Читать книгу Una mujer con alas - Fernanda Pérez - Страница 13

ERNESTO

Оглавление

“Sos una mina egoísta y además impulsiva. Estás tomando la decisión equivocada”, le escribo.

Espero su respuesta… Una rayita, dos rayitas, rayita celeste. La pantalla se apaga, vuelvo a encenderla y sigo atento. Está escribiendo, el mensaje tarda y, finalmente, leo: “Yo egoísta e impulsiva. Vos cagón e incapaz de tomar decisiones. Por eso no funcionó”.

La llamo, no da para seguirla por mensaje. Pero no me atiende. Quiero decirle que hubo y hay muchas razones por las cuales no funciona. Ella nunca quiso hablar de eso, pero no tiene idea de lo que es cargar con la enfermedad de un hijo pequeño. Cuando a Joaquín le diagnosticaron su leucemia fueron dos años en los que viví con miedo, como si el aire no fuera suficiente para llenar mis pulmones. Exámenes, tratamientos, el trasplante, los casi sesenta días de vivir en una burbuja con un niño inmunodeprimido… Y encima de eso, Claudia, con su depresión, sus brotes de locura, esa forma tan suya de hacerme sentir el culpable de todo. No pude contar con ella para nada. Preferí que se quedara en casa, haciéndose la mártir, a tener que tolerar sus ataques de llanto, sus enojos y sus histerias. Soy de los que creen que quien no te suma, te resta. Bien podría recriminarle a Caro que en ese tiempo ella tampoco sumó, tomó distancia, se alejó de mi dolor y me dejó solo. Tal vez fue mejor así.

Pero el cuerpo tira, el deseo es una pulsión que no tiene reglas ni límites… Cuando las cosas se fueron acomodando, aquello que alguna vez tuvimos renació. No lo programamos, simplemente una noche, en la reunión de fin de año de la oficina, nos miramos y con eso fue suficiente. Ella se fue, yo la seguí y a los pocos minutos terminamos cogiendo desenfrenadamente en el auto, como si fuéramos dos adolescentes.

Volvimos a construir nuestra rutina en esta incómoda clandestinidad. A mí me basta y sobra, pero al parecer para ella es insuficiente. Y ahora, cuando pienso que tal vez con el tiempo las cosas se pueden acomodar, me sale con esto: la licencia, el viaje… En fin, la distancia.

El día del cumple de Caro, Claudia se encerró en el baño y amenazó con tomar pastillas. Sé que es su modo de manipularme, pero lo logró. No me pude ir y me quedé alerta, junto a la puerta, pidiéndole de mil maneras que saliera de allí y se tranquilizara.

Al otro día fui a lo de Caro, le llevé de regalo un perfume carísimo, de los importados, pero me lo devolvió. No quería ni perfume ni nada mío.

Desde entonces no dejamos de hacernos daño. Nos decimos cosas ofensivas, nos mandamos mensajes hirientes… Mensajes que se escriben y se borran, pero que nos quedan resonando en el alma.

Ella no sabe lo que siento, ella cree que mi vida es simple y que todo es cuestión de cobardía. ¡Si supiera…!

Miro el reloj, tengo que ir a buscar a mi hijo a su taller de arte. Me calzo la careta del padre ejemplar y sonriente, y parto en silencio. En el auto suena “Ese maldito momento” de No Te Va a Gustar.

Una mujer con alas

Подняться наверх