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h) Por qué la creación del BCRA fue inmoral

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La visión monetaria del mainstream económico no solo es un error intelectual sino que (mucho más importante) está peleada con la moral. Conlleva una fuerte pérdida de libertad y, por ende, de prosperidad para los individuos. Es la moral la que determina, primero y antes de todo, el diseño de las instituciones. Después surgen los diagnósticos, se delinean las políticas y se obtienen los resultados.

Y bien: el BCRA es un ejemplo de cómo la falta de moral crea una institución inmoral, que conduce a pésimos resultados. En 1935 el BCRA se creó para disolver definitivamente la caja de conversión y suprimir la conversión automática al oro del peso nacional. Junto a esta inconvertibilidad del peso, se autorizó a emitir moneda nacional con respaldo de documentos comerciales, títulos del Tesoro y adelantos de recaudación impositiva. El objetivo de toda esta operatoria era interrumpir el fuerte proceso de valorización de la moneda argentina (para favorecer la exportación), que hacía años que se fortalecía como resultado del ingreso masivo de capitales al país, que era considerado refugio internacional en el difícil período de entreguerras.

En pocas palabras, el BCRA constituyó en su origen una corporación formada por el gobierno y los bancos particulares (4). Los resultados hablan por sí solos. Sin BCRA, la inflación ascendió a +3,4% promedio anual entre 1884 y 1934. Con BCRA mixto, la inflación (+6,0%) promedio anual se duplica entre 1935 y 1946. Con BCRA nacional y popular, la inflación promedio anual salta a +224,7% entre 1946 y 1991, incluyendo dos hiperinflaciones (1989 y 1991) sin guerras. Sin BCRA y con la Convertibilidad ya en funcionamiento pleno (5), la inflación bajó a +2,8% promedio anual entre 1992 y 2001. Posteriormente, luego de salir de la Convertibilidad y recuperar el BCRA nacional y popular, la inflación recupera su tendencia alcista en forma sostenida, pasando de +9,4% (Néstor Kirchner) a +19,8% (CFK I); +28,3% (CFK II) y +41,1% (Macri) promedio anual a lo largo de cuatro mandatos presidenciales. Punta a punta, la tasa de inflación promedio anual asciende a +25,1% entre 2002 y 2019 (6).

La creación del BCRA, que analizaremos en detalle más adelante en este libro, y los resultados obtenidos, no pueden sorprender. Por el contrario, el BCRA es tan solo un ejemplo más de un fenómeno que ha sido la regla a lo largo de la historia. Los gobiernos siempre se han preocupado por controlar la moneda en forma férrea. ¿Por qué? Porque los burócratas de los gobiernos siempre se enriquecieron y ganaron poder a partir del control de la creación del dinero. Primero se preocuparon por controlar la acuñación privada, lo cual les permitía lucrar con el señoreaje. Más tarde perfeccionaron la estafa y se hicieron del monopolio de la emisión, con lo cual potenciaron la estafa del impuesto inflacionario. Pero esto es tan solo una parte del “asunto”. Además, está el proceso de creación secundaria del dinero (bancario), que surge de la intermediación financiera y es más potente que la creación primaria de dinero (base monetaria).

La creación de dinero bancario, que supuestamente está controlada por los gobernantes de turno, es en realidad un proceso de monetización que surge de la asociación inmoral y la complicidad solidaria entre burócratas del Estado y banqueros. Ambos jugadores se enriquecen conjuntamente a partir de avanzar contra la propiedad privada de los depositantes que dejan su dinero en guarda en depósitos a la vista. Los políticos respaldan la actividad irregular de los banqueros, les conceden exenciones y privilegios para no encajar el 100% de los depósitos a la vista y crear (ganar) dinero artificial a cambio de que una porción del botín vuelva en forma de financiamiento de gasto público, colocación de deuda y/o pago de favores por debajo de la mesa.

