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2.1.3 Marconi y OAX durante el gobierno de Samanez Ocampo

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Tras insurrecciones en el sur y el norte del país, Sánchez Cerro dimitió el 1 de marzo de 1931, y viajó a Europa. Fue elegido Presidente provisorio el titular del Poder Judicial, Ricardo Leoncio Elías. No obstante, Elías no fue reconocido por los insurrectos del sur. El 5 de marzo, el comandante Gustavo Jiménez derrocó a Elías y convocó a David Samanez Ocampo (entonces cabeza de la Junta Civil del Sur que había desconocido a Elías) para que presidiera una Junta Nacional de Gobierno que se instaló el 11 de marzo en Lima.

La nueva Junta de Gobierno se planteó como objetivo la vuelta a la constitucionalidad; en mayo de 1931 convocó a elecciones a la presidencia de la República y a un Congreso Constituyente. Aprobó, también, un Estatuto Electoral.

La renuncia de Sánchez Cerro y el nombramiento de Samanez Ocampo como nuevo jefe de gobierno, ocasionó el cese inmediato de Alfredo Herrera como personero del fisco ante la Marconi, pero no el término de la intervención estatal en la empresa británica. La labor de Herrera fue elogiada por sus correligionarios y criticada por los opositores de Sánchez Cerro. La Revista Semanal denunció que, desde el nombramiento de Herrera, la estación OAX había generado pérdidas de 650 soles mensuales. Acusaba también al personero de haber repuesto a trabajadores que habían sido despedidos por malos manejos, haber creado nuevos puestos y hacer gastos innecesarios para adornar lujosamente su oficina (La Revista Semanal, 12 de marzo de 1931). El periódico El Hombre de la Calle (dirigido por Federico More) precisó que la Marconi, bajo la administración de Herrera, había gastado 30.502,90 soles de octubre de 1930 a febrero de 1931 (El Hombre de la Calle, 21 de marzo de 1931). Herrera denunció penalmente al director de La Revista Semanal por calumnia cuando esta sugirió que lo procesaran por malversación de fondos; el exfuncionario recordó que, según el contrato de 1926 entre el gobierno y la Marconi, al personero del fisco solo le correspondía supervisar la administración de la compañía, no el manejo de renta alguna, cosa que él había observado escrupulosamente. En el lugar de Herrera fue nombrado el abogado cusqueño Manuel Velasco, quien a su vez fue víctima de ataques por parte del órgano de prensa sanchezcerrista La Opinión.

La caída de Herrera arrastró la de Azambuja, a quien la prensa contraria a Sánchez Cerro acusó de haber convertido a la OAX en un medio de propaganda a favor del renunciante Jefe de Gobierno. Decía, ironizando, El Hombre de la Calle:

El joven Alfredo [Herrera] tenía un amiguito. El señor Azambuja. Este señor Azambuja es tremendo. Se metió en la OAX, hizo gastar un montón de plata y habló de los enemigos del heroico, si que mocho, Comandante. Y aumentó los gastos de esa estación de furiadifusión en seiscientos cincuenta del ala. Del ala arcangélica del joven Alfredo. ¿Con qué objeto se metía el joven Alfredo en líos con la OAX? Nadie lo sabe. Pero desde sus frescos y muelles sillones, el joven abogado le ordenó al asesor que le dijese al secretario para que le avisara al contador para encargar al auxiliar que le encargasen cosas raras al señor Azambuja. Y el señor Azambuja empezó a decir un montón de lisuras contra el mundo. El único que era buen señor, elegante y buen mozo, era el señor Sánchez Cerro. Imaginen ustedes. Qué barbaridad, ¿no? (El Hombre de la Calle, 14 de marzo de 1931).

La Tribuna, órgano del Partido Aprista Peruano, también fustigó a la administración de Azambuja, acusándola de haber estado al servicio de los intereses políticos de Sánchez Cerro, a quien llamaba “tiranuelo seismesino” (en alusión a los seis meses que había durado como jefe de la Junta Militar):

Iba todo muy bien, cuando al bendito tiranuelo seismesino se le ocurrió introducir reformas que, como siempre, gravaron más el presupuesto. La oficina que, primitivamente, a órdenes de Antonio Garland, intelectual de diecicocho kilates, realizaba funciones de cultura evidentes, cayó en un aciago y triste artículo de propaganda a la autocandidatura del tiranuelo, y de denigración de quienes la combatían (La Tribuna, 15 de junio de 1931).

La Tribuna, sin embargo, se oponía al cierre de la estación por parte de la nueva Junta, como al parecer se estaba comentando que ocurriría:

Nos hemos informado de modo semioficial de que se trata de suprimir la estación de la radio OAX. Por economía se quiere realizar un acto injustificable, contra el cual habrán de protestar todas las personas cultas e incultas, es decir, todo el país [...]. No nos imaginamos con qué criterio puede hacerse algo tan incomprensible, y menos cuando, justamente, el radio está ayudando a una labor de efectivo provecho como es la que viene realizando el Departamento de Extensión Cultural de San Marcos [...]. Cumplimos con dar nuestra voz de alarma a tiempo, antes de que el mal se realice. Y creemos que no ha de llegarse al extremo de suprimir un servicio que es signo y vehículo de civilización (La Tribuna, 15 de junio de 1931).

La Junta de Samanez Ocampo no cerró OAX, sino que entregó la administración de la emisora en concesión a una nueva empresa privada, la Compañía Nacional de Radiodifusión S. A., fundada por Guillermo Lazarte, Santiago Neguib y Félix Navarro, e inscrita en el registro público para tal fin el 2 de octubre de 1931 (Gargurevich 1995: 96). La nueva empresa concesionaria puso a fin a los servicios de Antonio Garland como programador de la emisora (La Tribuna, 23 de enero de 1934).

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