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Debate

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El doctor C. E. Wheeler dijo que la Sociedad, bajo la dirección del presidente, obraba con acierto al dedicar un tiempo de esta sesión a debatir a fondo si este trabajo debía considerarse o no como una confirmación de los principios de Hahnemann.

Si el doctor Bach tenía razón, entonces quedaba claro que existían agentes de una naturaleza muy determinada relacionados con la psora y que los homeópatas no eran las únicas personas que tenían acceso a ellos. Ese es el punto que él quería destacar, dejando otros aspectos del tema a los conferenciantes posteriores. El asunto era importante desde el punto de vista de la posición de la homeopatía. Hasta entonces la profesión no homeopática había intentado reprobar la utilización de la homeopatía en el tratamiento de condiciones agudas en el trabajo de la salud pública.

Las enfermedades agudas se estaban controlando mucho más que antes y los homeópatas no tenían tantas oportunidades de mostrar que ellos podían curar mucho mejor estos casos (por ejemplo, la fiebre tifoidea y otras condiciones agudas), puesto que estos casos no se presentaban. La prevención era mejor que la cura y el pensamiento de la profesión no homeopática estaba centrado en la línea de la prevención. Por el hecho de poseer los medios para tratar el caso individual, era menos probable que los homeópatas se concentrasen en métodos de prevención, pero la escuela ortodoxa había seguido de forma natural esta dirección.

En los remedios mencionados por el doctor Bach, los miembros de la profesión no homeopática tenían muchas posibilidades de encontrar métodos apropiados para curar y finalmente para prevenir las enfermedades agudas, además de las crónicas, y a menos que los homeópatas fueran capaces de intervenir en este asunto, era muy probable que quedaran arrinconados y perdieran la ventaja de haber sido los primeros en este campo.

Era imposible escuchar la ponencia del doctor Bach y no darse cuenta de que este trabajo se había llevado a cabo desde el principio independientemente de cualquier conocimiento de homeopatía. Lo que antes habían hecho los homeópatas, ahora lo hacían otros y si no desarrollaban el uso adecuado de esta arma específica, a menos que estuvieran preparados para ocupar su lugar y reclamarlo debidamente, existía el peligro de ser dejados de lado y de que no pudieran hacer su contribución a la ciencia médica; contribución que procedía del hecho de tener cien años de experiencia en la aplicación de esta regla concreta, mientras que la profesión no homeopática sólo la aplicaría a una rama y sin el conocimiento que brinda la experiencia. Por lo tanto, en la Sociedad no debería haber dudas sobre lo que podríamos denominar lejanía. Todo lo que se hiciera en la Sociedad debería basarse en la experimentación, agrupando los resultados, para poder ver la ubicación de los remedios y su relación con el resto de la materia médica. Era muy posible proporcionar una patogénesis detallada de todos estos nosodes concretos, de modo que estos remedios se pudieran prescribir según los síntomas de los descubrimientos patológicos, para ayudar a muchos que parecían tener miedo al laboratorio de análisis clínicos. Había otro punto relacionado con este discurso a favor de una experimentación extensiva.

Las prescripciones homeopáticas, tanto si tenían éxito como si no lo tenían, por regla general profundizaban más en el caso tratado que las prescripciones que normalmente proporcionaban los alópatas. Si un remedio homeopático era mínimamente similar (o tenía alguna semejanza), por lo general afectaría a la enfermedad mejorándola o empeorándola. Normalmente era más difícil obtener resultados con estos nosodes en un caso tratado sin éxito por un homeópata que en un caso tratado por alópatas. Debemos recordar que los casos en que los homeópatas probarían estos nosodes serían los casos en los que hasta la fecha no hubieran sido exitosos y para los que no encontraban ningún remedio, pero al tratarse de casos en los cuales se habían esforzado por encontrar un remedio, no debían decepcionarse si al principio el resultado no era tan rápido como deseaban. Cuanto más se prescribía sin éxito, más difícil resultaba prescribir con éxito. Estos nuevos nosodes sin duda figuraban entre los remedios de acción más efectiva con los que se contaba.

El doctor Weir dijo que sabía muy poco sobre el tema que se discutía, pero que entendía que el doctor Wheeler mencionaba que si un paciente había sido tratado erróneamente con medicinas homeopáticas, era mucho menos probable que estos nosodes resultaran útiles. Si esto fuera así, debería considerarse a sí mismo como uno de los peores prescriptores, pues había utilizado este método varias veces y sólo había obtenido un único resultado beneficioso. Esto podría deberse a que existían reglas para el juego en todo, y si uno no cumplía las reglas no podía esperar tener éxito. El hecho de que lo hubiera intentado sin éxito no implicaba una crítica al método.