La asociación existente entre Banco Central y bancos comerciales está presente en todos los países del mundo y en todos lados es tan grosera que en ningún país se la menciona, discute o debate. Vale la pena traer a colación lo acontecido en EEUU en 1993. Aquel año, el tejano Henry B. González presentó un proyecto de ley para abrir el Banco Central al escrutinio público. El proyecto de ley de González requería auditorías independientes completas de las operaciones del Banco Central, grabar en video las reuniones del comité de política monetaria y la divulgación de informes detallados de esos encuentros en el plazo de una semana. Además, se planteaba que los presidentes de los Bancos de la Reserva Federal fueran elegidos por el presidente de los Estados Unidos en lugar de, como son ahora, por los bancos comerciales de las 12 respectivas regiones.

Obviamente, el proyecto nunca se transformó en ley. Los bancos comerciales no solo fueron los principales detractores del proyecto de ley, sino que se convirtieron en los máximos operadores en su contra. De hecho, el New York Times del 12 de octubre de 1993 escribió: “El Banco Central ya está trabajando entre bastidores para organizar batallones de banqueros que ahuyenten a aullidos los esfuerzos por politizar el Banco Central”. En otro párrafo, el New York Times de ese día sostenía: “El camino seguro para minimizar la inflación es que los banqueros privados nombren a los presidentes de los bancos centrales regionales. ¿Y por qué es el papel del banquero privado un camino tan seguro? Porque, según los funcionarios del Banco Central, los banqueros privados son a nivel mundial los enemigos más fieros de la inflación”

Los argumentos contra la ley se edificaron siempre sobre el mismo pilar: dicha ley atentaba “contra la independencia del Banco Central, constituyendo esto una seria amenaza contra su lucha contra la inflación”. No sorprende que el 8 de octubre de 1993 el New York Times escribiera: “Las reformas de González, podrían ser vistas por los mercados financieros como debilitadoras de la capacidad del Banco Central para combatir la inflación”. Es decir, los bancos comerciales estaban en contra de minar la independencia del Central, porque dicha acción sería inflacionaria.

El mismo New York Times del 14 de octubre de 1993 levantaba las declaraciones de Alan Greenspan (titular de la Reserva Federal de EEUU), quien explicaba: “La falta de obligación de dar cuentas del Banco Central es un precio pequeño a pagar por evitar dejar la conducción de la política económica bajo la influencia cercana de políticos sujetos a la presión inflacionaria del ciclo electoral de corto plazo”.

En pocas palabras, se podría decir que los bancos comerciales son los principales sostenedores de la independencia de los bancos centrales basándose en la curiosa letanía que sostiene que “el público, en definitiva, está desesperadamente necesitado del control absoluto sobre el dinero por parte del Banco Central para ser salvado de sí mismo y de sus lujuriosas tentaciones proclives a la droga de la inflación”. Según este planteo, vivimos en sociedades con una fuerte adicción a la inflación, mientras el Banco Central, protegido por sus aliados los banqueros, va solo a la guerra antiinflacionaria como si fuera un incomprendido Don Quijote.

Este planteo es como mínimo curioso. De acuerdo con nuestra visión, esta lógica es hipócrita y encubridora de la verdad. Como ya dijimos, los mercados monetarios y financieros son los más intervenidos y regulados en todas las economías. Sin embargo, los regulados están luchando en favor del poder del regulador. Los bancos comerciales plantean que es imprescindible la devoción al Banco Central. ¿Alguien puede imaginar a empresas privadas alimenticias o laboratorios privados luchando por defender y otorgar poder absoluto a las agencias nacionales que los controlan y regulan? Claramente, no. Por el contrario, ¿no sería más sensato esperar que los bancos, como cualquier regulado, quisieran que el poder de su regulador, Banco Central, disminuyera?

