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EL REDESCUBRIMIENTO DE LA PSORA32
ОглавлениеPor Edward Bach, M.B., B.S., M.R.C.S., L.R.C.P., D.P.H.33
El objetivo de este artículo es continuar la discusión sobre los problemas que les presentó el doctor Dishington34 en su última reunión, acerca de determinados nosodes preparados a partir de organismos anómalos del intestino, problemas que han sido expuestos en diferentes ocasiones durante los últimos ocho años. Deseo describir el desarrollo, la evolución de estos nosodes y los procesos de pensamiento, razonamiento y métodos que los han llevado al lugar que ocupan actualmente.35
Para poder obtener el estado efectivo actual de estos nosodes fue necesario tener en cuenta tres principios fundamentales: 1) el descubrimiento del grupo de bacilos que constituyeron su base; 2) el valor de las leyes de Hahnemann36 en cuanto a la repetición en la aplicación de las dosis, y 3) el hecho de que los nosodes fueran efectivos en un estado potencializado.
En 1912 se reconoció que en el contenido intestinal, tanto de personas aparentemente sanas como de personas enfermas, se encontraba una clase de bacilos que hasta ese momento no se habían considerado importantes, pero que luego se comprobó su asociación con enfermedades crónicas.
Estos organismos eran de los distintos tipos de bacilos, que no fermentan la lactosa, pertenecientes al extenso grupo colitifoideo, muy próximos a los tifoideos, disentéricos y paratifoideos, aunque no ocasionaban ninguna enfermedad aguda y, de hecho, sin asociarse a ningún estado mórbido específico. Al no existir dicha relación, en el pasado no se los consideró importantes y fueron ignorados por los médicos clínicos y bacteriólogos.
Debido a la frecuencia y al alto porcentaje en que estos bacilos se encontraban presentes en casos en los cuales no se pudieron aislar otros organismos anómalos o patógenos, se decidió utilizarlos en vacunas para ver si se obtenía algún beneficio en casos de enfermedad crónica, comprobándose que, a pesar de no ser patógenos en el sentido corriente de la palabra, se lograban grandes beneficios al usarlos como agente terapéutico.
Se evidenció que con esas vacunas se podía producir un leve empeoramiento de todos los síntomas en un caso crónico, y que en circunstancias favorables seguía una mejoría definitiva. Se registraron algunos casos con buenos resultados, pero el porcentaje era relativamente bajo debido al hecho de que las inyecciones se aplicaban con demasiada frecuencia y a intervalos regulares, como por ejemplo una semana o diez días, con consecuencias de sobredosis o interferencias en el inicio de la reacción benéfica.
Actualmente, algunos bacteriólogos y un considerable número de médicos clínicos pueden atestiguar la indudable conexión que existe entre estos organismos y los trastornos crónicos, y entre ellos y la toxemia intestinal con sus consecuentes resultados mórbidos, de manera que ya no quedan dudas sobre esta relación. Cientos de médicos lo han demostrado a partir de los resultados clínicos obtenidos mediante el uso de preparados con estos organismos, y la evidencia es concluyente. También se han cotejado pruebas de laboratorio para demostrar la estrecha conexión entre estos grupos de organismos y la enfermedad.
Si cultivamos muestras de un paciente diariamente durante un período considerable, descubriremos que estos organismos anómalos, que son el tema de este artículo, no están presentes de forma continua y constante, sino que en algunas fases negativas que están completamente ausentes y en otras fases positivas se hallan presentes en proporciones variables. Además, el número total de estos organismos durante las fases positivas varía día con día.
Si empezamos un cultivo durante una fase negativa, al cabo de un tiempo van apareciendo poco a poco en las muestras, aumentan de manera constante cada día hasta que alcanzan el máximo y luego vuelven a disminuir hasta que estos cuerpos desaparecen.
Tanto el porcentaje máximo como la duración de las fases positivas y negativas pueden variar considerablemente en diferentes personas, aunque el hecho interesante es que la salud del individuo, ya sea en la enfermedad o en un estado aparentemente saludable, varía directamente con estas fases.
