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ESCENA PRIMERA
ОглавлениеLa costa oriental del lago de los Cuatro-Cantones. Rocas escarpadas y de forma ra-ra, limitan el horizonte al oeste. El lago, borrascoso. Truenos y relámpagos.
KUNZ DE GERSAU. Un PESCADOR y SU HIJO.
KUNZ.––No queréis creerme, pero yo lo he visto con mis propios ojos; todo ha ocurrido como os decía.
PESCADOR.––¡Preso Tell y llevado a Kussnacht! ¡El hombre más honrado de la comarca, el más valiente el día en que fuese necesario combatir por la libertad!
KUNZ.–– El mismo gobernador le acompaña por el lago. Iban a embarcarse cuando salí de Fluelen, pero tal vez les ha detenido la borrasca, que ya se acercaba, y que me ha obligado a detenerme aquí.
PESCADOR.––¡Preso Tell!... ¡Tell en poder del gobernador!... ¡Oh!... ya podéis suponer que van a se-pultarle en el más hondo calabozo para que no vea más la luz del día, porque Geszler temerá la justa venganza del hombre libre que maltrató con tal crueldad.
KUNZ.––Dicen que está muriéndose nuestro antiguo landammann, el noble señor de Attinghausen.
PESCADOR.––De modo que va a romperse nuestra última áncora de salvación... Era el único hombre que osaba todavía levantar la voz en defensa de los derechos del pueblo.
KUNZ.–– La tempestad crece... Con Dios...; me voy al lugar en busca de posada, pues hoy no hay que pensar en salir. (Se va.)
PESCADOR.––¡Tell preso, y el barón muerto! Alza tu frente con des caro, ¡oh tiranía!; cese todo escrú-
pulo. La boca de la verdad ha enmudecido, la mirada penetrante se extinguió, el brazo que debía libertarnos está encadenado.
EL HIJO DEL PESCADOR.––Graniza que es un primor, padre... Vamos a casa... no es tiempo éste para estar al aire libre.
PESCADOR.––Rujan los vientos, y relumbren los rayos, y revienten las nubes e inunden la tierra las ca-taratas del cielo. ¡Así perezcan en germen las generaciones por venir, y los elementos desencadenados se agiten con furor, y vengan de nuevo las fieras a apoderarse de la tierra asolada! ¿Quién querrá vivir aquí sin libertad?
EL HIJO DEL PESCADOR.––¡Oíd!... ¡Qué rumor en los abismos! ¡Cómo muge el viento! Nunca sopló sobre las olas del lago tan furiosa borrasca.
PESCADOR.––¡Derribar una manzana sobre la cabeza de un hijo! ¡Jamás se impuso tal a un padre! ¿No ha de sublevarse con furor la naturaleza entera con, semejante acción? ¡Ah! No me sorprendería ver des-plomarse estas rocas, confundirse estas agujas y muros de hielo, inmó viles desde la creación, part idas las montañas, hundidas las cavernas, un segundo diluvio inundando la tierra. (Suenan campanas a lo lejos.) EL HIJO DEL PESCADOR. ¿Oís sonar las campanas?... Habrán divisado una barca en peligro, y tocan a oración. (Se encarama a una altura.)
PESCADOR––~¡Ay de la barca que navega en este momento, mecida por el terrible oleaje! No han de va-lerle ni timón ni piloto. La tempestad reina como soberana, y el viento y las olas se mofan de los, esfuerzos del hombre. Ni refugio ha de hallar, que no lo ofrecen estas es carpadas rocas... sólo le presentan su rudo pecho.
EL HIJO DEL PESCADOR.–– (Mirando hacia la izquierda.) Padre, es una barca que viene de Fluelen.
PESCADOR.––¡Dios socorra a la pobre gente! Cuando la tempestad ha penetrado en esta sima, se re-vuelve colérica como bestia feroz contra los hierros de su cárcel; muge y busca en vano salida... porque los altos peñascos tocando al cielo la aprisionan y le cierran el paso. (Se encarama a la altura.) EL HIJO DEL PESCADOR.––Padre, es la barca del gobernador de Uri ; la reconozco por su cubierta roja y por su bandera.
PESCADOR.––¡Justicia de Dios!... Sí; es él, el gobernador. Viene hacia aquí; su crimen va consigo.
Pronto le alcanzó la mano del Vengador omnipotente; ya ve ahora que hay un poder superior al suyo; es tas olas no ceden a su voz... no se inclinan estas rocas delante de su sombrero. No ruegues por él, hijo mío; no detengas la mano del Juez...
EL HIJO DEL PESCADOR.––¡Yo no ruego por el gobernador, sino por Tell, que va con él, en la barca!
PESCADOR.––¡Oh! ciego furor de la borrasca! ... ¿Para alcanzar al culpable, has de hundir por vent ura la barca y el piloto?
EL HIJO DEL PESCADOR.––¿Ves?... ¿ves han pasado felizmente el Buggisgrat, pero la violencia de la tormenta rechazada por el Tenfelmunster, los arroja hacia el gran peñasco de Axenberg; ya no los veo.
PESCADOR.––Allí está el Hackmesser, donde se ha estrellado más de una nave; así se estrellarán ellos contra el escollo que sale del fondo del lago, si no la gobiernan con tino... Llevan buen timonero a bordo, y si alguien debe salvarlos ha de ser Tell, pero está atado. (TELL, con la ballesta en la mano, llega precipitadamente, mira en torno suyo con sorpresa, y parece muy agitado. Llegado en medio de la escena, se arrodilla, toca el suelo con ambas manos, y después las eleva al cielo.)
EL HIJO DEL PESCADOR.–– (Repara en él.) Mira, padre, ¿quién es aquel hombre arrodillado?
