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Presentación

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El presente libro tiene como objetivo ofrecer un panorama de la evolución de la radiodifusión en nuestro país desde 1925 hasta el 2000. Forma parte del proyecto “Historia de los medios de comunicación en el Perú: Siglo XX”, impulsado por el Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima.

Cuando en 1925 Augusto B. Leguía inauguró la primera estación radiodifusora, OAX, eran muy pocos quienes podían comprar en el Perú un receptor, aunque algunas personas armaban ingeniosamente sus propios aparatos de galena. Diez años después la radio estaba ya en camino de convertirse en un medio de masas. A finales de la década de 1930 brillaban las primeras estrellas y la música criolla empezaba su reinado en el dial. Durante las décadas de 1940 y 1950, la radio capturó la imaginación y los sentimientos de miles de oyentes a través de los radioteatros. A fines de la década de 1950 los transistores y las pilas o baterías eléctricas permitieron que un nuevo público accediera al medio, y algunos programas facilitaron que se tejieran redes entre los migrantes y se mantuviera el vínculo de ellos con la provincia. Si bien la llegada de la televisión restó dinero de la publicidad a las emisoras privadas, no acabó con la popularidad de la radio; por el contrario, las estaciones se reprodujeron en las décadas de 1960 y 1970. A comienzos de la década de 1980, no solo existía una radio comercial capaz de concentrar a jóvenes citadinos en espectáculos musicales multitudinarios, sino también una radio educativa y popular a través de la cual se hacían escuchar sectores antes desoídos. Por otro lado, la “exclusiva” frecuencia modulada era invadida por ritmos populares y voces irreverentes. La radio se mantuvo al lado de la población en la violenta década de 1980, sufriendo atentados como ella, tranquilizándola durante los apagones, entreteniéndola en las noches de toque de queda. Y en la década de 1990, a la hora de informarse, la gente le otorgó mayor confianza que a la televisión y la prensa escrita.

Desde sus inicios la radio pareció buscar a las multitudes; su confinamiento nunca duró mucho. Y, sin embargo, la popularidad de la radio parece estar relacionada, también desde su inicio (recordemos a los radioaficionados), con cierta intimidad y con la participación de un oyente que demanda convertirse en emisor. Medio cálido en un sentido distinto al que le otorgaba McLuhan, la radio tiene en nuestro país una historia a veces incandescente. Este libro trata de dar cuenta de ella, dentro de las posibilidades del autor y las condiciones de la investigación.

Los límites que hemos encontrado en la realización del proyecto en general han sido ya descritos por Ricardo Bedoya, el coordinador de la investigación, en el prólogo de la serie. Como allí se señala, el ámbito geográfico prácticamente se tuvo que reducir a Lima, y es de lamentar la precariedad de archivos documentales que ha dificultado el acceso a fuentes directas. En el caso de la radio, la casi total ausencia de archivos de sonido ha hecho que conozcamos de voces y programas de décadas pasadas, en su mayoría, solo por lo que dicen los diarios y revistas de ellos. Respecto de las décadas recientes, los problemas han sido distintos: el crecimiento impresionante de la radio en el país ha hecho que sea sumamente difícil recopilar y ordenar una información estimable que excede en mucho a la que se refiere al ámbito de las emisoras comerciales limeñas. Aún así, espero que el libro sea de utilidad e interés para estudiantes y especialistas, y que motive nuevas investigaciones, más profundas y reflexivas.

En algún momento pensé que este trabajo sobre la historia de la radio en el Perú debía ser realizado por un equipo de investigación, y no por un solo individuo; pero no lo hubiera terminado sin el apoyo de muchas personas que, de algún modo, formaron a través del tiempo ese equipo que silenciosamente reclamaba. Son, entonces, varios los agradecimientos. A Teresa Quiroz y Fermín Cebrecos por su respaldo, comprensión y paciencia. Al poeta y acucioso investigador Guillermo Gutiérrez Lyhma, quien me proporcionó valiosa información y fue un interlocutor infatigable y crítico durante más de un lustro. A Irela Núñez del Pozo y Mario Lucioni, directores del Archivo Peruano de Imagen y Sonido (Archi), quienes pusieron a mi disposición su importante colección de revistas peruanas de espectáculos de las décadas de 1930, 1940 y 1950, donde encontré material gráfico y datos que no hubiera podido hallar si no fuera por su amistad y confianza. A Juan Gargurevich, que generosamente me entregó los libros de radio de su biblioteca y los recortes periodísticos que sobre el tema había recopilado a lo largo de varios años, con la única condición de que no se los devolviera. A Julio Heredia, quien me abrió las puertas de Radio Nacional durante el breve tiempo que estuvo allí, y a Fabiola Sancho Dávila, por permitirme escuchar cintas antiguas del archivo de esa emisora; archivo que existe gracias a su iniciativa y cuidado. A Augusto Tamayo San Román, por confiarme los guiones radiofónicos de su padre, Augusto Tamayo Vargas. A Carlos Rivadeneyra, quien me proporcionó bibliografía y accedió a conversar conmigo más de una vez sobre la radio popular. A Fernando Ruiz Vallejos, que me brindó material inédito con declaraciones recogidas por él de célebres personajes de la radio. A Abelardo Sánchez León, Luis Peirano y Dan Lerner, que me facilitaron importante material fotográfico. A Maya Dolorier, quien transcribió fichas y grabaciones. A Ernesto Jiménez, por seguir aportando sus habilidades con entusiasmo y capacidad a la investigación, cuando ya no tenía obligación de hacerlo. A quienes contribuyeron a que algunas entrevistas pudieran llevarse a cabo: Sergio Salas Dueñas, Miriam Larco, Estefanía Mas Amorós, Miguel Mejía Salas, Gina Yáñez de la Borda. A quienes accedieron a ser entrevistados y brindaron su testimonio y conocimiento: Miguel Humberto Aguirre, Óscar Avilés, Héctor Béjar, Teresa Bolívar, Jorge Cuadros Pastor, Caroline Cruz, Juan Francisco Escobar, Fernando Farrés, Carlos Galdós, Sergio Galliani, Román Gámez, Gina Gogin, Paul Gogin, Alberto Ku King, Cecilia Laca, Jaime Lértora, Adrián Menéndez, Juan Felipe Montoya, Emilio Muro, Luzmila Palma, Graciela Polo, Gerardo Manuel Rojas Rodó, Gerardo Rojas, José María Salcedo, Pedro Salinas, Álex Samaniego Pleitikosic, Fernando Samillán, Zenaida Solís, Víctor Tejada, Maruja Venegas, Enrique Victoria y Armando Villanueva del Campo. A mi esposa, Gabriela Dolorier, por darme fortaleza para terminar este trabajo.

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