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EL PROBLEMA DE LA ENFERMEDAD CRÓNICA
ОглавлениеConferencia del Dr. Edward Bach en el Congreso Homeopático de Londres de 1927
Con los primeros registros de la historia médica, podemos probar que lo que conocemos hoy como toxemia intestinal era ya consciente o inconscientemente reconocido, según se comprueba por las drogas y remedios usados por los antiguos médicos, muchos de los cuales eran laxantes y estimulantes del hígado, y por ende, en su efecto, limpiadores intestinales.28 A través de las épocas la ciencia médica ha intentado similares esfuerzos con diferentes métodos, e incluso hoy gran parte del tratamiento moderno que se lleva a cabo por medio de dietas, drogas e incluso cirugía, está basado en conceptos similares.29
El tubo digestivo necesariamente debe ser de máxima importancia. Su área superficial es mayor que la superficie dérmica de nuestro cuerpo. Además, tiene el poder de absorber toda sustancia con la que se lo baña, una propiedad que no posee nuestra superficie externa en ningún grado similar. Ustedes pueden sentarse en un baño de cianuro de potasio sin efectos nocivos, pero una pequeña cantidad de esta sustancia podría ser fatal en el estómago; pueden bañarse en agua plagada de tifus, difteria u otros bacilos sin dañarse, pero si una cantidad microscópica entrara a la boca el resultado podría ser grave o fatal.
El contenido del tracto intestinal es el fluido en el que vivimos, del que obtenemos nuestro fluido y nuestro alimento, para nosotros se parece al agua en la que se mueve la ameba unicelular. Es esencial que esté puro y contenga lo necesario para la vida y libre de cualquier sustancia que, si es absorbida, pudiera ser dañina para el cuerpo y contra lo que no hay un mecanismo de protección.
Con seguridad, una de las maravillas de la Naturaleza es que haya podido manejar tal diversidad de contenido intestinal, así como con las diferentes razas que han probado sus poderes de adaptación. Consideren la variedad de dietas de los diferentes países, piensen en la composición ampliamente diversa del contenido intestinal como resultado, y aun así las razas –hablando en general– sobreviven. Hasta ahora el castigo no es la muerte, sino la enfermedad; ni es la extinción, sino la simple degeneración.
Es muy probable que la raza humana, en su origen, haya intentado vivir de materia cruda, los frutos y el alimento de los trópicos, y así el conducto digestivo humano se adaptó [evolucionó] para funcionar con esa dieta. Sin embargo, los descendientes emigraron a climas templados y muchas naciones viven hoy casi completamente del alimento cocido, alterando de este modo por completo el contenido intestinal. Y aun así la raza sobrevive. Pero la humanidad no escapa por completo. Puede vivir pero sufre, padece cientos de enfermedades provenientes de un menor estándar de salud y fuerza, así como de pérdida de la vitalidad física.
Es improbable que la naturaleza humana, aunque quisiera, pudiese volver sobre sus pasos y retornar a una condición primitiva; incluso si ese fuera el resultado final, no nos preocupa. Nos interesan los incontables millones de seres de esta, nuestra era, y la era del futuro cercano, que exigirán vivir como lo hacemos hoy, e indudablemente claman por salud y alivio para su sufrimiento. Debemos responder a las necesidades actuales, no quedarnos de brazos cruzados esperando un futuro ideal.
Cuando una raza vive de alimentación no natural, el contenido intestinal cambia química, física y bacteriológicamente. Todos estos factores importan pero en aquellos pueblos a los que nos referimos, el cambio bacteriológico importa más.
Los caracteres químicos y físicos pueden producirse en cierta forma dentro de un rango normal, por medio de una dieta no muy alejada de la que sigue la civilización, si a esta le agregamos frutas, ensaladas y otros alimentos crudos. Por tales medios puede remediarse la variación extrema, tanto en la condición química como física, dentro de los límites de las dietas que no son incompatibles con los alimentos que en la actualidad podemos tener en el hogar y restaurantes. Es posible almorzar y cenar diariamente en muchos restaurantes y seleccionar una determinada comida que conservará el intestino razonablemente limpio sin por ello ser considerados perturbados mentales o fundamentalistas. Pero aunque esto pudiera lograrse, no significa que por sí solo sea suficiente para curar la enfermedad.
