Читать книгу El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión - Enrique Dussel - Страница 15
Los juegos lógicos, dialécticos, retóricos y lingüístico-discursivos
ОглавлениеNo quisiera establecer por ahora una discusión de cada definición. Creo que cada teoría hace un aporte y presenta un enfoque que permite ver determinados aspectos, modos y niveles del análisis argumentativo. Sí quisiera, en cambio, presentar argumentos sobre algunos nodos críticos cruciales, cuando se pretende dar cuenta de lo real, de lo multidimensional y dar margen a la indeterminación (sin negar la posibilidad del conocimiento).
La primera precisión que ayuda a situarnos en el campo de la teoría de la argumentación es distinguir diversos aspectos, subdisciplinas o dimensiones básicas de argumentar según yo las entiendo:
• La argumentación como producto; es decir, los argumentos, las razones, los productos de la argumentación como: a) esquemas: silogismos o entimemas (silogismos incompletos, en su sentido moderno); ejemplos; analogías y sus objetos; contradicciones; y b) esquematizaciones de objetos discursivos
• La argumentación como procedimiento; nos encontramos aquí ante las reglas o convenciones que deciden el cómo argumentar, los criterios de validez normativos y las formas de la interacción
• La argumentación como proceso; en este caso nos importa la situación, el momento en que se da, la sucesión de los argumentos, el carácter de los argumentadores y lo que se quiere evocar en el otro
• La argumentación como práctica semiolingüístico-cultural; esta dimensión corresponde a la inteligibilidad, la comprensión de los argumentos y su funcionamiento semiótico discursivo, ideológico, cultural. A lo semiolingüístico se suma el estudio del contexto (pragmática) y de la interpretación (hermenéutica)
Tradicionalmente, los argumentos en tanto productos son estudiados por la lógica; los procesos, por la retórica; y los procedimientos, por la dialéctica.20 Sin embargo, a este cuadro tradicional le falta el estudio arriba señalado de la lengua y los signos en general (analizados por la lingüística, la pragmática, la hermenéutica, la semiótica y el análisis del discurso), así como la consideración de que no hay un aislamiento, una separación real entre los distintos enfoques. Un esquema, por ejemplo, puede desarrollarse en un complicado proceso en el tiempo y ser una elección retórica, debe ser inteligible, se presenta y selecciona en la confrontación dialógica y se interpreta en su contexto.
La argumentación puede ser estudiada en forma analítica, dividida, pero la argumentación real comprende lógica, dialéctica, retórica y discurso; es decir, al argumentar acudimos a la forma del pensamiento en forma válida o inválida, ponemos en juego mecanismos lingüísticos o semióticos, interactuamos en el diálogo, ponemos en escena técnicas de persuasión y acudimos a la emoción y a la imagen de sí del argumentador. Es la teoría la que divide —por fuerza— y debe justificar su recorte.
Ahora, además de considerar esta totalidad de lo argumentativo en las cuatro dimensiones citadas (producto, proceso, procedimiento y práctica semiolingüístico-cultural) es indispensable tomar en cuenta los distintos modos de la argumentación. Al argumentar entran en juego no sólo los argumentos en su modo lógico sino que intervienen elementos de otros modos. Aunque estos modos son expresables en forma lógica, no son reductibles a ella. Pensamos de manera muy especial en las emociones y elementos emocionales. Podemos pensar además en la conveniencia teórico filosófica de separar o no otros elementos, como lo «kisceral» (del término japonés « ki» = /energía/ y que remite a lo intuitivo, la creencia, etcétera) y visceral (lo físico contextual en Gilbert y que nosotros tratamos dentro del estudio del contexto de las condiciones de producción, circulación y recepción del discurso argumentativo).
El modo lógico es sobre todo lineal, normalizado y deductivo: v.gr. «Tu mamá tiene que estar ya en Monterrey, porque se subió al avión». El modo emocional en cambio acude a los sentimientos, emociones y talantes, a las actitudes y los actos expresivos: v.gr. «Siento que no estás apoyando ya nuestra línea de investigación. Es como si no te importara»; nótese que no se trata sólo del lugar de la emoción en lo racional, sino del argumento emocional en sí mismo. El modo visceral tiene que ver con lo físico, la situación y lo social: v.gr. «No me digas que no. Se te nota la tensión. Estás crispado». El modo kisceral, aunque no entra en el terreno de la ciencia, rige sin embargo la argumentación de grandes núcleos de seres humanos, ya que alude a lo intuitivo, lo religioso y lo místico: v.gr. «La jugada nos va a salir, no sé decir por qué, pero estoy seguro».
