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Los resultaos de los análisis de la Policía Científica del piso de Lucia Mistroni y de la autopsia de su cuerpo llegaron bastante rápido y casi con el mismo tiempo de espera.

En la casa de la muchacha no se encontró, aparentemente, nada particularmente interesante, al menos en un primer momento.

Dejemos los precintos hasta que concluya esta historia, había especificado Zamagni, porque sabía que la contaminación de la escena de un crimen habría podido probablemente confundir las investigaciones y retardar la resolución. Además, podrían necesitar volver a aquel piso para posteriores comprobaciones.

El piso parecía completamente ordenado, sin nada que estuviese fuera de lugar. Esto podía significar que el culpable de aquel crimen no buscaba nada preciso cuando había ido a casa de Lucia.

Y, además, la cerradura de la puerta de entrada estaba bien, sin trazas de haber sido forzada.

Por lo tanto, probablemente Lucia Mistroni conocía a su asesino.

La autopsia no había sacado a la luz ninguna señal de resistencia. La mujer se había golpeado la cabeza, quizás de forma letal y, en consecuencia, había caído al suelo.

“Lo que tenemos hasta el momento no nos lleva a ninguna parte,” dijo el inspector Zamagni mientras hablaba con el capitán Luzzi en su oficina.

“Propongo buscar mejor entre sus parientes, sus amigos y conocidos” dijo el capitán. “Por lo menos conseguiremos obtener un poco más de información sobre la muchacha.”

“Estoy de acuerdo.”

“Que le ayude el agente Finocchi. Dividíos el trabajo, para empezar. Volved junto a la madre, a continuación, según lo que os diga, hablad con las personas que conocían a la hija.”

Terminada la conversación Zamagni y Finocchi salieron para ir a hablar de nuevo con la madre de Lucia Mistroni. El tráfico rodado de aquella mañana era insoportable, de todos modos consiguieron llegar al destino en un tiempo razonable. La señora les había dado su dirección antes de salir del piso de la hija el día anterior.

Cuando la mujer vio a los dos policías estaba a punto de entrar en la casa después de haber pasado por la frutería.

Les pidió que se acomodasen y les preguntó si querían algo de beber.

“Muy amable,” le agradeció el inspector “Aceptaría encantado un vaso de agua.”

“Lo mismo para mí, gracias”, dijo Marco Finocchi.

La mujer echó el agua en dos vasos de vidrio bastante amplios y se los dio a sus huéspedes.

“Necesitamos de nuevo que nos ayude,” dio el inspector después de haber bebido un sorbo.

“Díganme.”

“¿Podría hacernos una lista de todas las personas que conocía su hija? Quiero decir de parientes, amigos y conocidos. Con respecto al lugar de trabajo basta con que nos diga el nombre de la empresa.”

La mujer cogió un folio, comenzó a escribir y, una vez terminado, los dos policías se dieron cuenta que iban a tener que trabajar duro para conseguir hablar con todos en el menor tiempo posible.

Zamagni cogió el papel, lo dobló y se lo metió en el bolsillo.

“Desde la última vez que nos hemos visto, ¿ha recordado algo que usted cree que pueda ayudarnos en nuestro trabajo?’” preguntó a continuación.

“Por el momento, no, pero no me he olvidado. En el momento en que sepa algo, no dudaré en llamaros”

“Muchas gracias”, dijo Marco Finocchi.

“Ahora nos debemos marchar. El trabajo nos espera.” Esta vez había sido el inspector Zamagni el que había hablado.

Los dos policías se levantaron casi al mismo tiempo, se despidieron de la mujer y salieron.

Se percataron de que el folio que les había dado la mujer era muy detallado: por cada nombre de la lista había especificado qué tipo de conocido o pariente era y, de aquellos que lo sabía, había escrito incluso la dirección.

Zamagni decidió que comenzarían con los nombres de los cuales tenían la información completa y dejarían a los agentes que trabajaban en las oficinas la tarea de completar la lista con los datos que faltaban.

El inspector se ocuparía de los parientes y el agente Finocchi de los amigos.

Antes de comenzar la dura tarea de recogida de información se pasaron por la comisaría de policía y Zamagni aprovechó para hacer dos fotocopias de la lista que había escrito la mujer: una copia se la dio al agente Finocchi, otra al agente encargado de buscar los datos que faltaban y Zamagni guardó en su bolsillo el original.

Atropos

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