Comúnmente, en casos de enfermedad crónica los síntomas son peores hacia el final de la fase negativa y se alivian cuando hay una producción de organismos anómalos; en términos generales, cuanto más grande es la producción más beneficio obtiene el paciente. En individuos aparentemente sanos llega a ocurrir que están por debajo del estándar normal y de su forma habitual, generalmente en el mismo período del ciclo. Boyd y Paterson demostraron en Glasgow más puntos de la relación entre estos estados y la condición del paciente.37
El efecto de una vacuna normalmente consiste en causar una mayor y prolongada producción de organismos anormales en beneficio del paciente. El seguimiento diario da cuenta del estado de los pacientes y su progreso, y es importante para escoger el momento adecuado para la repetición de las dosis. Desde el punto de vista clínico y de laboratorio, se aprecia que estos grupos de organismos tienen una clara relación con la enfermedad crónica. El siguiente paso –el descubrimiento de que las dosis no deberían ser administradas a intervalos regulares, sino de acuerdo con la respuesta del paciente– llegó de inmediato: en los laboratorios del Hospital Escuela de la Universidad, al tratar casos de neumonía con vacunas se descubrió que se obtenían mejores resultados cuando las dosis se administraban en función de cómo reaccionaba el paciente a la inyección, y que si después de una dosis el pulso y la temperatura disminuían, los resultados eran mucho más satisfactorios si no se aplicaba ningún tratamiento ulterior, siempre y cuando la mejoría continuase, repitiendo el tratamiento sólo si el pulso y la temperatura tendían a aumentar nuevamente. Las curas se producían más rápidamente y con un mayor porcentaje de resultados exitosos, y se necesitaron considerablemente menos dosis de la vacuna.38
Al comprender esto, como es lógico, se intentó el mismo método con casos febriles agudos y otra vez se manifestaron resultados altamente beneficiosos. Cuando esto estuvo definitivamente establecido, el equipo de trabajo estimó que esta ley que parecía funcionar con las enfermedades agudas podría aplicarse para casos crónicos. Las conclusiones fueron incluso mejores de lo previsto.
En los casos crónicos se dejaba transcurrir un intervalo mínimo de tres semanas antes de repetir una dosis, dado que a veces la mejoría no se manifestaba antes de ese período. Si al cabo de tres semanas se observaba alivio, no se repetía la dosis hasta que la enfermedad se hubiera vuelto estacionaria o se produjera una tendencia a una recaída. Siguiendo esta línea, se descubrió que el período de mejoría en los distintos casos variaba entre dos y tres semanas, e intervalos mayores, que en muy pocos casos podían llegar hasta doce meses, y que se obtenían mejores resultados porcentuales cuando durante esa fase se interrumpía la administración de la dosis, aún cuando la dosis que debía haberse tomado era mucho más reducida. Este método tuvo tanto éxito, que se ha mantenido hasta la actualidad.
Se llega así a dos conclusiones:
1) que este grupo concreto de bacilos no patógenos del intestino, que no fermentan la lactosa, se asociaba de manera indudable con enfermedades crónicas;
2) que las vacunas elaboradas con ellos resultaban agentes curativos muy valiosos si se administraban según las leyes de Hahnemann, estudiando a la vez la respuesta del paciente, y no, como se había hecho hasta entonces, a intervalos regulares.
Fue en esta etapa, al llegar a su hospital como bacteriólogo, que fui introducido a la ciencia de la homeopatía. Al leer el “Organon” de Hahnemann por primera vez, uno se percataba de inmediato de que el trabajo de la escuela moderna de inmunología fue simplemente el redescubrimiento, a través de un método diferente, de hechos que él había reconocido un siglo antes, y que en combinación con algunos de los principios médicos homeopáticos, podían ser aplicados a varios grupos de bacilos y a preparados obtenidos de ellos, potenciándolos de la misma manera que se hace con un remedio homeopático. Se tardó muy poco en demostrar que los nosodes preparados de este modo eran de un gran valor terapéutico y que las investigaciones posteriores a lo largo de ocho años, durante los cuales se trataron centenares de casos, justificaban sobradamente las expectativas iniciales. Actualmente, estos nosodes no solo se utilizan en Inglaterra, sino también en mayor medida en Alemania y América, y en menor medida en Francia, Holanda y Suiza.
