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Concebir futuros en el ámbito del Gran Caribe transimperial
ОглавлениеEl segundo término clave que le da coherencia a este libro es el de “imaginación geopolítica”. Por “imaginación geopolítica” entiendo, siguiendo a los geógrafos John Agnew y Gearóid Ó Tuathail, las formas en que los individuos y los grupos “visualizan el espacio global” y conciben y presentan argumentos acerca de “la dirección futura de las relaciones mundiales” y la “forma que tomará el mapa político mundial”52. Esta definición permite que cualquier persona sea un analista geopolítico —democratiza la geopolítica y la imaginación geopolítica—, pues le quita los derechos exclusivos a una imaginación geopolítica a los “grandes actores y comentaristas” y pone la geopolítica al alcance de los subalternos y otros actores menores53.
Como se usa en este libro, el concepto está estrechamente relacionado con las comunidades imaginadas, el término que popularizó Benedict Anderson como una forma de definir una nación y el orgullo nacionalista de pertenecer a tal comunidad política54. Si bien su pesquisa por el origen —él estaba interesado en explicar “los orígenes y la expansión del nacionalismo”— le permitió desarrollar una explicación convincente de por qué y cómo el estado nacional se convirtió en la forma hegemónica de concebir y organizar el espacio global, ello también le impidió identificar lo que Akhil Gupta llamó “otras formas de imaginar la comunidad” o “estructuras de sentimientos que atan a la gente a unidades geográficas mayores a la nación o que cruzan fronteras nacionales”55. Como Gupta (y también Partha Chatterjee y Arjun Appadurai), busco develar visiones de comunidad que terminaron siendo “abrumadas y empantanadas por la historia del estado [nacional] poscolonial”56. Que el Estado-nación terminara siendo la “comunidad política imaginada” hegemónica no significa que estuviera destinado a serlo57.
La noción de imaginación geopolítica también se asocia con el concepto de “mapas mentales”. Definidos como “las formas en las que la gente construye imágenes de otros lugares”, los mapas mentales nos invitan a aproximarnos al mundo de aquellos que estudiamos en sus propios términos subjetivos, que es lo mismo que decir, a imaginar los “mundos imaginarios” que ellos imaginaron58. Los mapas mentales usualmente resultan en la producción de distorsiones geográficas que transforman el espacio absoluto (v. gr. espacio que puede ser “medido en distancias: pulgadas, pies, metros, millas, etc.”) en una construcción mental en la que otras variables se convierten, consciente o inconscientemente, en herramientas elegidas para medir y experimentar la proximidad59. Los mapas mentales nos permiten entender esa distancia que, como lo señala Sylvia Sellers-García, es “menos una cuestión de medición y más una cuestión de perspectiva”60. La lejanía y la proximidad, en otras palabras, están en el ojo de quien las observa. En el Gran Caribe transimperial, como lo muestra este libro, el sentido de la distancia o de la proximidad podría medirse —entre otras muchas variables— a través del miedo a una invasión, la disponibilidad o accesibilidad a los bienes, el acceso a noticias e información, el deseo de venganza, la amenaza de declive económico, los prejuicios raciales y la formación intelectual. En vez de imponerles anacrónicas formas de ver, de experimentar y de concebir el mundo a los sujetos que estudio, pensar acerca de sus mapas mentales me permite enmarcar sus acciones dentro de sus propios marcos de interpretación. En este sentido, en vez de limitar su campo de visión forzando su imaginación a encajar en compartimentos geográficos predeterminados que separan por la fuerza lo que estaba de hecho conectado, les permito a aquellos, cuyas vidas estudio, definir su mundo y mostrarnos los futuros potenciales a través de los cuales esperaban implementarlos.
