argentina (2015).

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