Читать книгу La clínica psicomotriz - Esteban Levin - Страница 5

Prólogo a la nueva edición

Оглавление

Por Esteban Levin

El movimiento que introduce este escrito anticipa, resignifica y recrea el campo psicomotor de la infancia y, en ella, los problemas que a diario viven los niños en los cruciales momentos del desarrollo y la estructuración subjetiva.

Este libro se publicó por primera vez hace muchos años; tuvo luego numerosas reediciones, que marcaron los orígenes clínicos e históricos de la psicomotricidad. Las ideas y pensamientos que actúan y se despliegan en esta obra no solo tienen hoy total vigencia sino que resultan cada vez más actuales.

No existe un primer cuerpo del origen; siempre hay una anterioridad y una posterioridad que anticipan, preceden y suceden. El sujeto empieza antes del nacimiento, con la herencia vivida, actuante. A los niños no les queda más remedio que entretejer y enlazar al mundo que les toca vivir las palabras, las imágenes, las sensaciones corporales y las sensibilidades cenestésicas (propio e interoceptivas). La comunidad los aloja, pero también los coacciona a aprender, a anudar lo real, lo que para ellos no tiene explicación ni sentido.

La primera imagen corporal de un sujeto no está en el cuerpo, sino en el Otro; desde ella toma vida la sensibilidad gestual. La gestualidad psicomotriz que está en juego no tiene sustancialidad material, sino que se basa en la experiencia transmitida por una herencia afectiva que produce como efecto dramático la plasticidad simbólica articulada a la neuronal.

La psicomotricidad es un punto de encuentro entre la realidad neuromotriz del desarrollo y la constitución subjetiva, a través de la realización en acto de una experiencia significante cuya travesía deja huellas que historizan cada subjetividad.

Entre el movimiento del cuerpo y la imagen corporal se juega el “alma psicomotriz”, que remite a la relación entre ellas, entreverada por la experiencia escénica llena de intensidades y ritmos que conforman el quehacer cenestésico de la gestualidad.

Un gesto nunca implica solo al cuerpo, aunque él es imprescindible para realizarlo. La vida gestual no reside exclusivamente en el desarrollo sensoriomotriz y tampoco en el movimiento biomecánico, sino en la imagen del cuerpo.

En el campo psicomotor es esencial la realización del gesto como experiencia fundante de la subjetividad. La gestualidad permite que los niños se emancipen del órgano carnal y los introduce a un mundo imaginario (pleno de imágenes para reflejarse, atravesar y refractarse), simbólico (conformado por la legalidad del lenguaje y la cultura) y real (en tanto límite y causa de la experiencia).

El eje postural corporal está sustentado en el deseo de relacionarse con otros que también hacen uso de la imagen corporal y ponen en juego la plasticidad que, a su vez, recrea la experiencia y la manera de existir en ella.

Así como un titiritero debe olvidar su mano para devenir títere-personaje y entrar en la trama dramática que le permita jugar la escena, en la clínica, en lugar de etiquetar a un niño en un diagnóstico-pronóstico debemos intentar relacionarnos con él, incluirnos en el modo de existir que nos propone. Para eso resulta esencial dejarnos captar, tocar por la fuerza de la problemática que nos presenta.

Somos sensibles a las dificultades de los niños; nos despojamos de nuestros propios ideales para poder comprender su historia familiar, escolar, comunitaria. De esta manera, donamos el deseo de relacionarnos con ellos mucho más allá de sus signos, trastornos o síntomas. Damos lugar y tiempo para que se produzca otra experiencia psicomotriz.

Al hacer la ficción, los niños necesariamente improvisan, juegan a lo incalculable del azar. Sin darse cuenta, aprenden que los cambios vienen después del “antes”, en el devenir de una escena, a medida que la experimentan. En ellos, el deseo de ficción desborda lo establecido al jugar las potencialidades rebeldes al compás rítmico de la escena. Donar el afecto ficcional implica una experiencia de desposesión de sí, de vaciamiento, pérdida, cambio y diferencia.

Jugar es una forma de existir en la que los niños devienen aquello que no son sino en el artificio ficcional. Plenos de ambigüedad, pululan entre la fantasía y la realidad, transitan y componen la experiencia infantil. El ritmo desigual, multiforme, nómade, ensambla un movimiento psicomotor irregular, insólito por lo impensado y plural por la plasticidad. El acto lúdico implica aceptar la metamorfosis de la transformación y la desmesura del gesto en el cual los niños ponen en acto la imagen corporal.

La clínica psicomotriz

Подняться наверх