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Una pequeña infección del oído medio

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Nada de qué preocuparse. Dijo el primer médico, y el segundo aumentó un poco el tono en preocupación y el tercero de plano dijo que había que hacer algo y pronto. Cuando del lado izquierdo dejó de escuchar por una pequeña infección del oído medio, toda la música del mundo empezó a ser extrañada por un hombre de menos de cuarenta años que temía lo peor. Aunque no estaba del todo mal. Había que voltear del lado correcto y hacerle caso a las cosas que otros gritaban para que él pudiera entender. Entonces llegó el silencio del lado derecho. Ahí sí que todo su mundo se cerró para nunca volver y empezó a escuchar sus voces internas, tanta claridad y tan mal discurso, la voz del diablo y la voz de algún diosecillo desconocido hasta ahora. Luego el agua en la regadera, tan potente corriendo por dentro formando canales ancestrales en su memoria, los cabellos rompiéndose con aquella avalancha de silencio, las puertas del alma abriéndose y las ventanas de los ojos cerrándose sin sentido, un zumbido, los recuerdos claros de maullidos que ya no están, la voz de su padre guardada para siempre en la distancia, el pasado caminando fuerte, el amor diciendo tonterías, todo sonaba ahora tan claro que tuvo que dejar de abrir los ojos y por fin poner atención a la única cosa que se le había escapado en la vida: su propia voz.

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