Читать книгу Historias malditas y ocultas de la historia - Francisco José Fernández García - Страница 13
ОглавлениеCuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.
Edgar Allan Poe
EL ENIGMA DE NERÓN
Nerón Claudio Druso Germánico (37-68 d.C.) nació en Antium (Anzio), el 15 de diciembre del año 37, y según parece no estaba muy bien de la cabeza. Suetonio, su cronista, nos dice que era tacaño, vicioso, cruel y lujurioso; se podrían seguir añadiendo calificativos y aún nos quedaríamos cortos. Nerón llegó al poder gracias a su madre, Agripina, que se unió en esponsales a Claudio para conseguir que éste nombrase a Nerón como su sucesor en detrimento de su hijo legítimo Británico. Poco después Claudio se arrepintió, pero fue tarde y murió envenenado sin poder retractarse. Nerón agradeció los desvelos y maquinaciones de su madre asesinándola poco después, eso sí, tras varios intentos fallidos. Cuentan las crónicas que el espíritu de su madre se le aparecía continuamente para atormentarle.
A pesar de lo dicho hasta ahora, Nerón fue dotado de una excelente educación y cultura: le encantaba el arte, sobre todo la música y la literatura, además de los deportes. Tanto era así que se rodeó de un círculo de notables e intelectuales del momento, denominado Aula Neroniana. Ésta fue una especie de academia que agrupaba a pintores, escultores, músicos y literatos, con nombres como Séneca, Lucano, Aulo Persio, Flacco, Calpurnio Sículo, etc. Allí Nerón recitaba y cantaba sus propios poemas y era aconsejado por estos artistas e intelectuales.
Durante su gobierno quiso presentarse como el protector de los pobres y de las artes. Para ello intentó sobornar al pueblo con costosos juegos, grandes construcciones y repartiendo ingentes sumas de dinero a la plebe, lo que le hizo popular, tan popular como el afán de protagonismo que le perseguía y que hacía que procurara manifestarse en cualquier celebración para engordar su popularidad. Entre esto y la adulación de sus allegados, que le seguían la corriente, comenzó a gestar su divinización en vida, intentando igualar la divinidad de Apolo-Helios-Citadero. Pero ocurrió algo, un hecho terrible, que hizo que al final quedara sólo y abandonado por todos los grupos sociales, que le culparon del suceso.
La noche del 18 al 19 de julio del año 64, la ciudad de Roma ardió por los cuatro costados. Un devastador y misterioso incendio, cuyo origen tuvo lugar en unos almacenes junto al Circo Máximo, se propagó con rapidez gracias a un fuerte viento reinante en la zona. La población pronto se vio desbordada por la situación y cualquier intento de controlar el fuego fue infructuoso. El pánico se adueñó de la gente, que huyó hacia el exterior de la ciudad. Roma se consumió de esta manera durante siete días. Los ciudadanos, conocedores de las locuras de su emperador, le señalaron como culpable. Pero según parece, no todo está tan claro. ¿Fue él quién incendió Roma? Actualmente, los historiadores lo dudan.
Ese día Nerón ni siquiera estaba allí. Se encontraba veraneando en Antium acompañado de toda su familia y amigos, que se refrescaban junto al mar. Se dice que Nerón culpó a los cristianos de la autoría del incendio. Entre los cronistas de la época, los primeros en acusar a Nerón fueron Plinio el Viejo y Papinio Estacio; otros, como Tácito, Fabio Rústico o Flavio Josefo, jamás le culparon directamente.
Según la Historia, cuando Nerón fue informado del desastre, decidió regresar Roma a toda velocidad y ordenó que el ejército colaborase en las tareas de extinción. También se preocupó de los afectados, alojándolos en los edificios públicos y alimentándolos. Rápidamente se procedió a reconstruir la ciudad, procurándoles a los afectados viviendas provisionales, si bien es verdad que Nerón aprovechó esa reconstrucción para construirse un palacio mayor (la Domus Aurea) sobre uno de los barrios destruidos. ¿Pero qué gobernador no se aprovecha de las circunstancias cuando éstas se le ponen a tiro?
Otro malentendido, según Edward Chaplin, fueron sus últimas palabras antes de suicidarse: «Qualis artifex pereo». Según Edward, la traducción que se hizo de esta frase («Qué artista muere conmigo») no sería la correcta, sino que lo que realmente significarían las palabras de Nerón sería: «Qué artesano soy en mi agonía», como argumentando lo bajo que cayó. Pero Nerón, fuese o no el autor de dicho incendio, sí pagó por sus locuras; después de su muerte se le sentenció al castigo más alto que se podía imponer a un emperador, y al que Nerón temía más que a la propia muerte. Éste no era otro que la damnatio memoriae, es decir, la destrucción de todas sus efigies y retratos sentenciándole al olvido absoluto. Tan sólo algunos retratos en zonas donde tenía simpatizantes se salvaron de la destrucción.
Para finalizar con el personaje, les contaré una de sus locuras favoritas. Se dice que cuando llegaba la noche, Nerón se disfrazaba y recorría las calles amparado por la oscuridad, dejándose llevar por toda clase de vicios y depravaciones. Atacaba a los hombres por la espalda y los acuchillaba. Ahora bien, un día, en una de sus correrías por las callejuelas de Roma, el apaleado y maltratado resultó ser él, por lo que en lo sucesivo se hizo acompañar de escoltas que le vigilaban de lejos. ¡Los vicios se pagan!