Читать книгу La clínica psicomotriz - Esteban Levin - Страница 16
SUJETO Y CUERPO
ОглавлениеEs necesario diferenciar y discriminar el cuerpo, lo corporal, del sujeto. “El hombre habla pues, pero (agrega Lacan, 1984, p. 206) es porque el símbolo lo ha hecho hombre”. Al ser captados por el lenguaje, los seres humanos nos diferenciamos del reino animal, no somos ya puro cuerpo, sino que, por el ingreso al universo simbólico podemos tenerlo y, por lo tanto, ser sujetos con un cuerpo.
Si el cuerpo es algo que el sujeto tendrá que tener y conquistar, es que el sujeto no es lo mismo que su cuerpo, y por eso puede jugar a tenerlo. Esta apropiación del cuerpo por parte del sujeto demanda un arduo trabajo de descubrimientos y conquistas. Si todo va bien (como diría Winnicott), el niño pasará primero de una dispersión corporal efectuada y producida por el lenguaje, a una apropiación del cuerpo imaginario especular (estadio del espejo), a una apropiación simbólica (con el juego del Fort-Da).
Por efecto del lenguaje se produce esta separación entre sujeto y cuerpo. Un animal, a diferencia de un sujeto, no podrá decir que tiene un cuerpo, o que percibió, sintió, vivenció el cuerpo, o que el cuerpo es de él, porque el animal es solo cuerpo que, por no estar inmerso en el lenguaje, nunca podrá distanciarse para tenerlo.
Ya en el año 1637 Descartes se ocupó de diferenciar el cuerpo de un hombre del de una máquina y del cuerpo de un animal. Para ello recurrió al pensamiento (aunque ya sabemos que para pensar es necesaria la estructura del lenguaje):
Nunca una máquina podrá usar palabras ni signos equivalentes a ellas como hacemos nosotros para declarar a otros nuestros pensamientos. Es posible concebir una máquina tan perfecta que profiera palabras a propósito de actos corporales que causen algún cambio en sus órganos –por ejemplo: si se le toca en un sitio que conteste lo que determinó que contestara el autor de la máquina–; lo que no es posible es que hable contestando con sentido a todo lo que se diga en su presencia, como hacen los hombres menos inteligentes (Descartes, 1979, p. 31).
Acerca de la diferencia con el cuerpo animal, afirma:
No hay hombre, por estúpido que sea, que no coordine varios vocablos formando partes para expresar sus pensamientos; y ningún animal, por bien organizado que esté, por perfecto que sea, puede hacer lo mismo.
Y no procede esta incapacidad de la falta de órganos, porque la urraca y el loro pueden proferir palabras lo mismo que nosotros, y, sin embargo, no hablan del mismo modo, puesto que no piensan lo que dicen, y los sonidos que emiten no constituyen un lenguaje porque este requiere un fondo que es el pensamiento. En cambio los sordomudos, privados de los órganos que los hombres empleamos para hablar, inventan una serie de signos para comunicarse con sus semejantes. Estos hechos nos indican, no que las bestias tienen menos razón que el hombre, sino que carecen por completo de ella, porque no se necesita tener mucha para saber hablar (Descartes, 1979, p. 31).
El planteo de Descartes ubica el pensamiento y la razón como causas de la diferencia con el animal, donde el pensamiento es la causa del lenguaje.
El planteo que proponemos es diferente, pues, tal como lo enunció Freud, el pensamiento es secundario, lo primario es el universo simbólico del lenguaje, tomando este como estructura que determina a un sujeto. Y de lo que carecen los animales es de este órgano estructurante de lo humano, el “órgano” del lenguaje, el “órgano” simbólico. Por lo tanto, el cuerpo humano, por serlo, se constituye por efecto del lenguaje, y son estos efectos dados por el Otro los que marcan al cuerpo de un sujeto como deseante.
Es decir que lo simbólico, el lenguaje, preexiste al nacimiento del niño. El sujeto preexiste al cuerpo y subsiste tras la muerte de él, por ejemplo en el recuerdo, o sea en el nombre que nombra a este cuerpo.
Preexiste, pues son los padres quienes, antes que el niño tenga un cuerpo, ya se lo imaginan (por ejemplo, como médico, ingeniero, futbolista, policía, arquitecto, etcétera). Piensan un nombre para él, y también imaginan cómo será su cuerpo, si tendrá “ojos claros” o no, “será alto”, “flaco”, o “se parecerá al abuelo”.
Antes del nacimiento del niño ya hay un sujeto en juego, o se comienza a jugar la constitución del sujeto. Podríamos decir, incluso, que ya hay un cuerpo de “hecho”, ese que imaginan los padres. Antes de que nazca, ya hay un cuerpo para ese hijo que va a llegar, hay deseos, hay palabras, tiene un nombre, un lugar, una posición, es decir: un cuerpo sin cuerpo, un primer cuerpo simbólico (cuerpo de representaciones, de deseos parentales, de palabras, de lenguaje).
En el deseo de hijo, de tener un hijo, ya se empieza a jugar el futuro de este sujeto. Por eso, nosotros, psicomotricistas, tomamos una historia clínica en la que nos interesa, por ejemplo, el discurso de la madre en relación con el cuerpo de su hijo, cómo se lo imaginaba, si este niño fue o no deseado, si tiene alguna problemática orgánica, etcétera. |
Así, nos ocupamos de la historia del sujeto con su cuerpo y del recorrido y la ubicación del cuerpo, o de lo corporal, en el mito familiar. Lo que no es otra cosa que el pasaje de lo carnal a la letra.
Hablar del cuerpo significa entonces hablar de la existencia de dos ámbitos simultáneos, de dos realidades que se encabalgan, siendo que la primera (la anatómica) es límite de posibilidad y de significación de la segunda (la erógena), la que es, a su vez, quien otorga la dimensión de sentido a la primera. Por ello es que el cuerpo es palabra, pero también letra; es fonología, pero también tatuaje; es deseo, pero también pulsión o y fuente (Godino Cabas, 1980, p. 98).
El cuerpo se construye, se constituye, a partir de una historia que comienza y se desarrolla sin que el niño pueda elegir nada de ella; está en su origen, lo constituye, lo hace humano.