También cabe preguntarse: ¿es verdad que los bancos centrales son los grandes luchadores contra la inflación? La respuesta es contundente: no. Ya hemos mostrado que no es cierto para el caso del BCRA, pero tampoco es verdad para el caso de la Reserva Federal de EEUU. Sin Reserva Federal, en EEUU la inflación promedió -1,0% entre 1866 y 1913. Luego, con el sistema de Reserva Federal, la inflación se cuadriplicó saltando a un promedio anual de +3,2% entre 1913 y 2018. En pocas palabras, hay más inflación con Banco Central que sin Banco Central.

Ahora bien, la inflación es un fenómeno 100% monetario. Los bancos centrales son la fuente monopólica creadora de dinero primario. Además, el Banco Central regula férreamente a los bancos que son la fuente creadora de dinero secundario. ¿Entonces quién es el responsable de la desgracia de la inflación? Simple, primero y principal, los bancos centrales que crean base monetaria y regulan férreamente la creación secundaria del dinero bancario. Luego, en segundo lugar, los bancos comerciales que multiplican dinero artificial sin respaldo.

En pocas palabras, la propaganda sostenida por los bancos comerciales de que el Banco Central nos protege de la inflación es una gran mentira, una de las mayores estafas del mundo de la ciencia económica. En realidad los bancos centrales y (sus socios) los bancos comerciales son como los ladrones que, luego de asaltar, se ponen a gritar “¡detengan al ladrón!” mientras van huyendo. Los burócratas y los banqueros son parte del mismo negocio.

La mentira es tan grande, que inclusive la independencia del poder político tampoco es 100% estrictamente cierta. Si planteamos una escala que va desde el blanco (total independencia) al negro (total dependencia política), los bancos centrales están en la zona de los grises. La falta de independencia total queda expuesta por el hecho de que los bancos centrales siempre procuran de investirse a sí mismos de un halo de misterio. Obviamente, hay grises claros, intermedios y más oscuros. Claramente, el BCRA es negro.

Al fin y al cabo, los bancos centrales, aunque lo nieguen, también tienen relaciones con el poder. El manejo del dinero no es solo una fuente de enriquecimiento para los burócratas, sino también constituye un instrumento que se utiliza para ganar elecciones y perpetuarse en el poder. A veces se utiliza, muy pocas veces no se lo usa. Depende de los jugadores y de la coyuntura económica y política. La creación de moneda y crédito artificial genera un ciclo económico en el cual hay una primera etapa de boom artificial que ayuda a ganar elecciones y es funcional al burócrata in office, pero luego sigue inexorablemente una fase recesiva que paga el sector privado como menor producción y generación de riqueza.

Pero más allá de todo, hay que entender que lo más grave de la intervención monetaria es que ensucia el proceso de la acción humana (en el sentido de von Mises). Y dado que la acción humana es el motor del desarrollo del ser humano y de la civilización, el control gubernamental del dinero atenta contra la fuerza y velocidad del desarrollo de la civilización, beneficiando a los que no producen en detrimento de los que generan riqueza y ejercen la función empresarial en el sistema de cooperación social llamado mercado. ¿Por qué? Porque la función empresarial, que consiste en identificar fines y medios que tiendan a satisfacer necesidades humanas y permitan coordinar desajustes sociales, casi siempre involucra intercambios (entre individuos) voluntarios de bienes y servicios que se pagan en dinero.

Por eso, en este marco, nosotros planteamos que el sistema monetario actual no solo es nefasto, sino que representa un paradigma socialista que atenta contra el individuo, su prosperidad y su vida en una sociedad libre. Los bancos centrales son verdaderos órganos soviéticos de planificación central monetaria (financiera) que no solo actúan en beneficio de un grupo pequeño y en detrimento de todos los restantes individuos que conforman la sociedad, sino que están condenados a fracasar.

Las autoridades monetarias gubernamentales no están en condiciones de hacerse de la información necesaria para pensar y aplicar la política monetaria más adecuada para cada momento. En este sentido, con los Bancos Centrales sucede lo mismo que con los viejos órganos de planificación económica soviética que, como explicaron Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, no podían organizar económicamente la sociedad en base a mandatos coactivos, dado que nunca podían hacerse con la información que se necesita para dar un contenido coordinador a sus mandatos.