Ya adentrándonos en cada perspectiva, lógica, dialéctica, retórica o lingüístico-discursiva podemos hacer otras consideraciones críticas globales:
• Las perspectivas semánticas y estructurales permiten ver el lado general y sistémico, pero el sentido cabal, en ciertos aspectos y casos, es determinable sólo en la situación y en el contexto complejo de aparición, en las condiciones de producción, recepción y circulación de los discursos argumentativos y en lo extra-argumentativo.
• Las definiciones del argumentar dentro de la esfera de la justificación lógica deben ser complementadas —para nuestros fines— con la dimensión de la emoción y, también de creencias, intuiciones y otros elementos que, no por no entrar en la definición estrecha de argumentación, dejan de ser usados como argumentos por la mayoría del mundo.
• El orden, la repetición y el énfasis alteran el sentido, por lo tanto, la disposición retórica de los argumentos y de la esquematización de los objetos discursivos son fundamentales para comprender la argumentación tal cual es.
• La investigación se abre hacia la consideración retórica social plena del carácter del personaje que habla (ethos) y de las emociones que se quieren evocar en el auditorio (pathos).
• Es indispensable aclarar que el necesario pensar en lo lógico y explícito planteado en diversas definiciones puede inducirnos a error. Es cierto que explicitar es necesario para poder discutir pero, ni la argumentación natural oral ni la escrita se agotan en lo explícito. Hablar de la argumentación es en realidad considerar las relaciones entre lo explícito, lo implícito y el silencio.
• Remarcar la dimensión de «práctica» y de «acto» de la argumentación es muy importante, pero este postulado tiene que ser consecuente y deben asumirse en el análisis las consecuencias de estas formulaciones, describir la relación entre acciones discursivas y sentido de la argumentación en cada contexto y cultura con respecto a agentes concretos, a sujetos discursivos insertos en determinadas prácticas socioculturales.
Existe un tercer eje problemático junto a los dos ya citados de las subdisciplinas y de los modos y que se refiere a la dimensión del sistema de signos en juego al argumentar. La argumentación debe abrirse a lo oral y lo escrito, tanto como a lo paraverbal y lo no verbal. Estas dimensiones no pueden ser estudiadas desde exactamente la misma idea de forma lógica que la lengua y sin embargo, importan en la argumentación y son susceptibles de describirse en detalle; es decir, la argumentación natural oral se acompaña de gestos, miradas, ademanes, entonación y, en la situación comunicativa, de elementos visuales que enmarcan la escena argumentativa y pueden resultar relevantes, e incluso constituirse en elementos que son interpretados como argumentos en sí. El intérprete de argumentos orales no sólo es un escucha, también es un espectador y contempla la escena en que se desarrolla el argumento.
Es cierto que ninguna teoría de la argumentación puede pensar de manera simultánea todos los datos intuitivos, en el sentido de que la realidad es multideterminada y la teoría parcial. Sin embargo, lo anterior no debe impedir que tratemos de establecer planos de conjunto y busquemos contactos e integraciones. De otra manera, abriríamos la puerta a la inconmensurabilidad del saber, la imposibilidad de juicio de las demás teorías y de avanzar en el conocimiento de una manera válida para alguien más que nosotros mismos o nuestro grupo. Asimismo nos negaríamos a la posibilidad de aprehender la complejidad. De hecho, en caso de estudiar las anteriores formulaciones en términos inmanentes, de sí mismas, sólo podríamos juzgar su coherencia interna y elegancia en función de los propósitos que persiguen.
Ahora bien, además de la necesaria interdisciplinariedad, de la multimodalidad y de la variedad de sistemas de signos en la argumentación, existen otros aspectos que merecen comentarios críticos:
• Govier pone con acierto la acentuación en el hecho de que el monólogo como absoluto no existe, todo es diálogo. Esto nos conduce a considerar que un texto en apariencia monológico puede ser argumentativo, porque el diálogo es constitutivo del lenguaje, como lo es el carácter inevitable de la interdiscursividad —con este término se quiere decir que un discurso remite, por necesidad, a otros discursos que le preceden y con respecto a los cuales se asimila, se incluye, se acerca, se distancia—. Todo discurso es social.
• La argumentación, muchas veces, no está dada de antemano. Al discutir no conocemos necesariamente la verdad ni las razones para sostenerla, éstas aparecen en el proceso dialógico.
• La figura del juez racional ubica de modo automático la argumentación en un enfoque normativo y universalista, el cual es útil pero no puede ser tomado como absoluto; es decir, también es relevante el enfoque descriptivo del argumentar.