Puede serlo en algunos casos, pero donde ha habido una infección por largo tiempo o donde la misma está profundamente asentada, el elemento bacteriano resistirá de todos modos po r un largo período a la mejoría en el contenido intestinal, y se deben crear otros métodos para apurar su eliminación; de ahí la importancia fundamental de la eliminación bacteriana a diferencia del estado químico y físico anormal, debido a lo complejo de su corrección.
¿Se les ha ocurrido pensar alguna vez en la diferencia que existe entre el contenido del intestino grueso de un individuo que vive de alimentos crudos y otro cuya subsistencia se basa en alimentos cocidos?
En el último caso, como lo encontramos en la gente civilizada, el contenido es de un olor fétido, de color oscuro y de reacción alcalina; contiene muchos productos de putrefacción tales como el indol, y el contenido bacteriano está compuesto de colibacilos, estreptococos y organismos portadores de esporas. Comparemos esto con el individuo sano que se alimenta de comida cruda.
El contenido del intestino grueso es inodoro, de color claro, de reacción ácida libre de productos putrefactos, y el contenido bacteriano presenta bacilos de ácido láctico junto con colibacilos. Este contraste es en sí mismo un motivo para reflexionar seriamente.
En muchos casos puede obtenerse la curación sin alterar incluso una dieta poco natural, donde no existe una alimentación posible que pudiera dar un benefico, aunque no niego que la combinación (entre los alimentos naturales y los que no lo son) podría dar un mejor y más duradero resultado.
El punto esencial en relación con una dieta adecuada está en que mientras sean satisfechas las necesidades del cuerpo, se deberá mantener la reacción del intestino grueso levemente ácida en lugar de alcalina, como es mucho más común en la civilización occidental. La acidez depende del crecimiento del lactobacilo ácido y este organismo, una vez más, requiere de la presencia de almidón para asegurar su multiplicación. Las formas comunes de almidón se convierten en azúcar mucho antes de llegar al colon, pero la avena cruda, o mejor aún las nueces molidas, son medios convenientes para suministrar almidón que permanece mucho tiempo sin convertirse en azúcar en la parte superior del intestino.
No estoy seguro de que se haya probado que esta clase de bacterias –tema de esta ponencia– sea la causa de la enfermedad. Puede ser el resultado, pero sostengo que el grupo de organismos al que me referiré es persistente en los pacientes asociados a la enfermedad crónica. Por medio del uso de preparados hechos a partir de las mismas bacterias tenemos un arma más poderosa en la lucha contra todo tipo de enfermedad crónica.
Una vez más me refiero a estos organismos, indicadores de la posible enfermedad o presente, cualquiera sea el momento en que se los halle, y que pueden encontrarse en la gran mayoría de nuestros compatriotas. Podría preguntarse por qué, si son tan mortales, la enfermedad no siempre se puede demostrar. La respuesta es que su virulencia inmediata es pequeña, y los cuerpos que comienzan con un grado aceptable de buena salud pueden enfrentar sus toxinas durante años sin inconvenientes aparentes. Pero a medida que la vida avanza, con sus múltiples presiones, la tensión de mantener alejados a estos organismos, o posiblemente las condiciones que los originan, se comienza a expresar y de inmediato se presenta una brecha en las defensas y la enfermedad entonces se manifiesta. Esto se debe a un quiebre que normalmente se posterga hasta una edad mediana, cuando comienza la siguiente generación. La resistencia a estos organismos no tiene un poder muy activo porque a menudo se cree que la naturaleza, si bien es cuidadosa con la clase, es descuidada con la vida individual. De igual modo, el largo período de latencia de la tuberculosis llevó a creer durante muchos años que no era infecciosa.
Los gérmenes de los que hablo son los bacilos gramnegativos del gran grupo colitifoideo. El punto importante es que son incapaces de fermentar la lactosa, algo que los distingue de los propios colibacilos.
No son patógenos en el sentido común, como los de la tifoidea, la disentería o los bacilos paratifoideos, y en el pasado no se les dio mayormente importancia. No son idénticos pero se hallan estrechamente relacionados con estos organismos y pertenecen a su clase.
Su número es enorme, probablemente infinito. Es posible investigar cientos de ellos sin obtener dos cepas idénticas.
Sin embargo podemos agruparlos, aun cuando sea una clasificación relativamente rudimentaria; se debe comprender que cada grupo contiene una gran cantidad de variedades que difieren unas de otras por algún ínfimo detalle.
