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1.3 La patente de Luis G. Tirado
ОглавлениеEn 1923, el comerciante Luis G. Tirado1 solicitó ante el Ministerio de Fomento una patente de introducción de aparatos receptores de radiofonía y radiotelefonía, y el permiso para el establecimiento de “[…] una central transmisora, desde la cual se darían conciertos, se cantaría, se pronunciarían discursos adecuados a la cultura general, se impartirían noticias, etc., los que serían escuchados desde su casa por los poseedores de receptores” (La Crónica, 12 de setiembre de 1923). El Ministerio de Fomento acogió la solicitud, pero la compañía Marconi se opuso judicialmente, alegando que de proceder el pedido de Tirado se lesionaría el contrato suscrito con el gobierno, que le reconocía a la empresa británica la exclusividad para la explotación de todo tipo de patentes sobre la radiotelefonía, lo cual incluía las de importación y venta de aparatos. Además, argüía que se pondría en peligro el secreto de las comunicaciones y se vulneraría el privilegio de invención del que gozaba la Marconi.
Según el diario La Crónica, los informes de dos peritos y del fiscal fueron adversos a la Marconi. El mismo medio de prensa comentaba que en el fondo lo que había era una “lucha comercial”, pues la Marconi pretendía “[…] englobar dentro de su contrato de administración postal y telegráfica el negocio del broadcasting para introducir y vender los aparatos ingleses”, mientras que “[…] los señores que han obtenido la patente van a introducir y vender los acreditados aparatos de la Radio-Corporation de New York” (La Crónica, 12 de setiembre de 1923).
Casi un año después, La Crónica insistía en atribuir a la Marconi apetitos comerciales y “una especulación colateral a su contrato de servicio público”. Acusaba a la empresa británica de haber “involucrado sofisticadamente” a la radiotelefonía en el contrato de exclusividad de administración de correos y telégrafos firmado con el Estado, lo cual era un despropósito, pues, señalaba, había tanta diferencia entre la radiotelegrafía y la radiotelefonía como entre el correo y el periódico. Recordemos que, para entonces, el contrato era materia de discusión en el Congreso.
La Crónica informaba, también, del curso que había tenido el proceso entre la Marconi y Luis G. Tirado. Según el diario, previendo que los tribunales fallarían en su contra, la Marconi,
[…] optó por el camino más directo: por arreglarse con el contendor, y convenir con él la formación de una sociedad con acciones por el monto de cien mil soles, para invertir cincuenta mil en la estación trasmisora y repartirse amistosamente los otros cincuenta mil soles, amén de las utilidades del negocio que saldrían de la venta exclusiva y a precios locos de los aparatos y el producto de los servicios de réclame, subvenciones, etc. (24 de agosto de 1924).
Mientras ello ocurría, decía el periódico, se hallaba en vigencia una prohibición de importación de receptores de radio. La Crónica alertaba sobre la intención “arbitraria” y “ridícula” de la Marconi de ser la única entidad vendedora de aparatos de radio, e invocaba al gobierno que exigiera a esa empresa la implantación en un breve plazo de la estación trasmisora “ultra poderosa que nos viene ofreciendo” y la autorización de la importación libre de aparatos.