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Hacia un Atlántico más balanceado
ОглавлениеAunque en un principio fue concebido como un estudio de las configuraciones espaciales y de la imaginación geopolítica, Un territorio acuoso se ubica en el cruce de varias tradiciones historiográficas. Su análisis de las redes de comunicación en el Gran Caribe inserta la Nueva Granada en conversaciones sostenidas acerca del papel de los marineros como transportadores de información y acerca del crecimiento del comercio interimperial en el Atlántico occidental tras la guerra de los Siete Años y la Independencia de las Trece Colonias66. Los estudios de caso de la geopolítica y la imaginación geopolítica del Gran Caribe exploran las posibilidades de usar el Caribe neogranadino como un campo de pruebas para los encuentros entre indígenas y europeos (con énfasis en las perspectivas y la habilidad indígenas por mantener su autonomía política), la historia imperial británica, los estudios de la Revolución haitiana, y la naturaleza atlántica del proceso de construcción nacional de Hispanoamérica67. Pero, sobre todo, este estudio sitúa a la Nueva Granada (y por extensión a Latinoamérica) en el corazón de la historiografía atlántica que, sin importar la ola reciente de estudios que persiguen conexiones transnacionales o transimperiales, continúa reproduciendo la ficción de la existencia de lo que David Hancock autocríticamente llamó la “Era de la autosuficiencia imperial”68.
Como Hancock, Jorge Cañizares-Esguerra y Benjamin Breen han lamentado la tendencia de “la literatura académica sobre los Atlánticos británico, holandés, francés, español y portugués” a seguir “trayectorias separadas”. Esta compartimentación de la historia atlántica, como bien lo reclaman ellos, produce “el infeliz resultado de que los académicos del siglo XXI algunas veces fallan en notar influencias que habrían sido obvias para los individuos de la modernidad temprana”69. Al dibujar un mundo de acciones e imaginaciones que se niegan a ser categorizadas dentro de compartimentos nacionales o imperiales claramente definidos, Un territorio acuoso tiene el potencial de corregir un mapa historiográfico del Atlántico en el que, como lo notó Allan Greer, “la frase ‘historia atlántica’ sirve frecuentemente como un atajo para [referirse al] Atlántico británico en el período de la modernidad temprana”70. Este libro, en resumen, contribuye a lo que Roquinaldo Ferreira —en su estudio sobre las conexiones transoceánicas que crearon “el continuum social y cultural” brasileño-angolés— llamó la necesidad de “rebalancear la historia atlántica”71. Además, mi trabajo contribuye al esfuerzo rebalanceador al responder a la creciente “conciencia global” de los historiadores de los Estados Unidos durante la época colonial, que han creado lo que un historiador de Nueva Francia llamó “el mundo nuevo, feliz y sin fronteras de la historia colonial”72.
Un territorio acuoso no está solo en su esfuerzo por develar experiencias vividas que nos permiten ver los imperios atlánticos y sus fronteras como “entrecruzados”, “híbridos”, “porosos”, “fluidos” y “permeables” y el Caribe como un núcleo de interacciones transimperiales73. Las interacciones transimperiales fueron, por supuesto, experimentadas por aquellos que frecuentemente cruzaban fronteras políticas. Pero la movilidad física no fue la única forma de experimentar la transimperialidad. Como lo ha demostrado James Epstein, al compartir una isla con una gran población francesa y vivir bajo el control británico, al tiempo que se regían por un sistema legal y judicial español, los residentes de Trinidad durante la primera década del siglo XIX no tuvieron que moverse para vivir en un ambiente transimperial74. De forma similar, mientras Cuba hacía su transición de una sociedad con esclavos a una sociedad esclavista (entre las décadas de 1790-1820), los residentes de Cuba experimentaron las fuerzas transimperiales dándole forma al presente y al futuro de la isla española. Mientras que en el resultado inmediato del estallido de la Revolución haitiana la emergente clase de plantadores cubanos se apresuró a importar maquinaria para la producción azucarera y a recibir plantadores y técnicos franceses, los esclavos y la población de libres de color de la isla demostraron su familiaridad con las corrientes transimperiales de pensamiento e información al usar las ideas abolicionistas británicas y francesas y las noticias recibidas de Haití para luchar por una expansión de sus derechos75. De forma similar, basados en su familiaridad con los sistemas legales estadounidense, británico y español, los esclavos, la gente libre de color y los grupos indígenas en Florida formularon e implementaron estrategias de resistencia. Su familiaridad con la pluralidad legal de la Florida demuestra su comprensión de sí mismos como habitantes de un mundo transimperial76.
Como muchos habitantes de la Norteamérica británica, de Trinidad, Cuba y Florida, los habitantes de las provincias caribeñas de Nueva Granada vivían en un mundo enmarañado. Las interacciones transimperiales les permitieron experimentar e imaginar un Caribe más amplio y al Atlántico desde las costas de Nueva Granada. Los marineros, las autoridades reales, los indios marítimos y la gente libre de color que directa o indirectamente hicieron suyo el Gran Caribe transimperial desde las costas de Nueva Granada fueron parte de, y, de hecho, construyeron un mundo en el que los encuentros entre indígenas y europeos, la historia imperial británica, los estudios del Haití revolucionario y de la independencia hispanoamericana y la creación de la nación encajaron cómodamente en una sola narrativa más amplia de transformaciones revolucionarias en un mundo atlántico transimperial, multilingüe, cosmopolita y enmarañado.