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Fiesta

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Como truco final, el mago sacó un conejo blanco del sombrero. Un conejo rabioso y veloz, que devoró a los primeros niños de un solo bocado mientras el nigromante cerraba las puertas. Cuando el festín terminó, el emponzoñado conejillo se dejó tomar suavemente por las largas orejas y lo depositaron en el sombrero, donde por fin pudo descansar sin hambre y en paz.

Dios en un Volkswagen amarillo

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