Para los habitantes de Nueva Granada que participaron en la creación del Gran Caribe transimperial y que tomaron parte (o intentaron tomar parte) en proyectos concebidos dentro de este ambiente transimperial, un futuro como miembros de la comunidad política que hoy conocemos como Colombia constituía tan solo una entre muchas posibilidades imaginadas. El que terminara prevaleciendo la comunidad política imaginada llamada Colombia no debe disuadirnos del estudio de las múltiples comunidades alternativas a las que los habitantes de Nueva Granada imaginaron que podrían pertenecer. En términos de extensión geográfica, las comunidades que visualizaron variaron en tamaño, desde pequeñas ciudades-Estado e islas-Estado independientes, como las repúblicas efímeras establecidas en Caracas, Cartagena y la Florida (Muskogee y Amelia Island), hasta el ambicioso proyecto de crear una vasta confederación hemisférica de repúblicas independientes61. En cuanto al modelo político más apropiado para estas entidades políticas nacientes, las visiones incluían sueños de establecer una monarquía constitucional independiente precedida por un príncipe europeo; debates acerca del tipo de republicanismo —federalista o centralista— que debía establecerse; e incluso proyectos para pintar de rosa imperial el norte de Suramérica e incorporarlo al Imperio británico62. En el Gran Caribe transimperial de la Era de las Revoluciones la gente vivía literalmente entre una variedad de proyectos imperiales y sueños nacionales.
Sus proyectos, asociados, como de hecho lo estuvieron con mapas mentales particulares o con lo que, siguiendo a Thongchai Winichakul, puede llamarse un “geocuerpo” imaginado, nos permiten visualizar en formas cartográficas los futuros potenciales concebidos por ellos63. Así, mientras los indios marítimos (capítulo 3) imaginaron un futuro de autonomía política continua a través de conexiones duraderas con europeos no españoles, los plantadores y mercaderes de Jamaica visualizaron un mapa futuro del continente en el que el norte de Suramérica se incorporaría a un Imperio británico reformado (capítulo 4). Mientras tanto Simón Bolívar (capítulo 5) y los creadores de la temprana nación en Colombia (capítulo 6) concibieron una emergente nación colombiana, completamente incorporada o al menos aceptada con entusiasmo (por sus hermanas europeas y norteamericanas) en la comunidad euro-atlántica de naciones civilizadas. Evidentemente, estas visiones ofrecen solo un rango limitado de los proyectos imaginados por los habitantes del Gran Caribe transimperial. Su objetivo es ilustrar, más que agotar, las posibilidades de usar el Gran Caribe transimperial como una unidad geográfica de análisis.
Digno de mención aquí, dada su notoriedad en la historia del Caribe y su conspicua presencia en el Gran Caribe transimperial, es la ausencia de análisis específicos de la imaginación geopolítica de marineros, esclavos y gente libre de color. Su ausencia no debe tomarse como indicación de que carecían de imaginación geopolítica, ni de que los proyectos y futuros que imaginaron fueran menos importantes que los incluidos en este estudio. Los marineros, como lo ha demostrado ampliamente Marcus Rediker, también “imaginaron y algunas veces de hecho construyeron alternativas subversivas” a los regímenes imperiales y “zonas autónomas” que gobernaron a través de sus propios códigos no escritos64. Como ellos (en ocasiones con y casi siempre debido a ellos), los esclavos y la gente libre de color que experimentaban el Gran Caribe transimperial desde las costas de Nueva Granada concibieron futuros posibles basados en las noticias que adquirían en ciudades portuarias, como Cartagena, Santa Marta y Riohacha. Como lo ha demostrado el trabajo de Marixa Lasso y de Aline Helg, las poblaciones esclavizadas y de libres de color, tal como aquellas cuyos proyectos y visiones analizo en este libro, usaron el Gran Caribe transimperial creado por los marineros para concebir la dirección futura de los eventos que sacudían el mundo que ellos habitaban65. Para todos ellos, el Gran Caribe transimperial ofreció un lienzo sobre el que pudieron concebir y desarrollar visiones de futuros potenciales. Un territorio acuoso debe tomarse como una invitación a continuar explorando las numerosas visiones que la existencia de un Gran Caribe transimperial hacía posible.