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2.2. PRINCIPIO DE LA ADAPTACIÓN
ОглавлениеPara entender este principio es necesario que se comprenda el concepto de homeostasis.
La homeostasis puede interrumpirse por factores internos (generalmente procedentes de la corteza cerebral) o externos: calor, frío, situaciones inusitadas (que provocan emociones), variación de la presión, esfuerzo físico, traumatismos, etc.
Homeostasis es el estado de equilibrio inestable mantenido entre los sistemas constitutivos del organismo vivo y el existente entre éste y el medio ambiente.
Siempre que se altera la homeostasis el organismo dispara un mecanismo compensatorio que procura restablecer el equilibrio. Esto quiere decir que todo estímulo provoca una reacción en el organismo que acarrea una respuesta adecuada. Este concepto se resume en la figura 2.2.
Si, por ejemplo, la temperatura baja de repente violentamente (estímulo), el organismo sufrirá una vasoconstricción periférica y una vasodilatación esplénica, acompañada de un aumento del metabolismo (reacción). Entonces el cuerpo mantendrá su temperatura estable debido a la mayor producción de calor interno y a la disminución del calor transmitido a través de la piel (respuesta).
Los estímulos provocarán una respuesta de importancia directamente proporcional a su intensidad.
Figura 2.2. A todo estímulo del medio ambiente le corresponderá una reacción del organismo.
Hussay (1956), citado por Caldas y Rocha (1978), dice que todos los estímulos externos producirán efectos en el organismo y establece una diferenciación en la intensidad de esos estímulos lo que se explica en la figura 2.3.
Hans Seyle (1956) concentra sus estudios en los estímulos fuertes y muy fuertes, denominándolos estrés, que sería el estímulo capaz de provocar adaptaciones o daños en el organismo desencadenando un síndrome de adaptación general (SAG). Los tipos de estrés fueron estudiados por Von Eüler (1969), quien los clasificó en:
Figura 2.3
Estrés físico.
Estrés bioquímico.
Estrés mental.
El estrés físico es causado por un aumento de la actividad física, provocando un incremento de la secreción de adrenalina y de noradrenalina directamente proporcional a la intensidad del esfuerzo, siendo preponderante el aumento de la tasa de noradrenalina.
El estrés bioquímico lo provoca la introducción en el organismo de cualquier sustancia química. Algunos ejemplos de agentes estresantes bioquímicos:
Insulina: provocando hipoglucemia.
Bases: provocando alcalosis.
Ácidos: provocando acidosis.
Hormonas: con efectos específicos, según el tipo administrado.
Alcohol: provocando, entre otros efectos, una vasodilatación general.
Tabaco: con efectos perjudiciales sobre los sistemas circulatorio, respiratorio y digestivo.
Además de estos, pueden citarse otros como los alimentos, los calmantes, los excitantes, etc. Todos ellos provocarán una reacción que puede ser leve, como cuando se toma un antiácido, o profundamente dañina, como la observada en el organismo después de fumar un cigarro.
En el estrés bioquímico, como en los demás, hay un aumento de la secreción de catecolaminas, habiendo por tanto una nítida preponderancia de la producción de adrenalina.
En el estrés mental, provocado por la ansiedad, por la angustia o por otro factor estresante procedente de forma genérica de la corteza cerebral, se observa como ejemplo de lo constatado en el estrés bioquímico una preponderancia de la producción de adrenalina.
Por lo tanto, durante el entrenamiento y la competición el deportista está sometido los tres tipos de estrés. El estrés físico es el que interesa directamente, pues, asociado al principio de la adaptación, es el que permitirá la existencia del entrenamiento deportivo.
Para una mejor comprensión del SAG, éste será dividida en tres fases:
1ª Fase: fase de excitación, que provoca una reacción de alarma.
2ª Fase: fase de resistencia, que provoca una adaptación.
3ª Fase: fase de agotamiento, que provoca daños temporales o permanentes.
Excepto en casos extremos (por ejemplo, un traumatismo violento), los agentes estresantes provocan el desencadenamiento del SAG siguiendo el orden presentado. Según la intensidad del estímulo, el SAG irá hasta la primera, la segunda o la tercera fase.
El entrenamiento deportivo es la ciencia de provocar adaptaciones en el organismo de una persona para volverla más apta para alcanzar un determinado rendimiento. Así, tendrá su campo de actuación restringido a la segunda fase del SAG. En la figura 2.4 se ha realizado una correlación entre la intensidad de los estímulos y la acción estresante.
