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b) Del trueque al dinero

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Para entender la inmoralidad que representa un Banco Central es necesario entender cómo surgió el dinero y por qué debe volver a sus orígenes.

Como sabemos, las primeras sociedades se organizaron en torno al sistema de trueque. Cada bien tenía un precio de trueque en términos de todos los demás bienes y cada persona salía ganando cuando intercambiaba lo que necesitaba en menor medida por bienes que necesitaba más. Así surge la economía de mercado, montada sobre un entramado de intercambios mutuamente beneficiosos para todos. ¿Por qué tiene lugar un intercambio? Porque ambos lados de la transacción atribuyen más valor a lo que reciben que a lo que entregan; y justo por eso ambos lados se benefician. ¿Y por qué es posible el intercambio? Por la variedad que existe en los hombres y en los recursos. El igualitarismo no existe ni en la naturaleza ni en el ser humano. Esta gran variedad, al tiempo que vuelve posible el intercambio, conduce a la especialización. Si todos debieran ser autosuficientes, no existiría el comercio y, obviamente, nuestra calidad de vida sería muy inferior. Como dice Murray Newton Rothbard: “El intercambio es la sangre vital, no solo de nuestra economía, sino de la civilización misma. Sin intercambio no habría prácticamente economía y tampoco sociedad” (7).

Al principio, entonces, se intercambiaban directamente bienes y servicios por otros bienes y servicios. El trueque representó un progreso modesto respecto de la autosuficiencia: más o menos como la esclavitud respecto de la matanza del rival vencido. El trueque mantenía a la economía apenas por encima del nivel primitivo, ya que enfrentaba tres grandes problemas: i) la “indivisibilidad”, ii) la “falta de coincidencia en cuanto a necesidades” y iii) el problema del cálculo económico. Esto limitaba la producción misma.

Primer problema: la cantidad de operaciones era realmente muy baja. El individuo A tenía que encontrar a un individuo B que quisiera adquirir justo lo que A tenía disponible, a cambio de algo que necesitaba B. Si un granjero que tenía huevos deseaba comprar cuchillos, debía encontrar un cuchillero que quisiera, en ese mismo momento, huevos. Si al cuchillero no le gustaba comer huevos, el granjero debía gastar tiempo y energía hasta encontrar un cuchillero a quien sí le gustaran. Como escribió Menger: “Muy raras veces se da el caso de que una persona posea un bien que tiene para ella menos valor de uso que el bien que posee otra persona y que cabalmente esta segunda opine lo contrario. Y raras veces aún ocurre que lleguen a encontrarse precisamente ellas dos” (8).

Segundo problema: la divisibilidad. Si alguien poseía solo una casa y deseaba cambiarla por diversos alimentos, ropa y utensilios, no podía hacerlo en un mundo de trueque. Debía quedarse desnudo en su casa sin acceder a los alimentos, ropa, ni libros. Este propietario inmueble enfrentaría un problema sin solución en un mundo de trueque.

Tercero y no menor, el trueque impedía el cálculo económico. Las empresas deben ser capaces de calcular si están aumentando o reduciendo sus ingresos y su patrimonio en cada transacción. Sin cálculo económico no se puede saber qué, cuánto, cómo y de qué calidad producir. El trueque no lo permitía. Por consiguiente, era un sistema adecuado solo para una sociedad muy primitiva. Las limitaciones del trueque se superaron con la invención gradual del dinero.

El dinero es una de las invenciones más ingeniosas, importantes y productivas de la historia de la humanidad. Es uno de los pilares de la prosperidad humana. Permitió dejar atrás los tres grandes problemas del truque que obstaculizaban el desarrollo de la civilización. La invención del dinero eliminó el intercambio directo y posibilitó el indirecto. Mediante el intercambio indirecto, uno vende su producto, no a cambio de un bien o servicio que se precisa directamente, sino a cambio de otro bien que, a su vez, es vendido a cambio del bien que uno necesita.

El dinero separó temporal y espacialmente las dos transacciones que, con el trueque, debían suceder en el mismo momento y lugar. Con trueque el agente A le vendía al agente B el bien X a cambio del bien Y. Se vendía X y se vendía Y en forma simultánea. Por el contrario, con la aparición del dinero, el señor A pudo venderle al señor B el bien X, pero luego pasó a poder comprar el bien Y a otro señor C en algún tiempo futuro, porque el dinero es reserva de valor (función derivada fundamental del dinero) y medio general de intercambio (función esencial del dinero). Volviendo al ejemplo de los huevos y los cuchillos: con el dinero, el granjero vendió sus huevos y resguardó el valor de su producción en forma de dinero. El cuchillero vendió sus cuchillos y resguardó el valor de su producción en forma de dinero. Ambos pudieron hacerlo porque sabían que el dinero era medio general de intercambio y sería aceptado en el futuro. No solo eso: permitió que el productor de cuchillos pudiera comprar huevos a cualquier granjero (y viceversa), independizándolos de la necesidad de buscar a alguien que deseara su producto. Esto le permitió ahorrar tiempo; lo usó para especializarse, mejorar y adquirir más ventajas comparativas. Produjo más y se generaron economías de escala. Lo mismo sucedió con todos los productores de la economía. El ahorro aumentó, la inversión creció, se acumuló capital, se ganó productividad y se apuntaló el crecimiento económico.

Así pasamos a vender nuestra producción para adquirir dinero y luego cambiarlo por cualquier otro bien que necesitáramos. Así también se superó el problema de la indivisibilidad; pudimos vender nuestra casa por dinero y luego esa cantidad de dinero intercambiarla de a “poco” por los distintos bienes y servicios que queríamos comprar. Además, esto facilitó el cálculo económico, ya que todos los ingresos y gastos provenientes de las transacciones se expresaron en términos de dinero. Las empresas pudieron calcular cuánto y cómo producir, y además calcular y averiguar si ganaban o perdían.

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