Para la finalidad de este trabajo, los bacilos que no fermentan la lactosa han sido reunidos en uno de los seis grupos:
• Disentería
• Gaertner
• Alcalígenos fecales
• Morgan
• Proteus
• Coli mutabile
Están agrupados según sus poderes de fermentación de ciertos azúcares, y sólo se han usado algunos azúcares para mantener un pequeño número de grupos. Si se usa una vacuna autógena para el tratamiento no importa la definición exacta del organismo y la polivalente arroja un espectro muy amplio y contiene muchos representantes de cada clase.
Por lo tanto, estos bacilos en su mayoría se consideran inofensivos, pero son realmente el indicio y, si se utilizan apropiadamente, el medio de cura de la enfermedad crónica.
La evidencia clínica del poder de curar está muy bien establecida como para dejar dudas, aunque el laboratorio está acumulando experiencia de naturaleza no clínica que muestra la relación entre estos organismos y la enfermedad.
A través del examen diario de las heces de un paciente, registrando el porcentaje de organismos presentes en forma de gráfico, es posible mostrar la relación entre la condición del paciente y el porcentaje hallado.
Por porcentaje me refiero a la relación entre organismos anormales que no fermentan la lactosa y el número de colibacilos presentes. En general, se considera normal cuando sólo el coli está presente, pero esos bacilos anormales pueden hallarse en cualquier porcentaje, de 1 a 100 del total de las colonias obtenidas.
A partir de la alteración en el porcentaje durante el tratamiento puede obtenerse aproximadamente todo lo favorable que puede responder un paciente.
Como regla general los organismos hallados se mantienen fieles al tipo para cualquier caso dado. Es decir, un tipo Gaertner no parece cambiar a un tipo Morgan o a un Proteus.
Si se analizan a diario las heces de un paciente y se registra en un gráfico el porcentaje de los bacilos anormales, se verá que no están presentes de manera uniforme, sino que se manifiestan en ciclos. Quizá durante cierto tiempo las muestras están libres de bacilos y luego aparecen, se elevan rápidamente en cantidad, permanecen en el punto más alto durante un intervalo, y luego disminuyen hasta desaparecer.
Los períodos libres de bacilos, los de la fase en que se manifiestan y el porcentaje máximo por ellos alcanzado varían en casos diferentes, pero la condición clínica del paciente mantiene cierta relación con la curva de los organismos presentes en los especímenes.
Esta relación no está lo suficientemente desarrollada como para establecer leyes claras, ya que existe más de un tipo de curvas; pero puedo asegurarles que hay una relación definida entre las condiciones clínicas y el porcentaje bacteriano. Como ejemplo de ello, obtenemos un mejor resultado después del tratamiento con vacunas cuando existe una corta fase negativa seguida de una fase más alta y más prolongada que la que corresponde a la rutina habitual del paciente. En general, aquellos casos donde hay poca o ninguna modificación de su tipo habitual, por supuesto no lo hacen tan bien.
Aún queda mucho por hacer en esta línea, lo que nos llevará a un resultado provechoso.
Es extraordinario lo rápido que puede alterarse el contenido bacteriano. Tal vez después de semanas de análisis negativo, dentro de las treinta y seis horas los especímenes pueden contener el cien por ciento de los bacilos anormales.
Aún se desconoce qué sucede para que se produzca este resultado. Si estos organismos matan a los colibacilos normales, si el colibacilo se transforma en tipo anormal, si lo que cambia es la condición del contenido intestinal o si es el propio paciente quien causa este cambio. Esto nos lleva a continuar en la investigación, y cuando se resuelva el problema habremos hecho un gran avance hacia el conocimiento de la causa de la enfermedad.
Pero cualquiera sea la explicación ya está establecido que el porcentaje de los bacilos en los especímenes tiene una relación directa con la condición del paciente en sus fases variadas desde un punto de vista clínico.
Otra característica curiosa es la estabilidad de un tipo particular de bacilo en un sujeto dado, el cual ya he mencionado. Por varios años, sin importar la frecuencia de los exámenes o la condición o enfermedad del paciente, el tipo particular se mantuvo fiel. Además, es extraño encontrar más de un tipo en el mismo caso, aunque esto puede suceder en un pequeño porcentaje.