Por otra parte, el argumento de que “casi todos los países del mundo tienen Banco Central” no es una construcción lógica válida. Con un solo ejemplo es fácil de visualizar: nos paramos a fines del siglo XVIII y/o comienzos del siglo XIX y argumentamos: “Todos los países del mundo, incluso los más civilizados y desarrollados, tienen esclavitud; es bueno tener esclavitud, ergo; hay que tener esclavitud”. Claramente, nadie está a favor de la esclavitud a comienzos del siglo XXI. La realidad histórica ha demostrado en forma contundente (gracias a Dios) que la esclavitud está muy lejos de ser el mejor sistema de organización de la producción y de la sociedad. Estamos convencidos que sucede exactamente lo mismo con una organización monetaria construida a partir de un Banco Central estatal y monopólico (que emite moneda fiduciaria), y que actúa de prestamista de última instancia de un sistema bancario con encaje fraccionario.

En este marco, pensamos que el Banco Central y el sistema de encaje fraccionario son el corazón y la causa del problema. No hay que luchar por la independencia del BCRA. Hay que luchar para cerrar el BCRA. No necesitamos que los bancos den más crédito. Necesitamos que el crédito que den los bancos tenga respaldo en ahorro genuino. O sea, necesitamos que los bancos comerciales dejen de dar, de una buena vez y por todas, crédito inventado desde la nada misma. El crédito bancario inventado a partir del sistema de encaje fraccionario es un gran negocio para los banqueros y políticos, cuyos costos son pagados por toda la sociedad, afrontando burbujas y booms artificiales insostenibles, que inexorablemente deben ser seguidos de recesiones y/o crisis deflacionarias. Con el Banco Central, que emite dinero monopólico sin respaldo y actúa de prestamista de última instancia, y el sistema de encaje fraccionario hacen grandes negocios los políticos, burócratas y banqueros. Del otro lado estamos nosotros los agentes económicos privados, que pagamos su fiesta sucesivamente con impuesto inflacionario, mala inversión, proyectos de inversión destinados a fracasar, nivel de actividad insostenible, recesión, quiebras, crisis y deflación.

En pocas palabras, la política, sus burócratas y cortesanos asociados hacen negocios de corto plazo debido a la actual arquitectura del sistema monetario, bancario y financiero. Del otro lado, los agentes privados pagamos dichos negocios en el largo plazo, afrontando el ciclo económico de boom&bust generado por el dinero y el crédito fraudulento artificial que el sistema monetario, bancario y financiero genera en beneficio de la asociación inmoral y la complicidad solidaria existente entre políticos, burócratas y banqueros.

Por consiguiente, hay que plantearse preguntas como: ¿Puede organizarse un sistema monetario ajustado al principio de la libertad? ¿Podemos tener un mercado monetario totalmente libre, tal como existe para una gran cantidad de otros bienes y servicios? ¿Puede organizarse un sistema monetario sin Banco Central y sin sistema de encaje fraccionario; y si así fuera, qué forma se le daría? Estamos convencidos que si queremos limitar el accionar de los gobiernos y evitar los avances fraudulentos de los burócratas contra nuestra propiedad privada, libertad y (en el extremo) vida, tenemos que estudiar, pensar y proponer alternativas en este sentido.

De hecho, en este libro propondremos una reforma monetaria y bancaria tendiente a establecer y organizar un sistema monetario que se ajuste a los principios de la libertad. En este sentido, tenemos dos opciones teóricas bajo las cuales delinear nuestra propuesta de reforma monetaria y financiera: la escuela austriaca o la escuela de Chicago.

