Читать книгу Historias malditas y ocultas de la historia - Francisco José Fernández García - Страница 10

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ENTRE LA LEYENDA Y EL MITO
Edad Antigua (4000 a.C. al 476 d.C.)

A fin de cuentas, un héroe es alguien que quisiera discutir con los dioses, y así debilita a los demonios para combatir su visión.

Norman Mailer


ALEJANDRO MAGNO, HÉROE Y LEÓN

La figura de Alejandro Magno ha estado siempre rodeada de una aureola de mitos y leyendas, en parte debido a sus grandiosas hazañas y batallas en las que jamás fue derrotado, contrastando por el contrario con su corta vida. Con 20 años recién cumplidos accedió al trono y murió con 33, después de haber conseguido conquistar más tierras que ningún otro general. Bajo su espada cayeron grandes imperios como el Aqueménida, el Persa, Egipto o las ciudades fenicias, y todo en apenas 12 años.

Lo que conocemos de este «superhéroe de la antigüedad», si exceptuamos algunos escasos restos iconográficos (estatuas, pinturas, monedas y pequeños fragmentos de inscripciones hallados en templos y santuarios), se debe en su totalidad a tres únicas obras realizadas en Egipto después de su fallecimiento: La historia de las campañas de Alejandro, de Clitarco de Colofón, Las memorias del rey de Egipto, de Ptolomeo I y La novela de Alejandro o Vida y hazañas de Alejandro Magno, atribuida, aunque sobre esto no hay acuerdo, a Calístenes de Olinto (llamado también Pseudocalístenes). Esta última obra, según los expertos, está formada por un conjunto de leyendas y fantasías griegas, orientales y africanas que circulaban por Egipto en el siglo iii d.C. de donde bebieron poetas y novelistas.

Para informarnos sobre el lugar y fecha de nacimiento de Alejandro, dejaremos que sean los cronistas antiguos quienes nos lo cuenten:

Hijo de Filipo II de Macedonia y de su esposa epirota Olimpia, el príncipe Alejandro de Macedonia nació tal vez en Pella, capital de este reino, o en Egas, en julio del año 356, «en el mes Hecatombeón», al que llamaban los Macedonios «Loon», aunque otros autores opinan que fue a primeros de octubre, hacia el día 6 o el 8.

Se dice que la educación de Alejandro, tanto intelectual como física, fue de la más exquisita y cuidada que jamás haya tenido personaje alguno, e incluso se afirma que tuvo una legión de los mejores maestros del momento, entre los que se encontraban Cleónidas, Leucipo el Limneo, Melemno el Peloponesio, Anaxímenes y el ilustrísimo filósofo Aristóteles al que, según Plutarco, amaba más que a su padre, aunque con el paso del tiempo estos amores se enfriaron. La influencia de Aristóteles caló en lo más hondo del joven Alejandro, que se sintió atraído por toda la cultura griega, hasta tal punto que, según cuenta Plutarco, llevaba siempre un ejemplar de La Ilíada, pero no uno cualquiera, sino uno corregido por la mano de Aristóteles y llamado Ilíada de la caja, que cada noche, con mucho cuidado, ocultaba junto con su espada bajo la cabecera de la cama.

Alejandro es un baúl lleno de sucesos extraños e insólitos, incluso desde el mismo momento de su nacimiento. Según todos los datos, su venida al mundo coincidió con un importante incendio que devastó completamente el templo de Ártemis, en Efeso. Plutarco nos cuenta al respecto que fue el dios Amón Zeus, bajo la forma de una serpiente, quien le engendró y que por ello su rostro era similar al de un león —los historiadores están de acuerdo en la similitud de sus rasgos con este felino—, lo que le emparentaba con las deidades. Calístenes lo describe de forma parecida:

La figura la tenía de hombre y la cabellera de león, sus ojos eran de un color diferente cada uno, siendo oscuro el derecho y glauco el izquierdo.

