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Los límites de un área de comercio libre transimperial grancaribeña centrada en Kingston
ОглавлениеEn su estudio clásico de la relación entre el comercio y el dominio político, J. H. Parry concluyó que tras la crucial victoria de Waterloo, “el imperio británico… dejó de ser uno más entre un grupo similar de imperios en competencia”139. Se convirtió, en cambio, en un poder superior a sus rivales tradicionales europeos. En aguas del Caribe, a pesar de la pérdida de la mayoría de sus colonias norteamericanas, el predominio marítimo, comercial y político británico había estado creciendo desde la guerra de los Siete Años. A través de una combinación de adquisiciones territoriales y transformaciones políticas que hicieron posible incrementar sus interacciones comerciales, para los primeros años de la década de 1810, Gran Bretaña había tenido éxito en crear lo que puede llamarse un área de libre comercio en el Gran Caribe transimperial, que controlaba mayormente desde Jamaica, su base comercial y naval más importante. Las adquisiciones territoriales temporales (Guadalupe y Martinica en 1794, Curaçao en 1800-1802 y 1807-1815 y Saint Thomas en 1801 y 1807-1815) y las nuevas colonias permanentes (Trinidad desde 1797) contribuyeron a consolidar la hegemonía comercial británica140. Esta hegemonía, sin embargo, no era ni puramente comercial, ni incuestionablemente hegemónica. Como se evidencia por las ya referidas adquisiciones territoriales y por varios intentos fallidos de adquirir otros territorios (Saint-Domingue en 1793 y Puerto Rico en 1797), la idea decimonónica de un imperio exclusivamente comercial no fue un principio rector de las relaciones británicas con la América española141.
En la esfera comercial, aun cuando la influencia británica sobre Nueva Granada fue fuerte y clara, la conexión jamaiquina no fue por ningún motivo la única red comercial en la que participaron los puertos de Nueva Granada. Mientras que durante la mayor parte del período entre las décadas de 1780 y 1810, el comercio con España y con los franceses y holandeses no ofreció una posibilidad confiable para obtener las codiciadas manufacturas y provisiones, socios comerciales no tradicionales, como la isla caribeña danesa de Saint Thomas y los recientemente independientes Estados Unidos, fueron capaces de retar exitosamente la hegemonía comercial británica. La sociedad comercial con el Caribe danés, aunque importante durante las primeras dos décadas del siglo XIX (sin importar la ocupación británica de Saint Thomas entre 1807 y 1815), fue efímera y no dejó una huella significativa en la historia de largo plazo de la región que se convirtió en la actual Colombia. El comercio con los Estados Unidos, de otro lado, tuvo tanto un impacto inmediato como de largo plazo en la historia de Colombia y en la formación del Gran Caribe transimperial. Como se atestigua por el intercambio comercial entre Filadelfia y Cartagena, durante la primera década del siglo XIX los Estados Unidos ya estaban haciendo incursiones importantes en la América española.
Inmediatamente tras el estallido de la guerra por la independencia de las Trece Colonias, las relaciones en el Gran Caribe se transformaron de forma dramática. Durante la primera década tras el fin de la independencia de las Trece Colonias, los intercambios comerciales españoles con sus territorios americanos alcanzaron niveles sin precedentes. La guerra anglo-española de 1796-1808, sin embargo, llevó este comercio trasatlántico a una parálisis. Como resultado, Nueva Granada y otros territorios españoles americanos alrededor del Caribe aumentaron sus intercambios comerciales con colonias extranjeras en el Caribe y con los Estados Unidos. Entre 1780 y 1810, el comercio con extranjeros pasó de complementar el comercio trasatlántico español a reemplazarlo. El sistema de puertos libres y el creciente poder marítimo británicos, junto con una demanda insatisfecha por manufacturas británicas en la América española, transformó el Caribe Suroccidental en un área de comercio libre de facto, en donde las manufacturas británicas, provisiones y, al menos en apariencia, los esclavos se intercambiaban por el producto en lingotes de la agricultura de la América española.
Una característica de este recién establecido sistema comercial de dominio británico en el Caribe fue la participación de un mayor conjunto de puertos en intercambios comerciales con Jamaica. En Nueva Granada, el puerto mayor de Cartagena participó en la conexión jamaiquina en el mismo nivel que puertos menores, como Santa Marta, Riohacha y Portobelo. Adicionalmente, otros puertos, que he llamado “puertos ocultos”, como San Andrés y Sabanilla, mantuvieron un importante intercambio con Jamaica.
La evidencia proveniente de los puertos jamaiquinos y sus oficiales de aduanas demuestra que, incluso en tiempos de guerra, embarcaciones españolas condujeron la mayoría del comercio con Jamaica. Este hallazgo constituye fuerte evidencia sobre el éxito del sistema británico de puertos libres y el importante papel de Nueva Granada en dicho éxito. Si bien Jamaica fue el centro del comercio exterior de Nueva Granada, el dominio británico de las relaciones comerciales del virreinato estuvo lejos de ser monopolístico. Otras rutas internacionales, que comunicaban los puertos de Nueva Granada con puertos caribeños extranjeros y con los Estados Unidos, cobraron importancia con el advenimiento de la guerra anglo-española de 1796. Los navíos angloamericanos dominaron el comercio de Nueva Granada (en especial el de Cartagena) con los Estados Unidos (en su mayoría canalizado a través de Filadelfia). Los barcos daneses, probablemente transportando bienes ingleses, controlaron el comercio en las rutas Saint Thomas-Cartagena y Saint Thomas-Santa Marta. Y los navíos holandeses, casi completamente ausentes durante los períodos de la ocupación británica de Curaçao, aparecen en los registros como socios comerciales importantes de Santa Marta en 1808 y de Cartagena en 1817.
Las redes comerciales presentadas en este capítulo no solo fueron importantes como productoras de rentas para comerciantes y gobernadores británicos y españoles, sino también fueron generadores de efectos culturales menos tangibles, pero potencialmente más duraderos. Los siguientes capítulos exploran las formas en las que las redes comerciales transimperiales descritas en este capítulo ofrecieron el contexto en el que los habitantes del Caribe neogranadino desarrollaron interpretaciones geopolíticas acerca de las consecuencias potenciales de eventos en el Gran Caribe transimperial centrado en Kingston.