El doctor Bach y el doctor Wheeler no tenían nada que temer por parte de los homeópatas en cuanto al uso de remedios patológicos. Por su parte, él lo utilizaría todo y estaba dispuesto a dejarse guiar. Esperaba descubrir algo que hiciera que algunos de estos casos complejos fueran más fáciles de tratar mediante el uso del nosode. ¿Hasta qué punto este método iba a sustituir el tratamiento homeopático acostumbrado, vigente durante cien años? Quienes utilizaban la terapia de vacunas habituales se dividían en dos grupos: los que optaban por administrar una única dosis y esperar, y los que preferían repetirla con frecuencia.

El doctor Weir manifestó que ese día se produjo un hecho lamentable. Le trajeron a la consulta una niña con supuración de oído, que había estado bajo el cuidado de uno de los mejores bacteriólogos y a quien le administraran una dosis de vacuna cada sábado, y una dosis de hierro tres veces a la semana. La madre, una mujer inteligente, dijo que al principio, y hasta cierto punto, el tratamiento parecía útil, pero al cabo de un mes dejó de serlo, por lo que pidió cesar el tratamiento; sin embargo, el profesional decidió continuar. En este caso, el principio de dosis de Hahnemann era de gran valor.

El doctor Weir esperaba que se realizara un listado de síntomas como guía hacia un remedio, eliminando la necesidad del examen de heces frecuente. En ese punto surgiría la dificultad; los pacientes se opondrían a la preparación frecuente de placas de defecaciones, tanto por la molestia como por el gasto. Seguramente Hahnemann hubiera sido uno de los primeros en impulsar el estudio de estos nuevos métodos. En conclusión, el doctor Weir agradeció a las personas que trabajaban en este campo por lo realizado y por lo que estaban haciendo. Era consciente del aporte del doctor Bach, así como del gran trabajo de los doctores Dishington y Paterson. No debían pensar que sus colegas eran hostiles, desagradecidos o hipercríticos.

El doctor Goldsbrough dijo que muchos detalles técnicos en este tipo de tratamiento eran difíciles de asimilar por parte de quienes trabajaban en líneas diferentes, y considerando que incidía en la falta de respuestas en la discusión.

Deseaba hacer algunas preguntas al doctor Bach. Durante la velada clínica de junio, él (el conferenciante) expuso un caso de psoriasis complicada con eritema y mastitis. Era un caso muy interesante y al principio temió que la paciente desarrollara una enfermedad maligna en el pecho. La hinchazón desapareció con la fitolaca y a continuación la paciente presentó un eritema agudo en todo el cuerpo. Inicialmente la psoriasis desapareció, pero luego volvió a presentarse. La discusión de junio lo llevó a pensar que podía encontrar ayuda en la línea de trabajo del doctor Bach y el doctor Wheeler. Envió dos especímenes al laboratorio del hospital para descubrir si había algún organismo anormal a partir del cual se pudiera preparar una vacuna. En cada uno de los casos el informe indicó que no se había aislado ningún organismo. No envió un tercer espécimen, ¿debería haberlo hecho? La paciente aparentaba estar bien de salud, pero aún tenía psoriasis.

Parecía ser un caso crucial, no como prueba del principio sino para saber si debía aplicarse en esta oportunidad. El consejo del doctor Bach sobre el tema sería valioso. El doctor Bach había dicho que el organismo era un lactobacilo no fermentado. ¿Por qué se proporcionaba esa prueba concreta del organismo? ¿Era debido a la polaridad de la lactosa o a la polaridad que el doctor Bach pretendía descubrir en el nosode resultante? En relación con el punto mencionado, ¿por qué era una emulsión de la bacteria la preparación a partir de la cual se había creado el nosode? ¿Debía entenderse que la emulsión tenía la misma actividad que el bacilo? Era una pregunta pertinente para examinar y discutir. El doctor Goldsbrough mencionó que ya había argumentado en contra del doctor Hughes respecto al significado de la palabra “psora” de Hahnemann. Se la asociaba con erupción y picor, pero él rebatía ese punto y luego investigar en la biblioteca del Colegio de Cirujanos había llegado a la conclusión de que el concepto de Hahnemann era mucho más amplio que suprimir una erupción con picor, pero siempre relacionado con una irritación cutánea general. ¿Debía pensarse siempre en una erupción reprimida en los casos en que el nosode iba a ser beneficioso?