Ciertos síntomas se manifiestan con mayor frecuencia en un tipo que en otro, y es probable que al realizar posteriores observaciones se encuentre una estrecha relación entre los síntomas específicos de una enfermedad y los tipos definidos de estos organismos. Si son la causa o el resultado, se asocian con la enfermedad crónica y podemos obtener un gran beneficio a través del uso de la vacuna desarrollada a partir de ellos. Ciertamente esto ha sido probado de manera concluyente durante los últimos doce años.
Me he referido al hecho de que la evidencia clínica del valor de este método de tratamiento es suficiente para que no queden dudas. Tal afirmación debe justificarse. Cientos y miles de pacientes han sido tratados con este método por una considerable cantidad de médicos, tanto con preparaciones hipodérmicas como potenciadas. El 80% de esos pacientes ha mostrado mejoría (para mencionar un número moderado); sólo algunos han manifestado poco beneficio, la mayoría con un alivio muy definido, muchos con resultados brillantes, y alrededor de un 10% prácticamente milagrosos.
No es sino con años de experiencia y experimentación y con la observación de miles de casos que hago esta afirmación ante ustedes; no sin la cooperación, observación y experiencia de los médicos de las Islas Británicas que respaldarán esta evidencia.
Los pacientes pueden ser tratados con vacunas de estos organismos, aplicadas con inyección hipodérmica, como se ha hecho hasta ahora durante una considerable cantidad de años. Esto no nos preocupa hoy, pero para mayores detalles puedo sugerirles ilustrarse con nuestro libro Chronic Disease [Enfermedad crónica].
El punto que deseo destacar es que mediante los preparados potenciados a partir de organismos muertos se obtuvieron buenos resultados, y tanto yo como otros creemos que serán aún mejores.
Durante siete años, y exhaustivamente en los últimos dos, tanto homeópatas como alópatas han utilizado estos preparados, y algunos alópatas han descartado el uso de la jeringa. Estas potencias pueden ser de dos tipos: autógenas y polivalentes. Deseo aclarar muy bien este punto.
Una preparación autógena es desarrollada a partir del bacilo de un paciente en particular, que es potenciada y utilizada en ese paciente.
Una preparación polivalente implica recolectar organismos de algunos cientos de pacientes, mezclarlos y potenciarlos en su totalidad. Esta preparación es de la que les he hablado en una ocasión anterior como un nosode que había que tener en consideración.
La autógena es sólo para el uso del sujeto del cual fue preparado o tal vez para algún paciente que tenga una infección idéntica. Por otra parte, la polivalente se prepara con el fin de cubrir tantos casos como sea posible. Antes de llegar a conclusiones definitivas debemos obtener los resultados de dos experiencias más. Sin embargo, eso no es lo más importante, porque si la autógena tuviera que mostrar un porcentaje superior de buenos resultados, la variedad polivalente es tan exitosa como para ser un nosode digno de consideración, como un nosode adicional para el conocimiento médico homeopático. Además, los resultados obtenidos por cualquiera que lo pruebe serían lo suficientemente buenos (y puedo decirlo en confianza) que si fallaran probablemente se animarían por lo menos a probar con la autógena, y así la experiencia comparativa acumulada sería suficiente como para poder sacar conclusiones.
Actualmente, se está trabajando sobre el tema, pero pasará un tiempo antes de poder exponer una declaración definitiva. Se espera que por medio de pruebas variadas sea posible establecer si la polivalente, la autógena o una mezcla de las dos o tres cepas serán la forma perfecta de administración para un paciente en particular.
Es necesario que los demore por un momento para que esta ponencia pueda estar completa, para darles los detalles técnicos exactos de la preparación a fin de que cualquier bacteriólogo competente pueda preparar las potencias.
Las heces se analizan en un agar ribípelo de Mac Conkey incubadas dieciséis horas. Luego de este período los organismos crecen como colonias rojas o blancas. Si fermentan la lactosa con la producción de ácido, ese ácido reacciona sobre el rojo neutro del medio, originando una colonia roja; si son no fermentadores de lactosa no se forma ningún ácido, ni actúan sobre el rojo neutro y las colonias crecen blancas. De ahí que sólo interesen las colonias que después de la incubación son de color blanco.
Los cultivos hechos a partir de colonias blancas, que rechazan las de color, en líquido de desecho agar, incubado durante quince horas sumado a las reacciones del azúcar, determinaron agrupar los organismos.
