Читать книгу La certificación forestal: un instrumento económico de mercado al servicio de la gestión forestal sostenible - Fernando García-Moreno Rodríguez - Страница 33
I.4.2. Concepto de gestión forestal sostenible que, sin ser el único admitido, ha sido mayoritariamente seguido a nivel internacional, paneuropeo y nacional hasta su definición expresa por el ordenamiento jurídico español
ОглавлениеPor lo que al concepto de gestión forestal sostenible se refiere, debo insistir de manera previa a su estudio, que tal y como ya he tenido oportunidad de apuntar en el presente Capítulo, en lo básico, el término “sostenibilidad”, en cuanto que “aprovechar conservando los bosques y dentro de ellos fundamentalmente la madera”, no es en España un concepto novedoso u original por lo que a la gestión de los montes se refiere88, sino por el contrario, ampliamente utilizado y empleado por la legislación precedente a la actualmente vigente89, resultando así dicho concepto de “sostenibilidad”, únicamente novedoso por lo que a la forma se refiere, en su denominación o terminología, es decir, en su acepción como tal, o si se prefiere, en su “continente”90, mientras que por lo que a su fondo respecta, solamente en la mayor amplitud que el mismo en el presente comporta, al incorporar, junto con el tradicional “aprovechar conservando”, otra serie de fines, igualmente importantes, que se circunscriben dentro del principio de multifuncionalidad91.
Una vez precisado tal hecho y en virtud del mismo, la relativamente novedad del término “sostenibilidad”, al menos en parte de su contenido y de las finalidades a que está llamado en el presente, y entrando a analizar ya su definición, debo señalar que una primera definición de gestión forestal sostenible en su acepción moderna se encuentra en el informe Brundtland92, documento clave, como ya he manifestado, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, y en el que literalmente determina que: “El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”. En dicha definición se constata una de las preocupaciones que desde un primer momento y aun en el presente centra la gestión forestal sostenible, que no es otra, contemplando la actual tendencia consumista a la par que capacidad destructiva que para satisfacer aquella posee la sociedad actual, máxime, siendo esta última ampliamente superior a la capacidad de regeneración de los bosques, que aprovechar la totalidad de los recursos forestales presentes, si bien salvaguardando siempre, como límite máximo, la preservación de los mismos, para que a su vez futuras generaciones puedan igualmente disfrutar de los bosques, en sus diversos aspectos, y a su vez obtener los aprovechamientos que de ellos se derivan.
Sobre la base de este concepto de sostenibilidad surgido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, y dado que las Conferencias Paneuropeas que a nivel Ministerial para la Protección de los Bosques se han celebrado en Europa a partir del año 1992 no han hecho sino hacer suyas, en su práctica totalidad, los acuerdos y compromisos que se adoptaron en la Conferencia de las Naciones Unidas celebrada en Río de Janeiro, han desarrollado una definición común de gestión forestal sostenible que formalmente se aprobó en la Conferencia de Helsinki en 199393 y que entiende por tal, la: “Administración y uso de los bosques y los montes de manera y en tal medida que, mantengan su biodiversidad, productividad, capacidad de regeneración, vitalidad y su potencial de cumplir, ahora y en el futuro, funciones ecológicas, económicas y sociales relevantes, a escala local, nacional y global, sin causar daños a otros ecosistemas”94.
Nótese de la definición que se acordó de gestión forestal sostenible en la Conferencia Paneuropea de Helsinki del año 1993, como también y junto con la finalidad multifuncional que de la misma se desprende, rezuma toda ella una especial preocupación por garantizar la referida multifuncionalidad, no sólo en el presente, sino primordialmente en el futuro. Igualmente resulta novedoso y es destacable, por surgir en gran medida la definición a que acabo de hacer referencia del concepto de sostenibilidad manejado en la Conferencia de Naciones Unidas de Río de Janeiro de 1992, su carácter netamente aperturista en cuanto que consciente de ser la misma, lejos de un objetivo local o nacional a conseguir, un fenómeno global y por ende, de obligado entendimiento, fruto del cual, deben propiciarse políticas públicas comunes que coordinen y posibiliten su efectiva y real instauración a nivel internacional.