En otro apartado, Plutarco nos cuenta otra leyenda en la que Filipo, padre de Alejandro, tuvo un sueño en el que vio cómo sellaban el vientre de su mujer, Olimpia, y que ese sello portaba la figura de un león. Cuando preguntó a los adivinos de su corte por tal visión, Aristantro de Telmiso, el más sabio de ellos, le explicó que su esposa estaba embarazada y que el hijo que esperaba sería muy valeroso y con la fuerza y la apariencia de un león.

Otra leyenda registrada por Calístenes nos cuenta que cuando Alejandro se disponía a realizar una ofrenda en honor al dios Amón Zeus, éste se le aparece y le profetiza lo siguiente:

Será privilegio de esta ciudad, urbe de magníficos templos, superar con su población a la de cualquier otra ciudad y que su clima resulte excelente para la salud. Yo seré su protector, para que las calamidades no perduren largo tiempo. Muchos serán los reyes que aquí acudan, no para guerrear, sino para rendirle pleitesía. Y tú, convertido en dios, serás adorado aquí después de tu muerte, habitarás la ciudad, muerto y no muerto. Tendrás como tumba la ciudad que fundaste.

Esa ciudad que le describió el dios Amón Zeus sería Alejandría y según cuentan las historias, el mismo Alejandro mandó dibujar los contornos con harina.

Como se ve, nuestro protagonista era todo un héroe favorecido por los dioses, aunque también tenía un lado oscuro y cruel que le hizo ser blanco de una campaña de desprestigio en la que se le maldecía. Según cuenta la Historia, en el año 336 Filipo II, su padre, fue víctima de un complot y murió asesinado. Cuando Alejandro, que en ese momento tenía 20 años, fue coronado rey, la primera orden que dictó fue la ejecución de la mayoría de sus familiares, empezando por la segunda esposa de su padre, Cleopatra, el hijo pequeño de esta, Europe (hermanastro de Alejandro), y otro medio hermano suyo llamado Carano, y finalizando por un primo, Amintas III. Desde luego la limpieza fue efectiva y eliminó cualquier rastro de conspiración, pero de lo que no se pudo librar nuestro héroe fue de algunas maldiciones lanzadas desde los entornos persas y griegos. En éstas se nos describe a un Alejandro blasfemo, hereje y obsceno, que permitía que sus tropas dejaran un inmenso reguero de sangre a su paso por las diferentes naciones y pueblos, y que se fueran con sus espadas melladas y sin filo a fuerza de despedazar y cortar cuerpos humanos. Q. Curcio comenta que en una ocasión, y tras haber firmado una tregua con los askanios, Alejandro se la saltó a la torera y mandó a sus hombres matar a todas las mujeres y niños sin piedad. Otros ilustres de la talla de Séneca y Lucano también se pronunciaron en su contra, recriminándole su falta de modestia y de moral, y que fuera un borracho, megalómano y homosexual.

En las fuentes persas aparece una maldición lanzada sobre su persona:

Maldito Ahriman, para hacer perder a los hombres la fe y el respeto de la ley, impulsó al maldito Iskandar, el Griego, a venir al país de Irán y traer la opresión, la guerra y la rapiña… mató a los gobernantes, sacerdotes, hombres de ley, sabios y quemó los libros… hasta que él mismo, abatido, se precipitó a los infiernos.

Los griegos, que no quisieron quedarse atrás en cuanto a reproches, nos dejaron constancia de otro piropo muy simpático sobre sus actos «vandálicos»:

Tú, que te vanaglorias de perseguir a los bandidos, eres el bandido en todas las naciones en que has penetrado.

Si sobre su nacimiento y vida surgieron multitud de leyendas y mitos, la proximidad de sus últimos días no estaría exenta de lo mismo; pero esta vez como un funesto presagio: se dice que un fuerte viento le arrancó la corona de su cabeza. Su trono, en el que unos segundos antes había estado sentado, fue ocupado por un loco ante la sorpresa de los guardias que lo custodiaban, y que atónitos no se explicaban por dónde había entrado tan pintoresco personaje, el dios de los caldeos. Según éstos, se les apareció en un oráculo gritando de manera amenazante. Como vemos... mucha Historia para tan corta vida.

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