Visto desde el punto de vista homeopático, el primer hecho a considerar es si estos preparados obran de acuerdo con las leyes de Hahnemann y si son una ampliación de su trabajo. Muchos creemos que es así, pues como fundador de la homeopatía en más de un caso utilizó el producto mórbido de la enfermedad como base de un remedio y existen muy pocas dudas de que si él hubiese estado en condiciones de aislar estos organismos, los hubiera utilizado. Además, aún no podemos asegurar que estos organismos sean la causa, el resultado o un intento de curar la enfermedad. A lo sumo, puede decirse que existe una asociación, pero todavía es imposible determinar la naturaleza exacta. No es improbable que estos bacilos sean una variación del Bacillus coli, y éste deba considerarse más o menos como un habitante normal del intestino a partir de su universal presencia en nuestra civilización moderna, no sólo en personas, sino también en animales, pájaros, etc.,. Los experimentos tienden a indicar que durante los grandes cambios fundamentales en el cuerpo, la flora intestinal se puede alterar, como si intentara mantenerse en armonía, por ello no es imposible que estos grupos de bacilos sean los B. coli normales alterados para cumplir ciertas necesidades concretas, forzados a hacerlo a causa del estado alterado del huésped y que cuando las bacterias se encuentran en este estado, indudablemente constituyen valiosos agentes terapéuticos si se potencializan. La ciencia tiende a mostrarnos que la vida es un estado de armonía, y que la enfermedad es desarmonía o un estado de discordia en el cual una parte del todo no vibra al unísono.
Es interesante mencionar que se utiliza la lactosa para diferenciar estos organismos. La lactosa se distingue del resto de los azúcares en que es un producto animal, mientras que los otros son vegetales. Investigaciones recientes indican que para que un fermento pueda actuar sobre una sustancia debe ser capaz de vibrar en armonía con el peso atómico de la sustancia que debe fermentarse. Por lo tanto, esto significa que los organismos capaces de fermentar la lactosa son capaces de vibrar en armonía con el tejido animal, mientras que los que no son capaces de hacerlo son igualmente incapaces de estar en armonía con sustancias que no sean de tipo vegetal.
Si esta teoría logra resistir el paso del tiempo, nos hará avanzar considerablemente en el camino hacia la comprensión de las cosas de naturaleza fundamental, evidenciando que disponemos de un método para diferenciar los organismos beneficiosos de los que son nocivos para el hombre. Precisamente, cuando resultan perjudiciales decidimos potencializar estos productos y utilizarlos como agentes terapéuticos para la cura de la enfermedad. Naturalmente, en el resto de puntos los nosodes son idénticos a los remedios homeopáticos, y su preparación está exactamente de acuerdo con las leyes de la materia médica.39
Nadie que haya estudiado la toxemia intestinal en cualquier grado puede pasar por alto la similitud entre esta y la enfermedad básica descrita por Hahnemann como “psora”.40 Hoy no entraré en detalle al respecto, porque sé que el doctor Gordon, de Edimburgo, les expondrá con detenimiento esta similitud, para indicar las indudables pruebas de la naturaleza de la toxemia intestinal denominada psora.
Hahnemann enfatiza mucho la imposibilidad de tener más de una enfermedad a la vez. Esto se ha observado en la investigación de la flora intestinal; es sorprendente que sólo en los casos más raros se encuentre más de un tipo de organismo anómalo presente en un individuo, otro hecho que confirma la teoría de que ambos estados son idénticos.
A pesar de que sólo se presente un tipo de organismo durante un período particular, éste se puede modificar mediante una vacuna o nosode, o la administración de un remedio, lo cual indica que el tipo de organismo depende del estado del paciente, y que su naturaleza varía en función del terreno donde debe vivir. Por lo general, en personas que no han sido tratadas con métodos homeopáticos, el organismo permanece mucho más constante a su tipo durante un período prolongado.
El siguiente punto a destacar es hasta qué grado la escuela alopática está adoptando métodos homeopáticos. Esto es completamente aparte del trabajo al que me he referido esta tarde acerca de los nosodes, utilizados por un gran número de alópatas en diferentes partes del mundo, quienes han sido debidamente instruidos en los respectivos principios de repetición, de modo que no es esperable que se produzcan daños al respecto.
Otra escuela también ha trabajado de manera independiente la administración de vacunas orales, y actualmente las utiliza a gran escala en potencias bajas por vía oral. Por el momento, estos profesionales –con representación a nivel mundial– no han utilizado disoluciones mayores a 4x.
En los últimos años Besredka41 y otros han llevado a cabo una vasta tarea y han demostrado la eficacia de la administración de vacunas por vía oral, tanto como profiláctico contra la enfermedad como cura de la misma.