Otro punto era que lógicamente el método propugnado era bastante descabellado en comparación con el tratamiento homeopático usual, y el doctor Goldsbrough consideraba muy importante la sugerencia del doctor Wheeler acerca de la diferencia. Por lo tanto, era necesario obtener una orientación clara.

El doctor Wheeler sugirió que sería aconsejable que el doctor Bach respondiera a esas preguntas antes de proseguir con la discusión.

El doctor Bach, en respuesta a la pregunta del doctor Weir sobre hasta qué punto estos nosodes podían reemplazar el tratamiento homeopático, dijo que no podían sustituirlo en absoluto; simplemente se añadían a los remedios antipsóricos. No había ninguna sustitución. Personalmente, él no creía que ningún caso se hubiese curado por completo únicamente con estos nosodes, por muy buenos que fueran los resultados; era necesaria además la influencia perfeccionadora del tratamiento homeopático. Se trataba de siete aspectos de la psora, siete remedios y siete nosodes aplicables al tratamiento de los síntomas psóricos. Tan pronto como se resolviera la sintomatología (y entonces no sería necesaria ninguna prueba bacteriológica), estaba seguro de que los nosodes encontrarían más apoyo. Sería un trabajo que duraría meses, pero él creía que el doctor Dishington con sus colaboradores de Escocia tendrían muy bien solucionados los propósitos y capacidades de los siete nosodes antipsóricos en un futuro próximo.

En referencia a las preguntas del doctor Goldsbrough sobre dos pruebas que resultaron negativas, el doctor Bach dijo que eso no era raro, puesto que la fase negativa podía durar dos o tres semanas, sobre todo si el paciente no estaba en buena forma. A veces se prolongaba duraba hasta tres o cuatro meses. El momento apropiado para realizar la prueba era cuando el paciente estaba en buena forma.

En primer lugar el bacteriólogo eligió la lactosa debido al descubrimiento de que ninguno de los organismos patógenos podía fermentar lactosa y a que se había elegido el azúcar como medio de contraste. Hasta donde se sabía, una emulsión de bacilos actuaba de forma muy similar a las bacterias. No parecía alterarse demasiado en la primera emulsión, pero en cuanto se empezaba a potencializar, la situación cambiaba completamente.

El doctor Bach dijo que en lo referente a la contención de la erupción cutánea, creía que en casi todos los casos de psora en algún momento debía haberse presentado una erupción cutánea. Personalmente, nada le complacía más en un caso crónico que ver repetirse una erupción cutánea. Con respecto a que los principios de este método se apartaban de la homeopatía, él no lo creía así. En el pasado se habían utilizado varias formas de gérmenes como, por ejemplo, tubérculos, estreptococos y muchos otros, y utilizando los descubrimientos recientes y convirtiéndolos en una vacuna, no consideraba que se estuviera desviando del principio de la homeopatía.

El doctor Dishington esperaba que el tiempo le permitiera decir todo lo que tenía en mente. Si pudiera explicar su experiencia, sería capaz de convencer al mundo. Quería destacar un punto importante. Por primera vez en la historia de la medicina, la escuela ortodoxa predominante comenzaba a tratar enfermedades crónicas con éxito utilizando nosodes. La cantidad de personas que lo hacían en el presente representaba el doble de la cantidad de homeópatas, y eso suponía una advertencia. La escuela homeopática existía y se había mantenido a pesar de todos los prejuicios debido a la gran disparidad entre los resultados homeopáticos en la enfermedad crónica y los de la vieja escuela. La vieja escuela simplemente no obtenía ningún resultado; la nueva escuela de medicina ortodoxa futura iba a tratar las enfermedades crónicas con un alto grado de éxito y lo haría bajo el prestigio de la ortodoxia. Estaba en manos de los homeópatas enfrentarse a la situación y avanzar realmente y guiar ese movimiento; de lo contrario, se quedarían estancados.

En la actualidad estos nosodes se están probando; la patogénesis de siete grupos diferentes estaba emergiendo de una forma admirable. Una y otra vez los homeópatas podían prescribir para el paciente sin ningún examen bacteriológico, y se obtenían mejores resultados, los cuales actuaban en profundidad y con una reacción curativa prolongada.

