Читать книгу Un territorio acuoso - Ernesto Bassi - Страница 7

Agradecimientos

Оглавление

Escribir sobre quienes cruzan fronteras y sobre el entorno que habitaron requiere una gran cantidad de viajes internacionales. Como el caminante de Antonio Machado (y de Joan Manuel Serrat), he andado muchos caminos en el proceso de escribir este libro. Y aunque no he navegado en cien mares, investigar las vidas de muchos que efectivamente lo hicieron me ha llevado a múltiples archivos y bibliotecas a ambos lados del Atlántico. En el proceso adquirí muchas deudas, conocí muchas personas maravillosas y convertí varias bibliotecas en mi oficina personal.

La Universidad de Cornell y la Universidad de California en Irvine (UCI), las dos instituciones que considero mis hogares académicos, proveyeron la mayoría del apoyo financiero que hizo posible este libro. Luego de finalizar mi disertación, recursos del Departamento de Historia de Cornell y de su Society for the Humanities cubrieron un viaje a los archivos nacionales de Colombia en 2013. El Institute for the Social Sciences de Cornell me dio el espacio físico y el tiempo que necesitaba para terminar el proceso de revisión. Las subvenciones y becas de investigación del Humanities Center de UCI, de The School of Humanities, de The Center in Law, Society and Culture y de All-UC Group in Economic History me permitieron realizar investigación en archivos en Colombia, España y el Reino Unido. Una beca de residencia de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos hizo posible investigar en el Archivo General de Indias (AGI) de Sevilla.

La investigación de archivos no puede llevarse a cabo sin aquellos que transportan los documentos desde sus ocultos repositorios subterráneos hasta el escritorio del investigador. El equipo anónimo de los National Archives de Londres y los amistosos y colaboradores empleados del AGI de Sevilla proveyeron ayuda invaluable. En el Archivo General de la Nación de Colombia me beneficié del profundo conocimiento del director de sala Mauricio Tovar y de todo su equipo. Estoy particularmente agradecido con Ana López, Fabio Castro, Rovir Gómez, Anhjy Meneses, Zenaida López, Fredy Duque, Enrique Rodríguez y Doris Contreras por guiarme cuando no tenía la menor idea de cómo encontrar lo que estaba buscando.

Son muchas mis deudas intelectuales. Desde 2012 he sido parte de una estupenda comunidad académica, donde encontré muchos amigos y, más aun, lectores críticos. El Departamento de Historia de Cornell no solo me ha dado el espacio y tiempo necesarios para revisar la disertación en la que se basa este libro, sino que también me ofreció una audiencia cautiva de colegas fantásticos, muchos de los cuales leyeron partes sustanciales de este libro y ofrecieron valiosa retroalimentación. Ray Craib ha sido el mejor colega que uno pudiera pedir. Leyó muchas versiones completas del manuscrito y nuestras innumerables conversaciones claramente hicieron de este un mejor libro y de mí un mejor historiador. Robert Travers y Jon Parmenter también leyeron el manuscrito completo e hicieron comentarios esclarecedores que me ayudaron a hacer el libro más comprensible y relevante para especialistas en áreas diferentes a la historia de América Latina. En su mayoría, mis colegas del departamento leyeron partes de mi trabajo para dos animadas y productivas reuniones del Comparative History Colloquium. Estoy particularmente agradecido con Durba Ghosh, Derek Chang y Eric Tagliacozzo por leer varios capítulos y ofrecer útiles advertencias, críticas y sugerencias bibliográficas. Aaron Sachs, Camille Robcis, Margaret Washington, Rachel Weil, Mary Beth Norton, Judi Byfield y María Cristina García leyeron también porciones del manuscrito y ofrecieron pensamientos fructíferos. Julilly Kohler-Haussman y Mostafa Minawi no solo leyeron largos segmentos del manuscrito, sino que, más importante aún, sufrieron conmigo el proceso de escribir nuestros primeros libros. Como director del Departamento, Barry Strauss mostró su total apoyo al avance de mi carrera al convertirse en un preciado protector de mi tiempo de escritura. La ayuda administrativa, técnica y logística que prestaron Katie Kristof, Barb Donnell, Judy Yonkin y Kay Stickane me permitió navegar Cornell y posibilitó muchas horas adicionales de escritura. Fuera del Departamento de Historia, mi compañera colonialista de Cornell, Ananda Cohen-Suárez, fue uno de los mejores interlocutores que pudieran desearse. Algunas de las conversaciones más estimulantes que me ayudaron enormemente a plantear y replantear mis argumentos ocurrieron durante la primera vez en que dicté el seminario de posgrado de historias cruzadas de las Américas y el Atlántico. Agradezco a Josh Savala, Kyle Harvey, Molly Reed, Esmeralda Arrizon-Palomera y Elise Amfreville por su lectura cuidadosa, sus preguntas inspiradoras y sus provocativos ensayos.