Gran cantidad de experimentos ha demostrado que se pueden inmunizar los animales contra organismos vivos a los cuales son muy susceptibles mediante unas pocas dosis por vía oral de una emulsión inerte de las mismas bacterias. Asimismo, los resultados de pruebas realizadas en las tropas son muy esperanzadores acerca de la posibilidad de que los mismos preparados puedan proteger contra la infección tifoidea, disentería, etc., para la sociedad en general. Es así que como profilaxis o tratamiento, la vacuna oral se está convirtiendo en una práctica común. Algunas firmas, no sólo locales sino a una mayor escala en Europa continental, han iniciado la fabricación de estos preparados en grandes cantidades.
Las suspensiones no se potencializan en el exacto sentido de la palabra, sino que debido al tamaño diminuto de la bacteria, la cantidad total presente es en realidad muy pequeña, y probablemente corresponde a 2x o 3x de un remedio homeopático; de ahí que sean tan próximos a vuestras potencias. Este trabajo, que crece y se extiende con rapidez, desde luego procede por completo de la escuela alopática y no tiene ninguna conexión con la homeopatía. Se ha desarrollado de forma muy independiente en los laboratorios científicos de la vieja escuela. De forma inconsciente, se vuelve a descubrir la obra de Hahnemann y se ha preparado una gran cantidad de remedios, aunque sólo en potencias bajas. La vieja escuela está intentando crear una materia médica completa, utilizando como base los distintos tipos de organismos, de los que naturalmente existen numerosas variedades.
Como ejemplo, presentamos una cita del boletín trimestral de una de nuestras principales firmas:
El terapeuta que utiliza las vacunas afirma que en una gran variedad de casos el uso de vacunas mediante una inyección subcutánea es beneficioso. Sin embargo, debemos admitir que existen muchos estados en los que la administración de una vacuna mediante una inyección está contraindicada. Los casos de fiebre aguda y los pacientes nerviosos que son hipersensibles pueden mencionarse como los ejemplos más importantes. No es ampliamente conocido que, en infecciones por estafilococos y estreptococos, las vacunas administradas en forma oral, como un medicamento corriente, son igual o quizás más efectivas que las administradas mediante inyecciones. Las visitas frecuentes para las inyecciones son innecesarias ya que el paciente puede tomar las vacunas orales en su casa en el horario indicado por el médico. En el tratamiento de forúnculos y ántrax se han obtenido algunos éxitos sorprendentes.
Otro aspecto importante a considerar por los homeópatas es algo que Hahnemann había comprendido muy bien: el estado incompleto de la materia médica y el hecho de que no pudiera abarcar todas las enfermedades existentes. Además, él se dio cuenta de que podían surgir enfermedades nuevas debido a las circunstancias cambiantes de la civilización, y que deberían buscarse nuevos remedios. Una vez más, su talento le permitió comprender que en la Naturaleza podían encontrarse infinidad de remedios apropiados para las enfermedades que pudieran surgir.
Las siguientes citas del “Organon” muestran la percepción de Hahnemann acerca de la necesidad de encontrar más remedios y del trabajo que deberían realizar sus seguidores para mejorar los descubrimientos originales para seguirle el paso a la enfermedad en sus características siempre variables:
Dado que el número de medicamentos con acción positiva comprobada es escaso, algunas veces sucede que sólo una parte de los síntomas de la enfermedad se encuentran en el registro de síntomas de medicamento más adecuado. Consecuentemente, debe emplearse este remedio incompleto contra la enfermedad a falta de uno completo. (párr. 133)
Si el medicamento que se elige en primer lugar corresponde realmente a la enfermedad de forma completa, debe curarla. Pero, si debido al número insuficiente de medicamentos totalmente probados y a la consiguiente restricción de nuestra elección, el medicamento seleccionado no es exactamente homeopático, entonces surgirán nuevos síntomas que a su vez indicarán el camino hacia el siguiente remedio que probablemente resultará útil (párr. 184).
Realmente conocemos sólo unos cuantos medicamentos de acción positiva probada y nos permiten descubrir un remedio para cada uno de los innumerables casos de enfermedad.
Cuando miles de observadores precisos e infatigables, en lugar de uno como hasta ahora, hayan trabajado en el descubrimiento de estos primeros elementos de una materia médica racional, ¡qué gran incidencia tendrá esto en todo el ámbito del ilimitado reino de la enfermedad! Entonces ya no se ridiculizará el arte de la medicina al considerarlo como un arte de conjetura carente de todo fundamento (párr. 122).
El reconocimiento de las enormes posibilidades en la variedad de la enfermedad se ilustra en los párrafos siguientes:
Cada epidemia o enfermedad colectiva esporádica debe considerarse y tratarse como un desorden individual, sin un nombre o definición específica, que nunca se había producido antes exactamente como en este caso, en esta persona y en estas circunstancias, y que nunca puede volverse a presentar en forma idéntica en el mundo (párr. 60).