Por su parte, el Consejo de la Unión Europea, dentro de la tendencia que ya he señalado al estudiar la evolución de la gestión forestal sostenible, en la que sucesivamente se van asumiendo por autoridades cada vez de menor entidad y sobre todo, extensión territorial, las decisiones que sobre gestión sostenible de bosques adoptan otras de superior categoría y ámbito de aplicación, también aprobó la misma definición en su Resolución sobre la Estrategia de la Unión Europea para el sector forestal95, propuesta por la Comisión en 199896, si bien en la misma y a mayor abundamiento, se concretan y detallan, más si cabe, los criterios que comportan el concepto de gestión forestal sostenible en su sentido más actual, incluyendo así entre otros, el de conservar la biodiversidad, mantener la capacidad productiva de los ecosistemas forestales y de los recursos edafológicos e hídricos, y sobre todo y fundamentalmente, mantener, y en la medida de lo posible, aumentar, los beneficios a largo plazo para satisfacer las necesidades presentes y futuras de la sociedad, debiendo fijar para ello y como condición sine qua non, un marco jurídico, institucional y económico que posibilite la conservación y la gestión sostenible de los bosques97. En virtud de todo ello, los bosques se conciben como un recurso valioso en sí mismo, pero de limitada explotación, que proporcionan mucho más que madera como fuente de materia prima, por cuanto que también aseguran la conservación del fondo genético y protegen otros recursos naturales, tan básicos y fundamentales para todo el medio ambiente y para la propia vida en el planeta como son el aire y el agua.
En definitiva, como consecuencia de esta tendencia imparable a la que me vengo refiriendo, en muchos Estados miembros de la Unión Europea y en otros muchos no pertenecientes a esta última, la gestión forestal sostenible apunta cada vez más a múltiples propósitos, muchos de los cuales resultan además novedosos, frente al tradicional, cuyo objetivo prioritario y en un principio casi único, era la producción sostenible de madera98. Asimismo y debido igualmente al deber de coordinarse los diversos países que exige el actual concepto de gestión forestal sostenible, habida cuenta de ser un fenómeno que excede con mucho el ámbito meramente nacional, los diferentes planteamientos relacionados con la misma se interrelacionan cada vez más gracias a iniciativas como las evaluaciones de beneficios externos o la introducción de programas de certificación de madera o cualesquiera otros productos extraídos de los bosques cuyo régimen de gestión cumple criterios medioambientales. No obstante y si bien es cierto que se presta más atención que antaño a las funciones ambientales y sociales de los bosques, como por ejemplo, la protección de la biodiversidad, la salvaguarda de los recursos hídricos, o la potenciación de las actividades recreativas en relación con ellos, hay que señalar, sin embargo, que en la práctica y aun a día de hoy, la mayoría de las zonas forestales siguen soportando un tipo de gestión que apenas tiene en cuenta las consideraciones generales en materia de biodiversidad y que de manera recurrente, quizá por la tradición multisecular padecida, se preocupa prioritariamente, cuando no única y exclusivamente, de la sola producción sostenible de madera.
Toda esta evolución que en relación con el concepto de gestión forestal sostenible he expuesto, siquiera sinópticamente, en los párrafos precedentes, termina incorporándose con el pasar de los años, pero, ciertamente, con gran celeridad como consecuencia del favorable caldo de cultivo existente, dentro del ordenamiento jurídico español, en un primer momento, a través de la Estrategia Forestal Española y el Plan Forestal Español, que, como puede imaginarse, no hacen sino adoptar como definición propia de gestión forestal sostenible la aprobada en la Conferencia Paneuropea para la Protección de los Bosques celebrada en Helsinki en el año 1993, y más tarde asumida, mutatis mutandis, por la Unión Europea a través de su Estrategia para el sector forestal, y en un segundo momento, a través de su incorporación y contemplación explícita por la vigente Ley 43/2003, de 21 de noviembre, de Montes, la cual define a la gestión forestal sostenible en su artículo 6.e) del siguiente modo: “La organización, administración y uso de los montes de forma e intensidad que permita mantener su biodiversidad, productividad, vitalidad, potencialidad y capacidad de regeneración, para atender, ahora y en el futuro, las funciones ecológicas, económicas y sociales relevantes en el ámbito local, nacional y global, y sin producir daños a otros ecosistemas”. Quiero destacar de dicha definición, sin entrar en pormenores, básica y fundamentalmente, cinco aspectos: En primer lugar, el indudable débito que tiene con las definiciones previamente aprobadas sobre gestión forestal sostenible a nivel internacional, paneuropeo y europeo. En segundo lugar, el compromiso intergeneracional de la misma, muy en línea con lo que postula y es propio del principio de sostenibilidad y desarrollo sostenible. En tercer lugar, la contemplación de los tres fines primordiales (ecológico, económico y social) que debe lograr la gestión forestal sostenible en su aplicación y desarrollo para poder considerase como tal99. En cuarto lugar, su concepción y visión global, omnicomprensiva, en absoluto ceñida al ámbito más próximo y cercano (local). En quinto y último lugar, el ser respetuosa y proteger no sólo el ámbito forestal dentro del cual está llamada a actuar, sino todos los demás ecosistemas, al formar parte estos, como aquel, del medio ambiente que a todos engloba.