• La argumentación no tiene, intrínsecamente, una dimensión polémica, como lo sugiere el término inglés argument, sino que también puede ser cooperativa, como nos lo demuestra la teoría de la argumentación coalescente;21 hay niveles de polemicidad: los argumentos de las partes en una guerra, los argumentos en la asamblea legislativa, los argumentos entre amigos, la indagación en común sobre un problema a dilucidar.
• Exponer un punto de vista supone el punto de vista contrario, como Spinoza pudo ver. Pero esto no quiere decir que haya un desacuerdo en sí al argumentar frente a otro, ya que podemos proporcionar argumentos para esclarecer, para indagar acerca de una conclusión determinada; o sea que no en todo momento es tajante la frontera entre investigar y argumentar. Por algo similar, podemos decir en cuanto a Willard que la incompatibilidad no es constitutiva en forma inmediata. En ocasiones descubrimos o disolvemos la incompatibilidad en el proceso argumentativo. No hay una ruptura completa entre argumentación e indagación-investigación, aclaración, explicación, justificación y juicio de un tercero desde el yo, como bien señala Habermas22 al hablar de las distintas operaciones dentro de lo que nosotros llamamos, junto con Haidar, la macro-operación argumentativa (ver el siguiente apartado). Aunque, claro está, es correcto decir que el discurso argumentativo prototípico se da en la confrontación interactiva y explícita entre proponente y oponente con respecto a las soluciones de un problema.
• La argumentación no debe restringirse a la dimensión proposicional. Las emociones se despliegan más allá de las proposiciones y forman parte de los argumentos23 lo mismo que los elementos no verbales. En consonancia con esto, la aceptabilidad no es un hecho meramente lógico, es emocional y también político, tiene que ver con nuestros deseos, anhelos y posicionamientos. Sólo en algunos casos podemos aceptar algo a partir del mero componente lógico.
Como puede verse a partir de los comentarios críticos, todos los conceptos generales son objeto de confrontación ideológica en su sentido más amplio y las nociones de la teoría científica no son la excepción. En la teoría de la argumentación hay también co-orientaciones y anti-orientaciones, hay diversas justificaciones y esquematizaciones de la argumentación que podríamos analizar a partir de las propias herramientas de las teorías. Por otro lado, pese a las diferencias, las definiciones comparten el mundo de la cuestión y enfocan desde diversas prácticas y posiciones topológicas (de lugar) este objeto. Ese punto de unión y los problemas que generan diversas respuestas a los problemas nucleares del campo me parecen más relevantes que sumar a la colección de precisiones una más.
Es necesario concebir la argumentación como juego de lenguaje y como campo de acción, de práctica social, teórica y política en torno a la problematicidad. Cada uno puede optar por estudiar la argumentación desde la óptica de cualquiera de las definiciones arriba señaladas: su corrección formal, su funcionamiento en la interacción, su mecanismo lingüístico, su relación con los actos que la conforman o sus estrategias para conseguir la adhesión. Por ello proponemos a los lectores una matriz analítica que le permita acercarse a la argumentación desde cualquier teoría o combinación de teorías.24
Cada enfoque nos abre ciertas posibilidades legítimas. Una vez más, reiteramos, estamos ante juegos. Y la práctica tanto concreta como la teórica y analítica va diciendo la última palabra sobre lo relevante y consecuente de las definiciones. Ahora bien, es claro que en el mundo real cada argumento en su contexto natural es como un holograma, lleva en sí la lógica, la dialéctica interactiva, la retórica, la pragmática, la emoción y la dimensión discursiva. Si analizamos o no estos aspectos, es otro cantar.
Enfoques discursivos como el de Oleron25 tratan de comprender tanto el procedimiento racional de la argumentación como el emotivo y socioideológico. Además nos muestran con claridad que debemos hablar no sólo de argumentación sino del proceso de argumentación-refutación. Sin embargo, más que aumentar esclarecimientos, por ahora considero importante ubicar la argumentación en el marco de sus más relevantes campos de juego, comprender sus funciones, entenderla como macro-operación discursiva y captar su núcleo problemático.26 Asimismo, creo indispensable partir de la descripción de sus funcionamientos discursivos (los que sólo mencionaré, ya que son objeto del libro Argumentación y discurso) conforme al análisis del discurso y la semiótica de la cultura en su complejidad, para seguir los pasos de Publio Terencio, de Pascal y de Hegel en la búsqueda de la totalidad de lo humano, sabiendo, sin embargo, que el saber es siempre incompleto y deja margen a la indeterminación y al olvido porque, como decía Goethe:
Gris es toda teoría,
y verde es el árbol de la vida