Como había mencionado el doctor Wheeler, los nosodes autógenos no lograban tanto éxito si el paciente había recibido mucho tratamiento homeopático. Si se administraba un remedio similar a un paciente, se producía una reacción general en la economía vital y el intestino empezaba a cambiar la flora. Por lo tanto, si se realizaba un examen de las heces del paciente, probablemente se vería que se estaba produciendo una mutación; el organismo producía cambios porque el paciente estaba cambiado. Para elegir un caso era absolutamente esencial realizar un diagnóstico preciso para estar seguro de que se trataba únicamente de psora. Si contenía psora y sycosis,46 el nosode de psora no funcionaría.

El doctor Dishington planteó que administraba un nosode nueve veces sin examinar las heces por cada una con el examen, y que obtenía resultados satisfactorios. Con referencia a los comentarios del doctor Goldsbrough, el agente causal de la enfermedad debe ser un asunto de gran interés para los médicos y aún mayor para los homeópatas.

Hahnemann concibió que el picor común que se presentaba por lo general, asociado frecuentemente con síntomas crónicos si se reprimía, debía contener en sí mismo algo de la naturaleza de la enfermedad. Él potenció la ampolla con picor y nos proporcionó el remedio psorinum. Entendía que si se podía verificar así qué se relacionaba con la causa de la enfermedad, probarlo y potenciarlo, podría obtenerse un remedio para la enfermedad.

El doctor Bach dijo que en los casos psóricos, cuando el paciente mejoraba después de habérsele administrado una vacuna autógena o una dosis del nosode; a continuación entraba en una fase negativa de mejoría prolongada durante la cual no aparecía ningún bacilo no fermentador de lactosa en las heces. Considerando esto y los síntomas observados y registrados, se presentaba una imagen de la patogénesis del grupo que constituía una guía activa para la selección del nosode.

Leyendo sobre la “psora” de Hahnemann, resultaba interesante la asociación entre los síntomas intestinales y la erupción cutánea. Durante en su período de práctica, el doctor Dishington había advertido, una estrecha asociación entre la erupción cutánea y los síntomas de algún problema en el colon, sobre todo en los niños. Lo cierto es que podía afirmar que desde que utilizaba los nosodes basándose estrictamente en el principio homeopático, se habían producido más erupciones cutáneas que antes.

Algo destacable en el hospital de Glasgow era que entre el 80 y el 90 por ciento de casos tratados con estos nosodes durante seis a ocho semanas se había producido una erupción cutánea marcada. Los niños entraban con una piel bonita y limpia, pero estaban enfermos, débiles. Se les administró un nosode basándose únicamente en la sintomatología y se obtuvo una respuesta vital evidente, los síntomas reaparecían en el orden inverso, la piel estallaba. En un lapso más breve que lo habitual se produjo una reacción que se mantuvo (una reacción mucho más fuerte de lo que se obtendría con un remedio similar). El graphites era un remedio común conocido por todos. Se trataba de un remedio antipsórico profundo y fuerte con muchos síntomas gastrointestinales. Era la descripción del nosode dysentery co.

El doctor Dishington dijo que el doctor Bach confirmaría que dysentery co., aparecía mucho en los casos en que el trabajo básico del estómago precedía a una úlcera gástrica. Había tenido varios casos en los cuales no se logró una reacción manifiesta de nat. carb., pero sí de dysentery co. Lo curioso era que durante muchos años había estado tratando con éxito muchos casos de este tipo pero había obtenido síntomas recurrentes. Al aplicar el nosode había tratado con éxito muchos casos de este tipo, pero con síntomas recurrentes. Al aplicar el nosode registró un rápido aumento de la vitalidad del paciente con erupción cutánea muy grave. Dysentery co. obtuvo una erupción cutánea igual de virulenta y grave que graphites. En un caso, la erupción se presentó en todo el cuerpo; luego desapareció y el paciente se ha mantenido perfectamente bien desde entonces.

La experiencia sirvió para demostrar que los nosodes son remedios antipsóricos potentes, pero que no desplazarían a ningún remedio que se hubiera probado. Simplemente denota que la capacidad de curar enfermedades había aumentado.

El doctor Dishington está convencido de que todos estarían muy agradecidos al doctor Bach por plantear este tema y haber proporcionado un estudio exhaustivo del aspecto bacteriológico acerca de cómo había llegado a sus conclusiones, siempre guiándose por el talento de Hahnemann. Debía reconocerse la generosidad del doctor Bach y su deseo de dar todo el mérito a Hahnemann. Él explicaba lo que Hahnemann había concebido y sistematizado. A medida que el trabajo avanzaba, sería ampliamente recompensado.

