Читать книгу La certificación forestal: un instrumento económico de mercado al servicio de la gestión forestal sostenible - Fernando García-Moreno Rodríguez - Страница 25

I.3.1.B. La dimensión objetiva: La consecución conjunta y sumatoria de la sostenibilidad medioambiental, de la sostenibilidad social y de la sostenibilidad económica como condición sine qua non para poder aludir con propiedad a la verdadera y real sostenibilidad y en su caso, desarrollo sostenible.

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Otra dimensión (dimensión objetiva) e implicación de la sostenibilidad y más específicamente, del desarrollo sostenible, que personaliza lo que aquella persigue dentro del necesario progreso y desarrollo de la humanidad, tiene que ver a diferencia de la anterior –que como he explicado, tenía su fundamento en la aplicación de tal desarrollo en un concreto momento histórico, pero teniendo muy presente el porvenir, es decir, la situación futura en beneficio de quienes en esos momentos habiten la tierra–, con los objetivos, vaya por delante, no todos, pero sí, al menos, los más preeminentes y significativos que comporta el tan traído y llevado desarrollo sostenible. Estos, no son otros que el ambiental, el social y el económico, los cuales de inmediato paso a especificar.

Resulta evidente que el desarrollo sostenible tiene un clara e innegable vocación ambiental que condiciona todo su ser de principio a fin, ya que si se piensa bien, aquel es fruto del maltrato y vejación reiterada que se hacía del medio ambiente por el hombre de manera metódica y sistemática, dado que con la finalidad de enmendar tan execrable conducta y reconducirla a extremos de armonía y equidad con el necesario progreso del ser humano se acuñó el término sostenibilidad y de él, en la aplicación efectiva de tal propósito, el de desarrollo sostenible. En definitiva, uno de los objetivos innegables del desarrollo sostenible es contribuir al progreso y desarrollo económico y social de la humanidad sin comprometer para ello los recursos naturales y biológicos de los que se dispone, es decir, presentes, en beneficio de las generaciones actuales y venideras. Se busca, por tanto, no comprometer la capacidad productiva que deriva del medio ambiente, de la naturaleza, y del mismo modo y manera, los diversos ecosistemas en los cuáles encuentra su fundamento y razón de ser dicha capacidad.

Otro objetivo que al igual que el anterior (medioambiental o ecológico) persigue el desarrollo sostenible, es más, que resulta ser innato o inherente al mismo, es el objetivo social. Ya he tenido la oportunidad de comentar con anterioridad y con cierto detenimiento que una de las características propias del desarrollo sostenible es la solidaridad, que le es innata, ya no solo entre generaciones de un mismo momento histórico sino también entre generaciones no coincidentes en el tiempo. Pues bien, de lo que no cabe duda es que tal solidaridad intrageneracional e intergeneracional tiene un marcado carácter y propensión social. Efectivamente, el desarrollo sostenible además de procurar buscar el justo equilibrio entre el necesario y debido desarrollo y progreso humano y la preservación del medio ambiente para las generaciones presentes y venideras, incide mucho en aspectos sociales tan importantes como procurar que el mismo, a diferencia del multisecularmente seguido hasta hace bien poco, no deje a nadie atrás, marginándole o postergándole, especialmente a aquellos colectivos que atendiendo a sus especiales características (edad, condición social, capacidad adquisitiva, etc…) pueden considerarse en situación de riesgo o vulnerabilidad. Desde tal óptica, también trata de ser el desarrollo sostenible lo más justo, ecuánime y respetuoso posible, pues como resulta del todo obvio, de nada sirve el contribuir al progreso o desarrollo económico de la sociedad si el mismo no lo es también desde un punto de vista social, en definitiva, si no sirve también para lograr una sociedad más justa, próspera e igualitaria con más posibilidades y futuro para todos.

