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El perro

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Mi padre mintió acerca de tener que sacrificar al perro. Dijo que lo echarían a dormir y que después de un tiempo lo llevarían a un lugar mejor: una granja donde podría jugar con muchos animales como él y que allí sería feliz. Ahora sé que no era cierto y que en realidad al bueno de Scooby lo mataron. También mintió acerca del lugar al que lo llevarían y en eso de que él era mi padre. Todo aquello lo he descubierto por casualidad y todavía no decido qué hacer con las ideas que dan vueltas en mi cabeza.

Por ejemplo, muchas veces pensé que irme de casa sería lo mejor. Imaginé a Scooby diciendo: “eh, muchacho, larguémonos a recorrer el mundo, tú y yo”. Dudo que mis hermanos se dieran cuenta si me voy; si acaso se acordaban de mí cuando venían a arrojarme calcetines sucios para hacerme despertar. Pedro y Vladimir son un par de cabrones. Papá los deja hacer lo que quieran desde que mamá se murió en aquel accidente. A veces lo sorprendo borracho en el cuarto del sótano. Escucha canciones de Tom Waits y se queda dormido en su viejo sillón. I’m lost, i’m lost at the bottom of the world. Supongo que extraña a mi madre tanto como yo. Ella nunca habría permitido que se llevaran a Scooby y que lo mataran de un balazo en la cabeza. Ese perro era de las mejores mascotas que he tenido. Le gustaba perseguir gatos, atrapar alguno de vez en cuando y jugar con él como si fuera su mejor amigo. Nunca los maltrataba. Era el can más amable del mundo. Pero papá creyó que tenía rabia cuando lo encontró con toda esa espuma en el hocico. Yo quise explicarle que se trataba de un juego y que Scooby jugaba a ser Cujo para espantar a un amigo felino que había atrapado el día anterior. Pero nadie creyó que el perro fuera capaz de tales astucias. Lo subieron a un taxi y lo pude ver sacando la cabeza por la ventanilla para juguetear un rato con el viento. Ya sabes que eso les encanta. Lo miré asomar el hocico y guiñarme un ojo como diciendo: “eh, amigo, regreso pronto, todo va a estar bien”. Pero Scooby ya no regresó. En la tarde Vladimir me dijo que era un perro viejo y apestoso, y que echarlo a dormir era lo mejor. Pedro reía. Esa vez tuve la sensación de que mis hermanos eran dos extraños que no sabían nada de la vida y pensé, con toda honestidad, que ni siquiera se merecían vivir. Scooby me dijo alguna vez que quizá eran extraterrestres. Que eran demasiado raros para ser mis hermanos y que alguien debería hacer algo para remediar esa situación. Por eso anoche esperé a que se quedaran dormidos y luego les partí la cabeza con un martillo. Mientras lo hacía, pensé en mi perro y lo pude ver diciendo: “eh, muchacho, más fuerte, no dejes que se vayan a levantar”.

Después de eso empezó el minuto más largo del mundo. La casa giraba lentamente y pude sentarme en la entrada del cuarto para ver a mis hermanos con esa cara seria, los ojos cerrados y un hilo rojo resbalándoles por la cara hasta caer. Supe que todo debía terminar de una sola vez cuando la música de mi padre subió desde el sótano a mis oídos y me hizo sospechar lo peor: esa cosa no era humana. Sólo se parecía a papá. Y es que los Doors confirmaban mis sospechas con el bajo y las guitarras lúgubres, la voz de Morrison sonando como una especie de mensaje del espacio exterior. People are strange when you’re a stranger, faces look ugly when you’re alone. Fuera lo que fuera tenía que irse. Despacharlo fue muy sencillo. El arma de metal atravesó la masa que tenía por cabeza y el rock terminó. Eso les enseñará a no mentir. A no meterse conmigo y mi perro. Ahora el mundo estaba en silencio y Scooby podía descansar. Los invasores habían pagado y pude imaginarlo diciendo: “eh, amigo, anda a dormir, mañana todo va a estar mejor”.

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