Antes de mi llegada a Cornell adquirí mis deudas intelectuales en UCI. Mi supervisor de la disertación, Jaime Rodríguez, me dio apoyo constante, leyó y releyó cada capítulo de la disertación, ofreciendo siempre preciosa retroalimentación, y se aseguró de hacerme saber que esperaba mucho de mí. Espero estar cumpliendo sus expectativas. En Rachel O’Toole encontré la mejor mentora que un estudiante de posgrado puede esperar. Incontables conversaciones con Rachel durante y tras mis años en UCI influenciaron decisivamente mi aproximación a la historia como estudio del pasado y como profesión y a la vida académica. Steve Topik es un historiador que vale la pena imitar. Ciertamente de él tomo el interés por localizar América Latina y los latinoamericanos en un escenario global más amplio. La oficina de Steve siempre estuvo abierta y en ella, sentado junto a sus tazas de café de comercio justo, disfruté algunas de las conversaciones intelectualmente más inspiradoras y excitantes de mis años de estudiante doctoral. Winston James prestó cuidadosa atención a mis intentos iniciales por definir el Caribe y, a pesar de que no siempre estuvimos de acuerdo en el asunto, tomó en serio mis respuestas a la pregunta ¿qué es el Caribe? Laura Mitchell me introdujo a la historia mundial, una aproximación que permea decisivamente mis argumentos y mi escritura. Su seminario “Aproximaciones a la historia mundial” contribuyó enormemente a convertir mi idea inicial de escribir una historia local del Caribe colombiano en un proyecto mucho más estimulante, interesado en las conexiones transimperiales. David Igler, Pat Seed, Dan McLure, Eric Steiger, Alberto Barrera, Annette Rubado, Heidi Tinsman, Aubrey Adams, Tina Shull, Annessa Stagner, David Fouser y Young Hee Kim leyeron aspectos de mi trabajo de posgrado que, en retrospectiva, ahora veo como mis intentos iniciales de entender el Gran Caribe transimperial desde la costa del Virreinato de Nueva Granada. Raúl Fernández aportó apoyo incondicional y sabor a lo largo de mis años en Irvine.

Más allá de mis dos hogares intelectuales, mucha gente y lugares han convertido la investigación, la escritura y la difusión de mi trabajo en una experiencia altamente estimulante. En Bogotá, las jornadas diarias de trabajo en los archivos incluyeron con frecuencia almuerzo, café y horas extra de conversación sobre historia con Daniel Gutiérrez, Jesse Cromwell, Sergio Mejía y Carlos Camacho. En Sevilla, los descansos de media mañana para ir por un oportuno cafelillo con leche ofrecieron tanto energía física como estimulación mental para continuar abriendo paso por entre los documentos. Agradezco a Ramón Aizpurúa, Luis Miguel Glave, Esther González y Cameron Jones por las muchas conversaciones magníficas que tuvimos mientras disfrutábamos del café. Durante mi estadía en Londres mi amigo Bill Booth me ofreció invaluable asistencia de investigación que hizo extremadamente productiva mi corta visita a Kew.

Como estudiante de posgrado y profesor asistente me beneficié de mi participación en múltiples seminarios y conferencias en los que conocí pares y mentores, muchos de los cuales se convirtieron después en queridos amigos. Mi participación en las reuniones anuales de la American Historical Association, los paneles de Gran Colombia Studies de la Conference on Latin American History y el Forum on European Expansion and Global Interaction me permitieron compartir y recibir valiosa retroalimentación sobre mi trabajo y formar parte de una excitante comunidad de historiadores cuyo trabajo e ideas influyeron decisivamente en los míos. En particular, estos foros me permitieron conocer y compartir ideas con Alex Borucki, Marcela Echeverri, Pablo Gómez, Fabricio Prado, Linda Rupert, Elena Schneider, Madalina Veres, Molly Warsh y David Wheat. Numerosas invitaciones a presentar aspectos de mi trabajo fueron asimismo críticas para refinar mis argumentos e ideas. Agradezco a los organizadores del New York State Latin American History Workshop (Bridget Chesterton), el Colloquium of the Omohundro Institute of Early American History and Culture (Elena Schneider), la conferencia “Placing History, Historicizing Geography” (Bertie Mandelblatt y Dean Bond), la conferencia “Rethinking Space in Latin American History” (Stuart Schwartz, Gil Joseph, Santiago Muñoz y Adrián Lerner), el taller “Entangled Histories of the Early Modern British and Iberian Empires and Their Successor Republics” (Jorge Cañizares-Esguerra, Bradley Dixon, Christopher Heaney y Mark Sheaves) y la conferencia “Rethinking Historical Space/Area in Historical Study” (Martin Klimke, David Ludden, Lauren Minsky y Mark Swislocki) por organizar escenarios envidiables para el intercambio intelectual. Agradezco también a los asistentes a estos eventos por impulsarme a pensar más intensamente sobre las regiones, la geografía, el mar y más. Las invitaciones de Johanna von Granfenstein (Instituto Mora), Jonathan Ablard (Ithaca College), Francisco Scarano (University of Winsconsin, Madison) y Nancy Appelbaum (Binghamton University) me forzaron a organizar mis pensamientos y a refinar mejor mis argumentos. Muchas conversaciones y correos electrónicos con Anne Eller sobre el Gran Caribe durante la Era de las Revoluciones le dieron forma a mi pensamiento. También le agradezco por su cuidadosa lectura de la introducción y la conclusión. Nancy Appelbaum, Lina del Castillo y Andrea Wulf me enseñaron mucho sobre los políticos geógrafos de Colombia y la conexión Humboldt-Bolívar. Los comentarios de Anne McPherson a una versión temprana del capítulo 3 me ayudaron a presentar mejor la historia de los indios marítimos. Antes de decidir convertirme en un historiador profesional, Linda Newson y Alberto Abello me introdujeron a la historia de Latinoamérica colonial y al estudio serio del Caribe colombiano que, en el largo plazo, resultó en este libro.