El tercer objetivo que junto con el ambiental y el social persigue la sostenibilidad y más específicamente que ésta, el desarrollo sostenible, en cuanto que concreción de la misma en relación con el progreso y desarrollo humano, es el económico, que era el que casi de manera ya no solo preeminente, sino que me atrevo a decir, de manera exclusiva, perseguía el modelo precedente al actual, caracterizado por ser, como ya he tenido oportunidad de apuntar, un modelo basado en la economía continua o lineal. Efectivamente, el desarrollo sostenible, en cuanto que desarrollo que no deja de ser al fin y a la postre, debe perseguir indefectiblemente para con ello avanzar en el deseable progreso de la humanidad –no siendo ni comportando de entrada nada malo tal propósito, eso sí dentro de sus justos términos–, el objetivo económico, es decir, la ganancia, el aumento de la riqueza social, pues partiendo de tal hecho se podrá mejorar y reducir más, al menos teóricamente, las grandes brechas sociales que aun hoy en día se aprecian dentro de la sociedad. Desde esta perspectiva el desarrollo sostenible debe procurar dentro de unos límites que no comprometan los recursos naturales existentes para las generaciones presentes y venideras, el máximo rendimiento económico posible, potenciando para ello la optimización de los recursos existentes con los que se cuenta, así como facilitar el acceso a los mercados y fuentes de financiación que contribuyan a tal propósito.

Bien puede aseverarse a modo de resumen de esta dimensión objetiva a que me vengo refiriendo, que no se entiende ni comprende el desarrollo sostenible sin alguno de los tres objetivos anteriormente apuntados. De hecho, los mismos integran, conforman o constituyen los tres pilares, o si se prefiere, el basamento sobre el que se erige aquel, de modo y manera que sin alguno de los mismos difícilmente puede el desarrollo sostenible, siguiendo con dicha metáfora, mantenerse en pie, hasta el punto de poder afirmar que el desarrollo sostenible que no sea ambientalmente responsable, socialmente solidario y económicamente rentable no es un verdadero y real desarrollo sostenible. Tan es así, que es precisamente en la consecución óptima de la convergencia consecutiva y sumatoria de los aludidos tres objetivos en donde radica principalmente la dificultad de lograr un efectivo y real desarrollo sostenible, pues las tensiones, como se imaginará, no son infrecuentes entre unos y otros objetivos, que en muchas ocasiones responden a intereses muy dispares y difícilmente conciliables.

Téngase en cuenta, por otro lado, que, en no pocas ocasiones, el tratar de maximizar o potenciar alguno de los objetivos integrantes del desarrollo sostenible comporta, indefectiblemente, aunque no se quiera o se pretenda, restringir otro u otros, de ahí que resulte capital buscar el perfecto equilibrio que, sin postergar ni preterir a ninguno de ellos, les dé su justo y debido campo de actuación. En cualquier caso, la consecución de tal finalidad, vaya por delante, es todo menos sencilla, ya que en muchas ocasiones no dependen ni tan siquiera de factores controlables por quien bienintencionadamente se propone llevar a efecto el referido desarrollo sostenible, como, por ejemplo y entre otros factores, la propia estructura social sobre la que se trata de aplicar aquel, las situaciones de todo tipo de crisis (naturales, económicas, sanitarias, etc…) totalmente impredecibles, o bien, incluso, la propia concepción que de la sostenibilidad y consiguientemente del desarrollo sostenible procedente de aquella se tiene en virtud de la concreta cultura, religión o tradición existente, que aun no siendo muy diferente de unos países a otros, si difiere, no siendo exactamente igual en todos y cada uno de ellos.

En resumidas cuentas, lo deseable, cuanto menos, es que el desarrollo sostenible sea ambientalmente apropiado, socialmente aceptable y económicamente viable, lo que pareciendo fácil en un principio, es sumamente complejo de conseguir, como lo demuestra el hecho de que después de más de treinta años (casi treinta y cinco) desde el informe emitido por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas, en el cual, como es sabido, se sientan las bases del desarrollo sostenible, se sigue en el presente (año 2021), al no haberlo logrado del todo, en la consecución de tal propósito que ha demostrado y demuestra ser igual de esquivo y complejo que necesario e imprescindible. Lo que resulta indudable es que una actividad, cualquiera que sea ésta, sólo puede considerarse o definirse en puridad cómo sostenible, si asegura la sostenibilidad ambiental, la equidad social y la competitividad económica.

La certificación forestal: un instrumento económico de mercado al servicio de la gestión forestal sostenible

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