El doctor Rorke preguntó si se habían potencializado las heces completas. El doctor Bach lo negó, puesto que no era científico y probablemente no resultaría útil.

El doctor Rorke dijo que él no podía decir si era científico o no, pero que se había hecho lo mismo con todos los nosodes utilizados hasta el presente. Por ejemplo, el nosode tuberculinum era una potenciación de una glándula tuberculosa, no de un cultivo de bacilos de tubérculo. Y como el doctor Paterson les había dicho que los cultivos más recientes producían las potencias más potentes, le parecía que valía la pena intentar crear las potencias a partir de la misma defecación.

El doctor Tyler preguntó al doctor Bach si había pensado alguna vez en capturar insectos que producen picor y cultivarlos para ver si eran un huésped intermediario.

El doctor Dishington dijo que deseaba ampliar la respuesta del doctor Bach al doctor Rorke. El tuberculinum era una preparación realizada a partir de un bacilo obtenido de un foco determinado del cuerpo. Podríamos decir lo mismo del medorrhinum. En estos casos el injerto se obtenía no sólo del cuerpo, sino también de una parte enferma del huésped. En todos los nosodes de Bach, la naturaleza de los bacilos contenía algo del huésped. Si hubiera sido posible obtener una parte del tejido enfermo (que en realidad no existía porque se eliminaba del intestino), hubiera sido útil, pero no era necesario.

El doctor Rorke consideraba que utilizar la defecación sería un paso más próximo. El doctor Dishington no estaba de acuerdo. Al potencializar, esa parte expresaba la enfermedad y no el tejido normal que se iba a potencializar. Esto hacía que se mantuviera el error dinámico en el paciente.

El doctor F. Bodman hizo referencia al trabajo de Cronin Lowe sobre “cultivos selectivos patógenos”. Realizó cultivos de especímenes de heces en un medio que contenía sangre del paciente y así obtuvo una flora diferente; la sangre inhibía el crecimiento de las bacterias que no eran patógenas en ese paciente concreto, las cuales hubieran florecido en el medio de cultivo corriente

El doctor John Paterson (Glasgow), como estudiante y practicante de la medicina ortodoxa, expresa su gran interés en todo lo relacionado con la bacteriología, y que la semejanza entre los principios de la terapia con vacunas y la homeopatía lo habían inducido a estudiar y finalmente a practicar la medicina no ortodoxa. En algún momento no consideró útil continuar en el laboratorio, pero luego de diez años de práctica homeopática había reanudado su tarea con una nueva perspectiva. Gracias a la amabilidad del doctor Bach pudo ejercitarse en el laboratorio de Londres y aprender la técnica peculiar de ese trabajo. Desde entonces, había examinado en Glasgow alrededor de 5.000 especímenes de heces. Podía corroborar los descubrimientos descritos por el doctor Bach en su ponencia, pero quería añadir algunos comentarios como bacteriólogo y homeópata. Revisando la literatura sobre el tema, encontró que mientras todos estaban de acuerdo en la importancia de la toxemia intestinal, existía un total desacuerdo sobre el tema de la flora intestinal. Varios bacteriólogos podían examinar el mismo espécimen, según sus propios métodos, y probablemente cada uno de ellos informaría acerca de un organismo diferente. Ese trabajo tenía poco valor para la medicina clínica.

Les recordó que Mechnikoff primero utilizó un bacilo (B. bulgaricus) como agente curativo en la toxemia intestinal. En la actualidad la escuela de medicina moderna dirigía la atención hacia el uso de B. Acidophilus. Hizo referencia al trabajo de Reggter y Cheplin del Sheffield Laboratory of Bacteriology, de la Universidad de Yale, y también a un artículo del British Medical Journal, del 29 de septiembre de 1928, escrito por escrito por A. Cruickshank, de Aberdeen.

A partir de sus trabajos, se deducía que el B. bulgaricus en emulsión tenía poco valor clínico, puesto que no podía sobrevivir en el intestino. Morfológicamente, el B. acidophilus era similar al B. bulgaricus, pero podía existir en el intestino, y era valioso como agente terapéutico. Quisiera mencionar que habían obtenido dos puntos importantes: primero, la importancia de proporcionar la emulsión en un medio adecuado para su crecimiento (generalmente un medio lácteo) en el intestino, y segundo, que los mejores resultados se obtenían si el bacilo se aislaba realmente de las heces para proporcionar el cultivo correcto. La administración continua de dosis considerables de determinados azúcares también producían un cambio en la flora, pero en todos los casos la interrupción del tratamiento causaba un retorno inmediato a la flora original. Se había llevado a cabo un gran trabajo de laboratorio con escasas pruebas clínicas acerca de su valor.