Cada epidemia difiere de cualquier otra, a excepción de unas cuantas que están causadas por un miasma42 concreto e inalterable. Además, incluso cada caso de epidemia y enfermedad esporádica difiere de cualquier otro, exceptuando únicamente los que pertenecen a una de las enfermedades colectivas endémicas de otro lugar. Por lo tanto, el médico juzgará cada caso de enfermedad de acuerdo con sus características individuales. Cuando haya investigado sus características individuales y haya observado todos sus indicios y síntomas (ya que éstos existen para ser observados), tratará el caso de acuerdo con su individualidad (es decir, de acuerdo con el grupo concreto de síntomas que presente), con un remedio individual adecuado (párr. 48).
El último punto que deseo destacar es que Hahnemann también vislumbró la inagotable cantidad de remedios que se podían obtener con sólo empeñarse en ello. Vuelvo a citarlo:
Por otro lado, las fuerzas productoras de la enfermedad, denominadas “fármacos” o “medicamentos”, se pueden utilizar con fines curativos con una facilidad infinitamente mayor, con mucha más seguridad y con un rango de elección casi ilimitado; podemos dar a la contraenfermedad asi despertada (que debe eliminar la enfermedad natural que somos llamados a curar) una resistencia y una duración, porque el tamaño y el peso de la dosis está a nuestras órdenes; y puesto que cada medicamento difiere de cualquier otro y posee un amplio rango de acción, tenemos en la gran multitud de fármacos un número ilimitado de enfermedades artificiales a nuestra disposición, que podemos oponer con una elección decisiva al curso natural de las enfermedades y dolencias de la humanidad, y por consiguiente eliminar y extinguir los desórdenes naturales de una manera rápida y segura por medio de enfermedades muy similares producidas artificialmente (párr. 37).
Sin duda, en el futuro estos nosodes desempeñarán un papel preponderante en el tratamiento de la enfermedad, y si son esencialmente homeopáticos deberán distribuirse al mundo a través de los canales homeopáticos por dos motivos: primero, cualquier ampliación del trabajo de Hahnemann debería añadirse al suyo existente, en respeto natural a su talento, y segundo, más importante aún, estos nosodes sólo tendrán plenos resultados si se combinan con otro tratamiento homeopático. No debemos olvidar que probablemente estos nosodes representan solo un espectro de la enfermedad –el que Hahnemann incluyó con el nombre de psora– y que como tal, una parte de su acción está limitada y restringida a una determinada fase del tratamiento de la enfermedad, y no se puede esperar que bajo estas condiciones cubra todo su espectro. Por lo tanto, el prescriptor exitoso también debe disponer de los otros remedios que actualmente se encuentran en la farmacopea o que es posible que se añadan a ella en el futuro, para estar disponibles en en uno o más casos. Y si bien la escuela alopática está bien dispuesta a aceptar los nosodes –o, como los denominan, vacunas orales de bacterias–, de todas las formas limita la nueva farmacopea a esta parte de remedios y no obtendrá el beneficio de los cien años de experiencia de toda la diversidad de hierbas y remedios naturales tan ampliamente probados por la escuela homeopática.
Los nosodes se pueden considerar como inmensas fuerzas limpiadoras que mejoran el estado de un paciente, y que en ciertos casos realizan una cura completa, en otros casos purifican la condición general del paciente, quien antes no respondía y ahora se beneficia notablemente con otros remedios. Una vez más, el factor fundamental en la utilización de este tratamiento, es repetir con sumo cuidado las dosis de acuerdo con la respuesta del paciente, una ley con la que todos los homeópatas están familiarizados pero que los alópatas tardarán bastante tiempo en apreciar. Si estos nosodes se lanzan a la profesión a través del mundo alopático, su posibilidad de tener éxito es muy pequeña en comparación con lo que podría ser si se efectuara a través de los canales homeopáticos debido a la falta de una materia médica completa, por un lado, y la ley de la repetición correcta de las dosis –por el momento relativamente desconocida–, por el otro.
Los resultados prácticos de estos preparados han resultado tan notorios, que la cantidad de alópatas que ya los utilizan es mayor que el listado de homeópatas que existen en el Registro de Inglaterra; algunos han descartado totalmente la jeringa y el antiguo método hipodérmico para el uso del nosode, y se vislumbra un eventual peligro en el futuro si esta práctica se extiende demasiado sin el control de una autoridad, ya que sólo debería ser utilizada por quienes hayan recibido una formación específica.
