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La argumentación como macro-acto y macro-operación discursiva

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La argumentación puede entenderse desde la perspectiva de los grandes tipos de discurso mediante los cuales nos comunicamos. En este sentido, hay discursos cuyo centro es argumentar una opinión, mientras que otros tienen por pretensión capital describir, otros buscan narrar hechos o situaciones, y otros más tienen el afán de demostrar una verdad. Es claro que dentro de los tipos de discurso a los que nos enfrentamos cada día, algunos son notoriamente importantes porque aglutinan a muchos otros y cumplen funciones diferenciadas como las arriba descritas: la demostración científica, la argumentación política y legal, la narración histórica y literaria, y la descripción de órdenes, manuales e instructivos. Es por tanto importante tratar de comprender estos grandes tipos de discurso, que nos remiten a lo que denominaremos macro-operaciones discursivas («macro» porque reúnen bajo su manto varias operaciones «micro»).

Una operación o macro-operación tiene que ver con el funcionamiento de un texto. Es un trato acerca de cómo entender lo dicho, escrito o visto: como una descripción objetiva de un dato, situación u objeto; una narración de hechos desde un punto de vista; una argumentación que fundamenta una opinión dada respecto a un asunto polémico; o una demostración para probar una verdad de manera objetiva. Se introducen así, según el caso, diversos operadores discursivos: para dar cuenta de diversos aspectos de un objeto o situación; expresar la subjetividad frente a determinados hechos narrados; construir secuencias y esquematizaciones para sostener cierta opinión; o formular reglas para aplicarlas metódicamente al conocimiento de lo real. Cada operación conlleva diversas funciones y efectos de sentido: para apreciar la realidad y poder mirar en ella determinados datos y detalles descritos; para transmitir la fuerza, los hechos, secuencias y caracteres de los personajes de un universo narrativo o histórico; para persuadir o convencer a los demás de ciertas razones para conducirlos a determinadas acciones o cambios de creencia; para demostrar la evidencia de algo y establecer su verdad científica.

Para comprender estas macro-operaciones y en particular la macro-operación argumentativa es útil recordar a los teóricos holandeses que nos hablan de los actos de habla en la base de la operación de argumentar. Como hemos mencionado, para la pragma-dialéctica, dentro de toda argumentación se presentan a un tiempo el acto de habla complejo que es la argumentación y los actos de habla elementales que la componen: ordenar, pedir, interrogar, etcétera. Es decir, todos los enunciados que construyen una argumentación tienen a la vez dos funciones comunicativas: la del acto de habla inmediato y la de argumentar. La constelación de actos de habla argumentativos debe estar ligada de manera particular a un acto de habla distinto: el que expresa el punto de vista defendido por la argumentación.30 Así, en esta teoría, el acto de habla es el elemento nuclear dentro de la descripción de la argumentación. La argumentación se sitúa en un nivel más arriba. Es de hecho entendida como un macro-acto de habla acerca del cual podemos conocer sus condiciones de identificación para comprenderlo y de corrección para juzgar su validez.

Nosotros llamamos acto de discurso a aquello que la pragma-dialéctica, siguiendo a Austin, denomina acto de habla y Ducrot acto de lenguaje. Lo hacemos así, entre otras cosas, porque consideramos —con Slakta o van Dijk— que un acto conlleva relaciones institucionales y sociales que rebasan lo lingüístico para entrar en lo discursivo, el poder y la ideología; es decir, cuando yo ordeno, por ejemplo, tengo que tener el rol para hacerlo y debo seguir las reglas institucionales que corresponden en cada caso: un hijo no puede ordenar al padre, ni un jefe laboral puede —en condiciones democráticas— mandar insultando o sin seguir el protocolo administrativo. Así mismo, en cada campo debo seguir ciertas reglas y criterios estatuidos de validez.

Los actos discursivos, pues, pueden ser analizados en dos niveles jerárquicamente ordenados: el primero, el del acto inmediato (ordenar, pedir, interrogar, etcétera) está ligado y es comprendido a la luz de la fuerza ilocutiva (la intencionalidad, el cómo debe ser interpretado) del segundo, el macro-acto discursivo argumentativo, que se sostiene en y reconfigura lo expresado en el nivel primero de los actos. Así por ejemplo, si alguien dice: «informa al embajador de Estados Unidos que nuestro voto en el Consejo de Seguridad de la ONU será contra la guerra en Irak, para que tomen las medidas que crean conducentes y no sientan que los sorprendemos y se dañen por ello las relaciones de amistad México-Estados Unidos»; el acto primero es una orden, pero sirve, en un segundo nivel, a la argumentación de que la información temprana preservará las relaciones de amistad México-Estados Unidos.

Los macro-actos de «argumentar» y «refutar» (el acto que expresa el cuestionamiento de la argumentación oponente) conforman la macro-operación argumentativa, en la cual nos interesa ver cómo «operan» la totalidad de los funcionamientos discursivo semióticos que se les asocian en un momento dado: justificación, esquematización y disposición argumentativa; funcionamiento de los tropos, de los procesos de repetición, de la emoción, de la deixis (el «yo», «aquí», «ahora» del discurso como acontecimiento) de los actos discursivos, de las dimensiones no verbales, etcétera.31

Lo sostenido por Van Eemeren y Grootendorst respecto a un segundo nivel «macro» de interpretación para comprender la argumentación es válido para la demostración, la descripción o la narración, que comprendemos no sólo como macro-actos sino también como macro-operaciones clave que integran diversos actos, operaciones y funcionamientos.