PESCADOR.––Coge el suelo con las manos y parece fuera de sí.
EL HIJO DEL PESCADOR.–– (Se adelanta.) ¡Qué veo, padre mío!... Ven, mira.
PESCADOR.–– (Se acerca.) ¿Quién es? ¡Dios mío! ... ¡Tell! ... ¿Cómo os halláis aquí? ...
Hablad.
EL HIJO DEL PESCADOR. ¿No ibais en la barca preso, atado ?
PESCADOR. ¿No debían conduciros a Kussnacht?
TELL. ––(Levantándose.) ¡Soy libre!
EL PESCADO R Y SU Hijo.––¡Libre!... ¡Milagro de Dios!
EL HIJO DEL PESCADOR. ¿De dónde venís?
TELL.––De la barca.
PESCADOR.––¡Cómo!
EL HIJO DEL PESCADOR.––¿Dónde está el gobernador?
TELL ––A merced de las olas.
PESCADOR. ¿Es posible? Pero vos ¿cómo os halláis aquí ? ¿cómo os habéis libertado de vuestras liga-duras y de la tempestad?
TELL.—Con el clemente auxilio de Dios; oíd.
EL PESCADOR Y SU HIJO.––¡Ah! hablad, hablad.
TELL.––¿Sabéis lo ocurrido en Altdorf?
PESCADOR.–– Lo sé todo; hablad.
TELL.––Sabéis que el gobernador me hizo prender y atar para conducirme a la fortaleza de Kussnacht.
PESCADOR.–– Y que se embarcó con vos en Fluelen; ya lo sabemos; contadnos cómo habéis escapado.
TELL.––Iba en la barca atado fuertemente con cuerdas, indefenso y resignado. Ya no esperaba ver más la riente luz del día, ni el amado rostro de mi mujer y de mis hijos, y extendía la mirada con des esperación sobre la desierta superficie de las aguas.
PESCADOR.––¡Oh, infeliz!
TELL.––Así bogabamos, el gobernador, Rodolfo de Harrás, los criados y yo. Mi carcaj y mi ballesta iban a la popa de la barca cerca del timón. Apenas llegados junto a la roca de Axenberg, de repente, por especial favor del cielo, horrible tempestad se precipita por el desfiladero de San-Gotardo... flaquean los remeros...
todos se imaginan que vamos a naufragar. Entonces, oigo que uno de los criados se dirige al gobernador y le dice: ––Ya veis. señor, que vuestro peligro es el nuestro, estamos a las puertas de la muerte y los remeros espantados no saben conducir la barca; pero aquí está Tell, que es hombre vigoroso y sabe cómo se maneja el timón, ¿qué os parece?... Si en el riesgo que corremos, echáramos mano de él... ––Y me dice el gobernador––. Tell, si crees poder salvarnos, mandaré que te desaten. –– Sí, señor ––respondo yo––, con ayuda de Dios, espero poder arrancaron de aquí––. Y me desatan; empuño el timón y empiezo a maniobrar con arrojo. Pero yo miraba de reojo mi ballesta, y buscaba atentamente en la costa un paraje, a donde saltar. Veo de pronto una roca plana, que se interna en el lago.
PESCADOR.–– La conozco; se halla al pie del gran Axen, pero no creía que fuese posible alcanzarla de un salto, porque es muy escarpada.
TELL.––Grito a los remeros que maniobren con vigor hasta llegar a aquella roca, porque una vez allí––
les digo–– habremos escapado del riesgo mayor. Llegados a fuerza de remos cerca de la roca, me enco-miendo a Dios, atraco la barca con todos mis puños, cojo rápidamente la ballesta, salto a tierra, y con vigoroso esfuerzo empujo la barca hacia fuera donde ya puede seguir flotando hasta el día del juicio. A mí, ahí me tenéis libre de la fuerza de la tormenta, y de la maldad de los hombres.
PESCADOR.––Tell, Tell; el Señor obró visiblemente un milagro para salvaros; y apenas puedo creerlo.
Pero decidme; ¿a dónde pensáis ir ahora? ¡Dónde hallar seguridad, si el gobernador escapa con bien!
TELL.––Mientras estaba atado, le oí decir que pensaba desembarcar en Brunnen, y de allí, llevarme a su fortaleza pasando por Schwyz.
PESCADOR.––¿Quería ir por tierra?
TELL.––Este era su propósito.
PESCADOR.––¡Oh! entonces, escondeos sin tardar... Dios no os libertará dos veces de sus manos.
TELL.––Indicadme el camino más corto para ir a Arth y a Kussnacht.
PESCADOR.–– El camino principal pasa por Steinen, pero mi hijo, tomando otro más corto y poco conocido, podrá llevaros por Lowerz.
TELL.–– (Dándole la mano.) El cielo os recompense vuestra bondad... Con Dios... (Hace que se va, vuelve.) ¿No prestasteis también jura mento en Rutli?..; –– Me parece haber oído pronunciar nuestro nombre.
PESCADOR.–– Sí; allí estaba y pres té el juramento de alianza.
TELL.––Pues bien; hacedme el favor de ir a Burglen. Mi mujer es tará ansiosa; decidle que estoy en libertad y fuera de peligro.
PESCADOR. ¿Dónde diré que os habéis retirado?
TELL.––En casa hallaréis a mi suegro y a otros conjurados de Rudi. Decidles que se animen, que Tell es-tá en libertad, y puede hacer uso de su brazo... que pronto sabrán algo de mí.
PESCADOR. ¿Qué pensáis hacer? Decidlo francamente.
TELL.––Cuando estará hecho, dará que hablar. (Se va.)
PESCADOR.–– Enséñale el camino, Juan; Dios le acompañe, y que acabe felizmente lo que ha empren-dido. (Se va.)