Comparándolo con el trabajo del doctor Bach, encontró que los organismos se obtenían de su terreno natural, el intestino, el método de cultivo se había estandarizado con sumo cuidado, y que a partir de reacciones del azúcar era posible una clasificación. Además, se podían asociar los organismos, identificados de esta manera con el cuadro clínico determinado (las fases de la psora) reconocido en la homeopatía. Posteriormente demostraría cómo un nosode a partir de estos organismos modificaba de forma sorprendente la flora intestinal y sin ninguna ayuda artificial de azúcares en la dieta.

También podía proporcionar numerosos resultados clínicos a partir de la utilización de nosodes. Variando el medio de cultivo podían obtenerse varios tipos de organismos, pero él sugería que el método de Bach –que mantenía el medio constante y siguiendo una técnica rigurosa– proporcionaba variaciones debido al carácter del terreno (el intestino) del cual procedían, pudiéndose realizar una clasificación de terrenos. Sus conclusiones sobre el trabajo efectuado hasta entonces indicaban que estas bacterias eran un reflejo del terreno del cual procedían, y que llevaban parte de la energía dinámica del huésped. Las emulsiones de estos organismos, cuando se potencializaban, tenían más energía dinámica en proporción con cualquiera de las potencias usuales de los remedios. Clínicamente esto se confirmaba mediante la acción larga y profunda de una dosis única de un nosode. Había notado que con una dosis única de Dysentery Co. 30 se obtenía una mejoría de forma continuada durante varios meses, sin necesidad de repetir. Asimismo, cualquier empeoramiento era agudo, duraba mucho y era difícil de interrumpir. Lo único que encontraba útil en estos casos era otro nosode en una dosis única. Era importante aislar e identificar el organismo lo antes posible después de obtener el cultivo a partir del huésped, si se quería obtener una potencia autogénica. Había observado que la administración de cualquier remedio potencializado podía alterar la flora intestinal. La vacuna potencializada a veces provocaba cambios sorprendentes, en el porcentaje o en el cambio de tipo. En general, esto no sucedía hasta unas tres semanas después de la dosis y podía mantenerse durante muchas semanas, reduciéndose gradualmente el porcentaje hasta hacerse negativo. El homeópata debía recordar este hecho cuando consideraba prescribir después de un nosode. El bacteriólogo necesitaba saber que en apariencia no se producían cambios después de una dosis de vacuna sin potencializar con el método usual de la jeringa hipodérmica.

El hecho de no poder reconocer el efecto de las potencias había significado para él una gran frustración cuando comenzó a usar nosodes después de una placa positiva correcta. Había obtenido los cultivos durante una fase debido a la acción de un remedio anterior. Era incorrecto prescribir durante estas fases y debía avisar a sus colegas que dejaran suficiente tiempo para que los remedios hubieran dejado de actuar antes de enviar especímenes de pacientes para obtener un cultivo. Si alguna fase persistía podía ser necesario introducir un nosode, pero para obtener un resultado correcto era mejor retomar el caso más adelante y volver a examinar las heces. Se podían observar los cambios clínicos, que correspondían al cambio en el tipo de organismo.

Estaba de acuerdo con el doctor Bach en que, en términos generales, la obtención de una placa 100% positiva después del tratamiento era un buen indicio, pero él añadiría que siempre y cuando el porcentaje se redujera gradualmente durante unas cuantas semanas, como máximo, o el tipo cambiara. Este cambio de tipo normalmente se producía cuando el porcentaje bajara hasta entre un 1% y un 5%, o después de una fase negativa corta. En malignidad había encontrado con frecuencia placas cien por ciento positivas antes del tratamiento (homeopático), y cuando el porcentaje se había mantenido después de administrar el nosode, el caso no llegaba a buen término en corto tiempo. Por otra parte, una disminución del porcentaje, después del nosode, iba acompañada por una mejoría clínica, o la sensación de bienestar, por parte de paciente. La homeopatía siempre había considerado que la constitución o terreno tenía una importancia primordial y si alguien releía su Manual de bacteriología, obtendría una nueva visión de las posibilidades de los descubrimientos en el laboratorio y su aplicación a las enfermedades crónicas. Pensaba que el trabajo del doctor Bach tenía un valor extraordinario, y era de especial interés para los miembros de esta Sociedad ya que proporcionaba la verdad de la Doctrina de la Homeopatía.


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