Los medios de comunicación social usan en general la palabra estrés asociada únicamente a la tercera fase del SAG, atribuyéndole un significado peyorativo. Sin embargo, durante la segunda fase del SAG el estrés (principalmente el físico) puede tener un efecto beneficioso para el organismo.
Si no se produjese la adaptación provocada por el estrés físico, no sería posible entrenar a un deportista, y el campeón continuaría siendo aquel “artista” que nació con un don especial.
La labor del entrenador dependerá de parámetros fisiológicos y de su capacidad para situar la intensidad del entrenamiento dentro de una faja que provoque adaptaciones en el organismo.
Si se utilizase una intensidad débil o media, no habría efecto de entrenamiento; si, por otro lado, el entrenamiento fuese realizado con la utilización de estímulos demasiado fuertes, se estaría provocando la aparición del agotamiento.
Es natural (y deseable) que el deportista, después de una sesión de entrenamiento, esté cansado. Pero es imprescindible que, tras un período de reposo, consiga recuperarse totalmente y esté en perfectas condiciones para el siguiente entrenamiento. Sin embargo, si se estuviesen aplicando estímulos demasiado fuertes en un período de recuperación o alimentación insuficiente o en presencia de ciertos estados anímicos, no se produciría esta recuperación y el deportista entraría en un proceso de agotamiento que Carlyle (1967) y otros autores denominan strain.
Cabe aquí una mejor definición de los términos utilizados para describir el desgaste orgánico provocado por la actividad física.
Cansancio. Es la sensación subjetiva de desgaste provocada por la actividad o somatización.
Fatiga. Depleción de las reservas energéticas asociadas a la acumulación de catabolitos en el organismo que dificulta la continuación de la actividad física, pudiendo provocar hasta incapacidad temporal para el ejercicio.
Sobreentrenamiento. Término que denota una recuperación incompleta antes de la aplicación de una nueva carga de entrenamiento, dando origen al agotamiento y provocando un declive de la capacidad de trabajo.
Figura 2.4.
Agotamiento. Estado del organismo que, sometido a una carga de trabajo muy fuerte, no se recupera convenientemente por insuficiencia del tiempo de reposo, por alimentación inadecuada o condición patológica. El agotamiento tiene un carácter progresivo y exponencial.
El strain generalmente se deriva de una excesiva carga de trabajo dentro de un proceso de sobreentrenamiento.
El problema del sobreentrenamiento tiene una importancia primordial en la preparación del deportista de alto nivel y consiste, por su propia naturaleza, en la utilización de cargas de intensidades fuertes a muy fuertes.
La identificación precoz del agotamiento posibilita que se continúe el entrenamiento, ahora con una drástica reducción de las cargas de trabajo. Tal procedimiento, a pesar de tener consecuencias fatales sobre el rendimiento, siempre será mejor que la parada total.
El strain podrá ser detectado precozmente mediante la observación de diversos síntomas:
Aumento de la frecuencia cardíaca basal.
Diarrea.
Inapetencia.
Irritabilidad.
Pérdida de peso.
Insomnio.
Lesiones musculares constantes.
Disminución de la capacidad de concentración y aprendizaje.
Lesiones, etc.
Al médico del deporte le corresponderá estar siempre atento a estos síntomas y a los eventuales parámetros a los que tenga acceso por medio de exámenes de laboratorio (lactacidemia, presión parcial de CO2 en la sangre, presencia de proteínas en la orina, etc.) para alertar al entrenador sobre el inicio de un proceso que puede sepultar un ambicioso programa de entrenamiento total.
Sin embargo, será el entrenador principal el responsable de la prevención del strain. El buen entrenador no se limita a acompañar el entrenamiento. En verdad, él busca en todo momento conocer a su deportista lo más íntimamente posible, como si estuviera dentro de él. De esta manera será el entrenador el primero en percibir las alteraciones sintomáticas ocurridas en el deportista, indicando que está en un proceso de sobreentrenamiento.
Si se produce éste, aunque en su estadio inicial sea leve, se aplicará obligatoriamente la restricción del ritmo de entrenamiento, forzando su reducción en una escala mucho mayor que cuando esta desaceleración del entrenamiento se debe a la estrategia del entrenador.
El dilema reside en lo siguiente: si el entrenador no fija los mayores volúmenes de intensidad de trabajo posibles para la fase en curso, estará subentrenando a su deportista y provocando forzosamente un peor rendimiento en la competición. Así, el entrenador se verá obligado a trabajar con un margen de acción muy restringido y a veces inexistente, un factor más para forzarlo a dedicarse en cuerpo y alma a conocer a sus deportistas.