Un cultivo se lavó en 2 cc de agua destilada.
Sellado y calentado a 60ºC durante treinta minutos.
Triturado con lactosa, el total en 9 o 99 g de lactosa.
Esto produce la primera potencia decimal o la primera potencia centesimal, según la cantidad de lactosa utilizada. Las potencias superiores se hacen por trituración superior a la 6ª C o a la 12ª x, y de ahí en adelante con los medios usuales de fluidos.
Se necesita especial cuidado al esterilizar todos los aparatos usados, para liberarlos de una potencia previa. El calor seco de por lo menos 140°C durante 15 minutos es probablemente más efectivo que el vapor o el calor húmedo.
El nosode polivalente se obtiene por medio de los cultivos recolectados de varios cientos de casos, colocándolos en una botella estéril a medida que se van obteniendo. Cuando se ha obtenido la cantidad suficiente de un total de 1 cc se potencia bien mezclada y se la agita como se señaló anteriormente.
Hasta donde llega mi conocimiento no existe nada en este nosode contrario a las leyes de Hahnemann, y creo que como remedio único es más completo que cualquier otro nosode único que se conozca.
Éste es un vínculo entre las escuelas de homeopatía y alopatía, descubierto por un miembro de la vanguardia alópata que halló que estaba en línea con los principios homeopáticos. Por lo tanto, les presento este nosode como un remedio digno de ser incluido en su farmacopea.
Es especialmente útil como un remedio básico en los casos en que fracasa la respuesta a las drogas comunes o donde no se indica ningún remedio en particular, aunque su uso no necesita restringirse solamente a tales casos.
Aún hay mucho trabajo por hacer, los experimentos que se están realizando intentan hallar si estos organismos son la causa o el efecto de la condición del paciente.
Este nosode se está probando en los Estados Unidos y en Alemania, y en este país los alópatas lo están utilizando en un número considerablemente mayor que los homeópatas. Algunos alópatas que durante años habían tenido buenos resultados con la variedad hipodérmica de la vacuna, han desechado por completo la jeringa a favor de la potencia.
Creo que el uso correcto de este nosode es considerarlo como un remedio básico, y no tengo dudas de que los resultados más brillantes se obtendrán cuando esté seguido de un tratamiento homeopático, ajustando los síntomas al remedio apropiado.
El nosode es capaz de eliminar en mayor o menor grado un problema básico realmente profundo. Por así decirlo, purifica a los pacientes y tiende a limpiarlos por completo hasta que muestran claramente un síntoma similar y los vuelve mucho más receptivos a sus remedios. Entonces, aunque han sido brillantes los resultados obtenidos por los alópatas, en vuestras manos deberán ser mucho mejores.
Apelo a ustedes a que prueben el nosode, úsenlo en aquellos casos donde ha fracasado otro tratamiento y en situaciones donde un remedio no es claramente indicado. Puedo decirles que con seguridad sólo tienen que hacer la prueba y comprobarán su gran valor.
No estoy poniendo demasiado énfasis en el preparado autógeno porque sé que el polivalente como nosode les atraerá más. En caso de administrar vacunas en forma hipodérmica, es casi esencial tener un autógeno para obtener los mejores resultados; aquí el 95% de los pacientes reacciona mucho mejor a su propia vacuna y sólo cerca de un 5% responde más definidamente a la polivalente, pero en el caso de esta variedad potenciada es muy pronto para hacer algún tipo de afirmación. Tal es el éxito del polivalente que me inclino a pensar que en algunos es mejor que el autógeno, y en la mayoría de los casos es igualmente bueno, aunque probablemente siempre habrá ciertos casos en los que sólo responde a un nosode personal preparado a partir de sus propios organismos.
El nosode, el remedio preparado a partir del material de la enfermedad, precedió a la bacteriología y a la vacuna, pero la relación desde la última hasta la primera es obvia. A su escuela, a ustedes, pioneros en el uso clínico de la enfermedad que cura la enfermedad, ofrezco un remedio que creo es poderoso contra la más profunda de todas las enfermedades, la toxemia crónica, la que el genio de Hahnemann adivinó y bautizó. Si creo poder aclarar más su naturaleza de lo que fue posible para él, no tomo ni una pizca de su gloria; más bien, creo estar confirmando y extendiendo su trabajo, y así le estaría rindiendo el único homenaje que hubiese deseado.
Nota aclaratoria