La existencia de la homeopatía en este país depende hasta cierto punto de su capacidad de curar los casos en los que la alopatía ha fallado y la posesión de estos preparados permite que el alópata que los utiliza correctamente pueda competir en mayor medida que antes. Pueden estar seguros de que si la vieja escuela adopta este trabajo y se descubre el intervalo correcto entre las dosis, afirmará que es un descubrimiento enteramente suyo. El doctor Paterson, de Glasgow, uno de sus patólogos, trabajó con estos nosodes, se dedica a prepararlos y en la actualidad realiza otras investigaciones sobre el tema, de modo que ustedes, los homeópatas, prosiguen desde el interior mismo de la investigación el trabajo sobre los nosodes.
En conclusión, deseo mencionar los párrafos finales del artículo de abril de 1920 al que he hecho referencia:
Por el momento debería reconocerse que la ciencia está confirmando los principios de la homeopatía de manera totalmente diferente. Todos los honores de haberse anticipado a la ciencia más de un siglo deberían recaer en Hahnemann.
La actitud actual de la profesión médica en general es de respeto hacia la homeopatía; pero cuando se reconozca y aprecie de forma general la evidencia de que toda la investigación moderna conduce rápidamente a la dirección de las leyes de Hahnemann, la homeopatía será entonces reconocida como la magnífica ciencia que es.
Todos los miembros de vuestra Sociedad deberían mostrarse orgullosos de estar entre los pioneros; dejad que se vea que no se desvían ni lo más mínimo de las leyes fundamentales de su gran fundador. Porque la ciencia está demostrando en detalle el remedio similar, la dosis única y el peligro de una repetición apresurada.
Va a ser una lucha entre la antigua homeopatía y la nueva; encarguémonos de que la antigua reciba su parte del mérito, de que su estándar se mantenga alto y de que, fiel a sus enseñanzas, no se sumerjan en la corriente de la ciencia que meramente sigue el curso de Hahnemann.
Si fuera posible, desearía poder presentarles siete hierbas43 en lugar de siete grupos de bacterias, ya que parece existir cierta reticencia en la mente de muchos a utilizar algo asociado con la enfermedad en el tratamiento de estados patológicos. Posiblemente se trate de una visión de miras estrechas y en esta época nos sentimos inclinados a preservar la medicina perfectamente pura y nos hemos decantado un poco hacia el extremo opuesto, tal vez como reacción a las prácticas de la Edad Media y a la experimentación en animales actual. Además, puede ser que los organismos que se utilizan sean beneficiosos para la humanidad en lugar de perjudiciales.
Estamos realizando todo el esfuerzo posible para sustituir el nosode de bacterias por plantas; de hecho, hemos encontrado la correspondencia casi exacta de algunos de ellos; por ejemplo, el ornithogalum44 tiene vibraciones muy similares a las del grupo de Morgan45 y hemos descubierto un alga con la mayoría de las propiedades del tipo disentería. Pero aún falta algo que nos tiene en jaque en el esfuerzo de evitar el uso de los nosodes de bacterias. Este punto vital es la polaridad. Los remedios del campo y de la naturaleza, cuando se potencian tienen una polaridad positiva, mientras que los remedios asociados con la enfermedad son del tipo contrario; al parecer es esta polaridad inversa lo que resulta tan esencial en los resultados que se obtienen mediante los nosodes de bacterias. Quizás en un futuro se descubra una nueva forma de potencialización, que será capaz de invertir la polaridad de los elementos simples y las plantas, pero hasta entonces no tenemos otra alternativa.
El efecto beneficioso de estos nosodes ahora es aceptado internacionalmente y el beneficio que se obtiene día a día en la lucha contra la enfermedad es a gran escala, por lo que no parece que este beneficio deba ser negado a la humanidad hasta el momento en que encontremos un método concreto de combatir la psora de Hahnemann por medios que se ajusten a la mentalidad más exigente. Es infinitamen te más importante el hecho de que este trabajo debería ser reconocido como una continuación del trabajo de Hahnemann y, aunque no sea perfecto en sí mismo, puede conducir a descubrimientos posteriores. Su crecimiento y desarrollo debería ser vigilado y dirigido desde la escuela homeopática y tampoco debería permitirse su uso de manera abusiva por parte de aquellos que no comprenden los principios fundamentales sobre los que se establece.