En Duke University Press, Gisela Fosado guió de manera fantástica a este neófito en la publicación de libros. A ella le gustó lo que presenté en una conferencia, pidió más y continuó disfrutando de las sucesivas versiones. La editora de arte Christine Riggio dibujó bellos mapas y me ayudó a preparar todas las ilustraciones. Lydia Rose Rappaport-Haskings me guió a través de las últimas etapas de la preparación del manuscrito. Estoy profundamente agradecido con los dos lectores anónimos cuyos sabios comentarios, críticas y sugerencias me empujaron a revisar, reorganizar y reescribir importantes porciones del manuscrito. Ambos lectores demostraron un entusiasmo por el libro que me animó mucho a trabajar fuertemente en el proceso de revisión.

A lo largo del proceso de investigación y escritura tuve la suerte de contar con amigos y familiares alentadores que hicieron posible la investigación y la escritura. En Bogotá, Mauricio Calderón e Isabella Gardeazábal y mi tía Carmen Arévalo hicieron de sus hogares mi hogar. Quedarme con ellos no solo me permitió estirar mis escasos recursos financieros, sino, más importante, me permitió disfrutar de compañía durante solitarios fines de semana, cuando más extrañaba a mi familia. En Londres, María Isabel Irurita, Juan Camilo Cock y Martina fueron los mejores anfitriones que pudiera uno pedir. Quedarme con ellos no solo resultó en un Londres libre de renta, sino que me dio también el gran gozo de reunirme de nuevo con viejos amigos.

La ayuda de mi familia inmediata simplemente ha sido inconmensurable. Mis padres, Chila y Rafa, siempre han apoyado mis aventuras históricas, y de hecho han estado bastante interesados en mi investigación y escritura. Mi interés por el Caribe, en efecto, se lo debo a ellos en gran parte. ¡Muchas gracias, mami y papi! Claudia Roselló y Santiago Bassi han sido mis compañeros de viaje a lo largo de este camino histórico. Cuando estaba en el exterior haciendo investigación, ellos sostuvieron el fuerte en California. Cuando estaba en casa me animaron y crearon distracciones regenerativas que me ayudaron a pensar mejor y me empujaron a seguir escribiendo. Elisa se nos unió más adelante en el camino. Durante la mayor parte de su vida, Ithaca ha sido su hogar, lo que significa que ella ha tenido que lidiar menos con mis ausencias por investigación que Clau y Santi. Pero, como Clau y Santi, Elisa me ha pillado (varias veces) pensando acerca del libro en momentos en los que debía estar dándole mi total atención a mi juguetona hija. Incluso antes de iniciar el proceso de conceptualización de este libro, Clau, en palabras de Serrat, cerró su puerta y echó a andar. Hoy, tres países y más de una década después, ella sigue aquí y, con Santi y Elisa, continúa sosteniendo el fuerte del hogar cuando yo estoy lejos.

Clau, Santi y Elisa, les agradezco por unírseme en crear nuestra propia geografía y en imaginar una variedad enorme de futuros posibles. Este libro es para ustedes. Es lo que es, en parte, por ustedes. Yo soy el historiador que soy en gran parte por ustedes. Las fallas, sin embargo, son solamente mías.

Un territorio acuoso

Подняться наверх