Читать книгу Historias malditas y ocultas de la historia - Francisco José Fernández García - Страница 18

Оглавление

Cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad.

Ninon de Lenclos


SÓFOCLES, SUEÑOS Y APARICIONES

Las tragedias en Atenas se representaban con ocasión de fiestas públicas en honor del dios Dionisio, y las más importantes eran las llamadas Dionisias. Este acontecimiento tenía lugar al comienzo de la primavera, y durante tres días específicos competían entre sí tres obras por el primer, segundo y tercer puesto. Las majestuosos faldas de la Acrópolis eran el lugar destinado a estos eventos. Las obras teatrales griegas se componían en su totalidad de versos que se recitaban —no se hablaban— y se alternaban con cantos. Por ello, las representaciones eran verdaderos espectáculos en los que se conjugaban a la vez coros, bailes y acompañamiento musical.

Nuestro siguiente protagonista, Sófocles, fue todo un innovador de su época. Aumentó el número de los coreutas (personas del coro) de 12 a 15, introdujo innovaciones en la puesta en escena y también amplió el número de protagonistas, que hasta entonces siempre habían sido dos, con la consiguiente complicación de los diálogos. Otra aportación de Sófocles a este mundo de las representaciones fue su lengua; sus diálogos se convirtieron en el ideal clásico de perfección gracias a la mezcla de naturalidad, divinidad y majestuosidad con la que los dotó. Uno de sus mejores obras, Edipo rey, se convirtió en el paradigma de la tragedia griega y, ya que la nombro, se hace imprescindible poner unos fragmentos de este tesoro que nos ha dado en herencia la Historia:

Edipo.- Dice que soy el asesino de Layo.

Yocasta.- ¿Lo conoce por sí mismo o por haberlo oído decir de otro?

Edipo.- Ha hecho venir a un desvergonzado adivino, ya que su boca, por lo que a él en persona concierne, está completamente libre.

Yocasta.- Tú, ahora, liberándote de ti mismo de lo que dices, escúchame y aprende que nadie que sea mortal tiene parte en el arte adivinatorio. La prueba de esto te la mostraré en pocas palabras.

Una vez le llegó un oráculo —no diré que del propio Febo, sino de sus servidores— que decía que tendría el destino de morir a manos del hijo que naciera de mí y de él. Sin embargo, a él, al menos según el rumor, unos bandoleros extranjeros le mataron en una encrucijada de tres caminos. Por otra parte, no habían pasado tres días desde el nacimiento del niño cuando Layo, después de atarle juntas las articulaciones de los pies, le arrojó por acción de otros a un monte infranqueable.

Por tanto, Apolo ni cumplió que éste llegara a ser asesino de su padre ni que Layo sufriera a manos de su hijo la desgracia que él temía. Afirmó que los oráculos habían declarado tales cosas. Por ello, tú para nada te preocupes, pues aquello en lo que el dios descubre alguna utilidad, él en persona lo da a conocer sin rodeos.

Edipo.- Al acabar de escucharte, mujer, ¡qué delirio se ha apoderado de mi alma y qué agitación de mis sentidos!

Creonte.- ¿A qué preocupación te refieres que te ha hecho volverte sobre tus pasos?

Edipo.- Me pareció oírte que Layo había sido muerto en una encrucijada de tres caminos.

Yocasta.- Se dijo así y aún no se ha dejado de decir.

Edipo.- ¿Y dónde se encuentra el lugar en el que ocurrió la desgracia?

Yocasta.- Fócide es llamada la región, y la encrucijada hace confluir los caminos de Delfos y Daulia.

Edipo.- ¿Qué tiempo ha transcurrido desde estos acontecimientos?

Yocasta.- Poco antes de que tú aparecieras con el gobierno de este país, se anunció eso a la ciudad.

Edipo.- ¡Oh Zeus! ¿Cuáles son tus planes para conmigo?

Les aconsejo que lean esta tragedia entera, ya que es una obra de arte digna de conocer.

Ahora sepamos algo más sobre su autor, en cuya biografía se esconden algunos secretillos curiosos e interesantes que paso a contarles.

Sófocles, el perfeccionador del teatro griego, nació alrededor del 497-96 a.C. en el seno de una opulenta familia de bien (su padre Sófilo era fabricante del siempre próspero negocio de las armas). Tal situación hizo posible que Sófocles accediera a una educación y una formación exquisitas: música, gimnasia, etc., lo que le dio opción a ocupar altos cargos, como el de estratego —algo parecido a general— que, junto a la compañía de Pericles, le permitió participar en la guerra de la isla de Samos (441-40 a.C.). Después, y durante un tiempo, intervino en actividades públicas y políticas, limitándose a cumplirlas como el que más, pero no con mucha ilusión. Lo suyo eran las tragedias, donde destacó por encima de la media, y, por qué no decirlo, la compañía de jóvenes y hermosos muchachos, cosa que no quitó que fuera contemplado en su tiempo como un hombre sereno y equilibrado. También nos cuenta la Historia que tuvo extraños sueños premonitorios con ocasión de cierto robo.

Según se explica, se cometió un trágico robo, pues alguien sin escrúpulos había sustraído la corona de oro representativa de la Acrópolis. A pesar de la intensa búsqueda y de todos los medios desplegados, no se dio con la corona ni con el criminal, hasta que al final fue Sófocles quien la encontró por mediación de un extraño sueño premonitorio que le indicaba el lugar exacto donde se hallaba escondida. Dicho sueño se nos describe de la siguiente manera por los cronistas de la época:

Dormía plácidamente cuando Heracles se le apareció en sueños a Sófocles diciendo que la buscara —la corona de oro— en una casa deshabitada en el lado derecho según se entra, y donde está oculta. Sófocles, cuando se dirigió al sitio indicado, la encontró, tal como se lo habían dicho en sueños. Él la mostró al pueblo y recibió un talento por ello».

Parece ser que había recompensa para quien lograse encontrarla.

La muerte de Sófocles también fue curiosa, al igual que sus funerales, donde se produjeron ciertas manifestaciones misteriosas. Se dice que el actor Calípides, al volver de una gira por las distintas ciudades griegas, le trajo a Sófocles un racimo de uvas como obsequio, con tan mala fortuna que éste, al comérselas, se atragantó y murió por asfixia (aunque otros afirman que su muerte se produjo al leer una de sus obras, cuando debido a lo avanzado de su edad le faltó el aire y falleció por el esfuerzo). Su sepulcro se iba a instalar fuera de las murallas de la ciudad, en el camino de Decelia, pero resultó que ésta estaba siendo sitiada por los lacedemonios en ese momento, por lo que no podía llegar hasta allí el comité fúnebre. Fue en sueños cuando Dionisio se apareció a Lisandro, jefe de los lacedemonios, y le ordenó que permitiera enterrar allí a Sófocles, pero éste, o tenía mala memoria o no se enteró del ruego, porque Dionisio tuvo que volver por segunda vez y decirle lo mismo. Aún así Lisandro no estaba convencido del todo y mandó un espía a la ciudad para que investigase. Cuando éste regresó y le informó favorablemente, decidió que la comitiva saliera de la ciudad y llegara hasta el lugar donde debía ser enterrado Sófocles.

Según los cronistas, sobre su sepultura estaba escrita la siguiente frase:

En esta tumba cubro a Sófocles, el que consiguió los primeros puestos en el arte de la tragedia, la más noble figura.

Historias malditas y ocultas de la historia

Подняться наверх