Las cuatro macro-operaciones discursivas básicas integran el circuito del conocer a través de sus dos ejes de operación fundamentales: la demostración-argumentación y la descripción-narración. Mediante ellas explicamos, comprendemos, contamos y referimos lo que acontece en el mundo y entre los sujetos. Las macro-operaciones se mueven entre dos ejes epistemológicos: el mundo del objeto, lo hecho y el dato; y el mundo de los sujetos, sus valores y normas. Se desplazan también entre dos ejes netamente discursivos: el eje del relato para construir descripciones y narraciones; y el eje de la prueba para argumentar o demostrar. Nuestras disciplinas se mueven en ese mapa, con mayor o menor focalización en algunas de estas operaciones; la filosofía, por ejemplo, se inscribe y constituye en un relato ideológico cultural aunque busca sobre todo argumentar, y trata de echar mano tanto de diversas descripciones como de las demostraciones de su tiempo; la política acude a argumentos pero se hace también desde una muy particular visión narrativa de los hechos, de acuerdo con el bando profesado.

FIGURA 1. EL CIRCUITO COGNOSCITIVO DISCURSIVO


Este circuito cognoscitivo discursivo no es ontológico (del ser) es una formulación lógica provisional para dar cuenta de las grandes operaciones que efectuamos con el discurso. Las macro-operaciones rara vez se dan en pureza en el discurso concreto; en un texto puede haber fragmentos narrativos y fragmentos argumentativos, o cualesquiera otra combinación, y lo que se señala cuando se dice que un texto o disciplina es argumentativo es sólo que lo es en forma dominante (como es, quizá, el caso de la sociología y la historia críticas). La demostración, la argumentación, la narración y la descripción son macro-operaciones que subsumen a otros grandes conjuntos. Las consideramos distintivas de acuerdo con la experiencia humana y a estudios transculturales y translingüísticos, pero no son las únicas operaciones dignas de estudio como veremos un poco más adelante.

El eje demostración-argumentación exige la formulación y sostenimiento de un comportamiento lógico, sentimental, intuitivo o de creencia más racional en sentido estrecho. En el extremo demostrativo está lo que en un momento dado llamamos «ciencia» o «saber» en un sentido duro. En el polo argumentativo está lo que denominamos opinión (e ideo-lógica, como escribe Vignaux) como, por ejemplo, en el caso del derecho y la política. Para algunos enfoques contemporáneos hermenéuticos y posestructuralistas, el eje descripción-narración da cuenta del mundo desde una perspectiva más cercana a las ciencias humanas y a la historia (la historia se cuenta y se describe; aunque todo esto es relativo, pues también se argumenta y hasta se demuestra objetivamente, como cuando a través del carbono 14 realizamos un fechamiento de ciertas ruinas). De cualquier manera, la descripción atañe sobre todo a la instrucción y la orden, mientras que la narración alude a la literatura, como expresiones paradigmáticas. La comprensión cabal del eje demostración-argumentación nos conduce a la aclaración de una dicotomía asociada: la oposición explicación-comprensión. En este sentido, la causa (lo que llamamos tal en forma determinista) no sólo se narra, se demuestra o también se argumenta, en ocasiones, en tanto no es del todo evidente que una cosa conduzca a otra, como al justificar por primera vez las características de la luz a partir de postular la existencia de fotones. La causa nos lleva, tradicionalmente, a la explicación científica natural. La comprensión, en cambio, no es objeto de la ciencia natural sino de las ciencias humanas. Sin embargo, tal enfoque, ha sido discutido desde la aparición de las obras de Dilthey. En lo personal considero que es válido sólo en los extremos.

En realidad, hay demostración-argumentación en las ciencias humanas y descripción-narración en la teoría de la ciencia natural; en un cierto grado, pueden coincidir explicación (erklären) y comprensión (verstehen). No es cierto que la ciencia natural sea sólo explicación ni que la ciencia social sea sólo comprensión. Por otro lado, la noción de causa única y de explicación se han transformado desde la aparición de la física cuántica. El causalismo se centra por lo general en una sola causa en el lugar de la multideterminación y complejidad de la realidad, aunque ya no en las teorías físicas que fueron su cuna ni en la matemática de las probabilidades. Por otra parte, en argumentación debemos distinguir razones de causas. Hoy los objetos y causas no son fijos y eternos sino que se relacionan con otros, se mueven y se niegan unos a otros. En la física subatómica, la certeza de localizar un electrón, por ejemplo, se reduce a la probabilidad de que algo suceda (se localiza en el ámbito de la REEMPE o «región espacio energética de manifestación probabilística electrónica»). En las nuevas concepciones dinámicas de la biología (Gottlieb) es necesario dar un lugar a la comprensión y a la complejidad para entender la evolución (ésta no se explica sino a partir de entender las transformaciones que van desde los genes al citoplasma, el tejido, el organismo, el ambiente y la cultura en un funcionamiento de doble vía). Desde Heisenberg y más aún hoy, con la teoría del caos, se da una importancia creciente a la noción de incertidumbre,32 aunque dando lugar a posiciones tanto escépticas como optimistas respecto a la posibilidad de conocer el mundo.

En suma, no hay una distancia absoluta entre demostración y argumentación como tampoco entre explicación y comprensión. En el diálogo cotidiano no sólo justificamos juicios y esquematizamos, sino que también buscamos simple y sencillamente comprender y hacernos entender unos a otros a través del diálogo ya sea conversacional o estrictamente argumentativo.

El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión

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