La escuela austriaca propone eliminar el Banco Central y dividir el sistema financiero en dos, estableciendo un sistema bancario para los depósitos a la vista, y otro para los depósitos a plazo. El sistema bancario para depósitos a la vista, ateniéndose a derecho y entendiendo la esencia de los depósitos en cuenta y caja de ahorro, que son un contrato de guarda, mantiene un encaje del 100%. Por otra parte, el sistema bancario para depósitos a plazo, también entendiendo la esencia de este tipo de depósitos que son un contrato de préstamo, opera con encaje fraccionario y hace intermediación financiera, canalizando el ahorro hacia la inversión. El punto es que sin Banco Central, o sea, sin prestamista de última instancia, no se socializan las pérdidas de las malas decisiones financieras.

Por otro lado, la escuela de Chicago propone un planteamiento similar a la escuela austriaca en cuanto a la organización del sistema bancario y financiero, pero mantiene al Banco Central tutelando toda la organización monetaria. ¿Qué implica? Que los referentes de Chicago como Simons, Mints, Director, Kinight; Schultz; Douglas; Douglas y Angells comprenden los problemas que trae aparejado el sistema de encaje fraccionario y la creación secundaria del dinero, pero siguen creyendo que los burócratas del Estado deben velar por la administración de la cantidad de dinero del mercado. Es decir, pretenden reducir la expansión monetaria vía multiplicador, pero continúan dejando la creación primaria de dinero fiduciario en manos del Banco Central y sus burócratas de turno, ignorando que los gobiernos y banqueros han sido socios a lo largo de toda la historia.

Nuestra propuesta de reforma monetaria y bancaria se enmarca dentro del paradigma de la escuela austriaca. ¿Por qué? Primero, porque los problemas monetarios se materializan a través de ambos canales, la creación primaria (base monetaria) y la creación secundaria del dinero (multiplicador monetario). Segundo, porque en Argentina es donde la creación primaria del dinero tiene más peso relativo en relación a la creación secundaria del dinero, ergo; no se puede dejar la emisión de base monetaria en manos de los burócratas del Estado, que siempre han emitido a mansalva para agrandar la base imponible y el producido del impuesto inflacionario. Tercero, porque los burócratas del Estado a cargo de los bancos centrales se han siempre asociado a los banqueros, brindándoles prebendas para estimular la creación secundaria del dinero a cambio de una parte de las ganancias provenientes de la intermediación financiera. Cuarto, porque en Argentina el peso no es reserva de valor, y en consecuencia siempre habrá corridas contra el sistema financiero, por consiguiente no puede haber prestamista de última instancia que socialice las pérdidas provenientes de las malas decisiones del sistema bancario y financiero.

En este marco, nosotros proponemos una reforma monetaria y financiera que elimine el BCRA y vire hacia una banca libre. La eliminación del Banco Central se terminará ejecutando estableciendo una libre competencia de monedas. La reforma bancaria y financiera establecerá dos tipos de bancos. Por un lado, habrá Bancos Almacén de Valor. Por el otro, operarán Bancos de Inversión.

En el tramo Almacén de Valor, las instituciones bancarias recibirán solo depósitos en guarda, con lo cual operarán con un encaje del 100% respetando las formas de derecho y la propiedad privada. No harán intermediación financiera, y sus ingresos provendrán solo de las comisiones cobradas por custodiar el dinero de sus depositantes. Por otra parte, el tramo Banca de Inversión operará con encaje fraccionario y sus ingresos provendrán de la intermediación financiera, pero sin BCRA que actúe de prestamista de última instancia, sus pérdidas no serán socializadas. Por el contrario, sus malas decisiones crediticias y financieras deberán ser asumidas con capital propio o con la quiebra.

Nuestra reforma monetaria y bancaria/financiera se instrumentaría en cuatro etapas. La primera etapa consistiría en separar la Banca Almacén de Valor y la Banca de Inversión. En esta etapa, los agentes económicos gozarían de un determinado tiempo para separar sus depósitos y distribuirlos entre los dos tipos de banca. El horizonte temporal de esta etapa sería establecido en función de la duración de la cartera crediticia de los bancos para minimizar el problema del descalce temporal. Luego de haber separado los dos tipos de bancos y cubiertos todos los desajustes monetarios y financieros (recordar que se trabaja con la duración promedio del sistema), en la segunda etapa se procede a eliminar toda regulación del sistema financiero.

