Читать книгу Colección integral de Friedrich Schiller - Friedrich Schiller - Страница 16

ESCENA PRIMERA

Оглавление

Índice

Patio delante de la casa de Guillermo Tell.

TELL, trabajando de carpintero. HEDWIGIA, ocupada en una labor. WALTHER y GUILLERMO juegan en el fondo del teatro, con una pequeña ballesta.

WALTHER.––(Canta.) “Con su arco y sus flechas, por montañas y por valles, va el cazador apenas ama-nece.”

“Como el buitre en los aires, reina el cazador libremente en los barrancos y en las montañas.”

“Suyo es el espacio, que alcanza su flecha; cuanto vuela, y cuanto se arrastra, todo es suyo.” (Se dirige hacia su padre, saltando.) Se me ha roto la cuerda; recomponla, padre. . .

TELL.––No; el buen cazador se auxilia a sí mismo. (Los niños se van.)

HEDWIGIA.––Temprano empiezan nuestros hijos a tirar la ballesta.

TELL.––Temprano ha de emp ezar a aprender quien quiera ser maes tro en el arte.

HEDWIGIA—Dios quiera que no lo sean jamás.

TELL.––Bueno es que lo sepan todo... quien se aventure a vivir en el mundo, debe aprestarse al ataque y a la defensa.

HEDWIGIA.––¿Ninguno de los míos se quedará a vivir tranquilo en casa?

TELL––Mujer, yo no puedo variar; no he nacido para pastor, necesito correr constantemente tras fugitivo fin, y sólo me siento vivir cuando arriesgo diariamente la vida.

HEDWIGIA.–– Y no piensas en la ansiedad de tu esposa que espera desolada tu vuelta. Me atemoriza lo que refieren tus criados de vues tras arriesgadas excursiones. Cada vez que me dejas, late mi corazón teme-roso de que no vuelvas. Ora te imagino extraviado en medio de las montañas de hielo, saltando de roca en roca; ora persiguiendo a la gamuza que con súbita vuelta te arrastra al abismo. Otras veces te veo sepultado bajo formidable alud, o resbalando sobre el hielo hasta caer en precipicio espantoso. ¡Ay, que la muerte amenaza al cazador de los Alpes de mil diferentes mo dos! Triste ocupación la que así os trae, con riesgo de vuestra vida, al borde del abismo.

TELL.––Quien sabe mirar en torno con sangre fría, y confía en Dios, y es fuerte y ágil, burla fácilmente el peligro y evita los tropiezos. La montaña no asusta al que ha nacido en ella. (Terminado su trabajo deja las herramientas.) ¡Ah! me parece que hay puerta para rato; ¿ves?.. para nada necesito al carpintero, gr acias a mi hacha. (Toma su sombrero.)

HEDWIGIA. ¿A dónde vas?

TELL.––A Altdorf, a casa de mi padre.

HEDWIGIA. ¿No traes entre manos algún proyecto arriesgado?... ¡Confiésalo!

TELL—¿De dónde sacas tú...

HEDWIGIA.––Algo se trama contra los bailes. Ha habido una reunión en Rutli, lo sé, y tú formas también parte de la liga.

TELL.––No; no me encontraba allí, pero no he de ser sordo a la voz de la patria, si me llama.

HEDWIGIA.––Han de elegir para ti el puesto de más peligro; como siempre... te cabrá en suerte lo más arduo.

TELL.––A cada cual, según sus medios.

HEDWIGIA.––Durante la tempes tad condujiste a un hombre de Unterwald por el lago, y milagro es que hayas vuelto. ¿Pero no piensas nunca en tu esposa y en tus hijos?

TELL.––¡Ah! cara esposa, ¿no pensaba en vosotros cuando devolvía un padre a sus hijos?

HEDWIGIA.––¡Navegar por el lago en día de borrasca!... Esto no es confiar en Dios, es tentar a la Providencia.

TELL.––Quien mucho piensa poco hace.

HEDWIGIA.––Ah, sí; eres bueno, eres compasivo, a todos haces beneficios, pero si tú necesitaras algo, nadie te ayudaría.

TELL.––Dios quiera que no necesite ayuda. (Toma su ballesta y sus flechas.) HEDWIGIA.––¿Qué vas a hacer de tu ballesta? Déjala acá...

TELL.––Cuando me falta un arma, me parece que me falta un brazo. (Salen los niños.) WALTHER.––Padre, ¿a dónde vas?

TELL.––A Altdorf, hijo mío, a ver a tu abuelo... ¿Quieres venir?

WALTHER.––Ya lo creo.

HEDWIGIA.––Ahora está allí el gobernador; no vayas.

TELL.––Se va de allí hoy mismo.

HEDWIGIA.––Deja que se vaya primero; no hagas que se acuerde de ti.., ya sabes que nos quiere mal.

TELL.––Su mala voluntad no puede causarme perjuicio; vivo honradamente y no temo a nadie.

HEDWIGIA.––A los que obran bien les odia precisamente más.

WALTHER.––No, madrecita; yo voy con mi padre.

HEDWIGIA. –– Walther, ¿podrás abandonar a tu madre?

WALTHER.––Te traeré algún lindo regalo de casa de mi abuelo. (Se va con su padre.) GUILLERMO––Madre, yo me quedo contigo.

HEDWIGIA.–– (Le abraza.) Sí; tú eres mi hijo predilecto, tú eres el único que me resta. (Va hasta la puerta, y les sigue largo rato con la mirada.)

Colección integral de Friedrich Schiller

Подняться наверх