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c) Una estafa monumental

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El Estado, el BCRA, sus burócratas y los banqueros son socios inmorales y cómplices inmorales, porque ambos ganan dinero a partir del mismo negocio, que no solo es espurio, sino que es a expensas de terceros. Es espurio porque consiste en falsificar dinero: inventarlo de la nada misma. Es a expensas de terceros, porque el retorno de negocio surge a partir de estafar a los privados. El Estado y el BCRA, a partir de la creación primaria (base monetaria) y los banqueros por medio de la creación secundaria (multiplicador monetario del dinero), ganan dinero con el señoreaje y por medio del impuesto inflacionario que cobran al sector privado. Burócratas y banqueros crean dinero de la nada y luego lo gastan, lo cual le otorga tanto al gobierno como a la industria bancaria un poder descomunal.

El Estado y los burócratas tienen este descomunal poder en base al monopolio de la fuerza, de la ley y del castigo del Estado. Los bancos, que son empresas privadas, obtienen este beneficio gracias a un extraordinario privilegio concedido por el Estado: la licencia para crear dinero a través de los sistemas Fiat y de reserva fraccionaria con los que operan. Del otro lado, los agentes privados indefensos. Es un juego de suma cero. Unos pocos ganan a expensas de muchos. Políticos, burócratas y banqueros estafan a los productores privados.

La emisión de este dinero “mágico”, sin respaldo, es una estafa como pocas. Por tres razones: primero, el gobernante falsifica dinero para cobrar impuesto inflacionario, que es el peor impuesto de todos, porque no se puede evadir, lo cual lo convierte en el instrumento más perfecto para que el gobernante expolie la propiedad privada de sus gobernados. Segundo, porque falsificando dinero el gobernante perjudica en mayor medida a los pobres. Tercero, y más grave de todo, la falsificación de dinero distribuye ingresos desde los gobernados hacia el gobierno.

El nuevo dinero fraudulento no tiene función social: solo es ventajoso para unos a expensas de otros. Ganan los que llegan temprano al dinero, pierden los que llegan tarde. ¿Quién llega primero? El burócrata del Estado llega primero al dinero recién emitido. Esto multiplica instantáneamente la cantidad de dinero físico, pero los precios suben un poco más tarde. Los gobiernos inyectan el nuevo dinero fraudulento para pagar sus gastos cuando los precios todavía no han subido, lo cual implica un beneficio neto en favor de los burócratas. Poco después, dado que hay más dinero y es fraudulento porque no tiene respaldo, su poder adquisitivo comienza a deteriorarse. Cada vez se necesita más dinero para adquirir la misma cantidad de bienes y servicios. Los agentes económicos privados, que recibimos el nuevo dinero fraudulento más tarde y cuando los precios ya subieron, perdemos. Claramente, los políticos son los grandes beneficiados por la emisión de dinero fraudulento, mientras que los agentes económicos privados somos los grandes perjudicados.

Si la emisión de dinero fuera fuente de prosperidad real, todos nos dedicaríamos a fabricarlo y todas las monedas serían aceptadas. Pero este mundo de fantasía no existe. La emisión de dinero fraudulento solo trae inflación. Si la falsificación proviniera solo de una banda de rufianes, su daño macroeconómico sería nulo. Pero la falsificación proviene del gobierno, que tiene el monopolio de la emisión. Por eso el daño es incalculable. Esta falsificación es legal y no tiene castigo. El gobierno tiene incentivos para emitir cada vez más. Así, la inflación está condenada a subir. El público se saca de encima el dinero cada vez más rápido, intentando gastarlo antes que pierda su poder adquisitivo, lo cual potencia la inflación.

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