Tercero, se lanza un sistema monetario de libre competencia de monedas en el cual los agentes económicos pueden elegir libremente cualquier moneda para hacer transacciones económicas y ahorrar. Cuarto, siguiendo el teorema de la regresión monetaria de von Mises (sostiene que una moneda se demanda básicamente porque se piensa que conservará su valor y poder adquisitivo) y la historia argentina, pensamos que los agentes económicos argentinos terminarán eligiendo al dólar norteamericano como dinero. Cuando esta (supuesta) dolarización tome lugar, se procederá a liquidar los activos y pasivo del BCRA, en donde los pasivos monetarios remunerados (LELIQ y Pases) terminarán siendo liquidados contra los créditos del BCRA contra el Tesoro, y la base monetaria irá contra las reservas de la autoridad monetaria.

En este contexto, nuestra reforma monetaria, además de defender la libertad de los individuos protegiendo su derecho a elegir y su propiedad privada, deja a los políticos sin la posibilidad de falsificar dinero y cobrar impuesto inflacionario. Se destierra la “maquinita” creadora de impuesto inflacionario. Paralelamente, nuestra propuesta deja a los banqueros sin la posibilidad de lucrar con nuestro dinero depositado en guarda, obligándolos a ser cuidadosos y responsables a la hora de prestar dinero el dinero de los plazos fijos, ya sus pérdidas deberán ser afrontadas con billetera propia y no socializadas por el BCRA. Además, se modera la creación de dinero bancario, con lo cual se reduce la creación de depósitos y crédito sin respaldo, minimizando el ciclo económico (booms artificiales seguidos de recesiones).

En este marco, se elimina la posibilidad de corrida bancaria y se crean condiciones iniciales para que aumente la cantidad de ahorro genuino. ¿Por qué? Porque si nuestra reforma monetaria y bancaria es acompañada con reformas estructurales de fondo que empiezan por una reforma del Estado que baje el gasto y los impuestos en forma permanente, gran parte del ahorro argentino en dólares volvería al sistema, propiciando un crecimiento exponencial del ahorro que se traduciría en baja (en serio) de la tasa de interés, con lo cual el crédito, la inversión, la acumulación de capital y el crecimiento podrían volar en Argentina. Más adelante en este libro vamos a ampliar la propuesta; pero antes, para entender cabalmente qué es el dinero y cómo funciona, conviene hacer un repaso de su historia.

3. Mises identifica tres motivos por los cuales la demanda de dinero puede modificarse, afectando el poder adquisitivo del dinero (valor de cambio objetivo). Primero, cuando determinados bienes son desmonetizados, o sea, pierden su demanda como dinero. Esto le sucedió a la plata a final del siglo XIX. Segundo, cuando los individuos suben su demanda de dinero como resultado de un aumento de la incertidumbre y por ende, una mayor aversión al riesgo. Esto es lo que sucede con las deflaciones post burbujas ocasionadas por la exuberancia monetaria y borrachera crediticia, como en Lehman 2008 y/o ahora en 2020. Tercero, aumenta la población, la producción y la extensión de los intercambios transaccionales. Claramente, esta es el motivo “estructural”.

4. Ver “Las raíces totalitarias del fracaso argentino” de Meir Zylberberg; Editorial Union

5. No se considera dentro del promedio a 1991, primer año de la Convertibilidad. La convertibilidad baja la inflación de 2314% (1990) a 84% (1991) en su primer año.

6. Los datos de Inflación se calculan a partir de los datos de INDEC hasta 2006. Se utiliza IPC Congreso en 2007/2016. Se vuelve a utilizar INDEC para 2017/2019.

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