Читать книгу La Guerra del Fin del Mundo de Periquita Robles - Gabriel Széplaki Otahola - Страница 10

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CAPÍTULO IV

LOS INICIOS

¡Hola! ¿Aún estás allí? Quisiera saber cómo eres, cómo vives, qué comes…

Nosotras en Pueblo ¡comemos rico! Siempre tratamos, ponemos lo mejor de nosotras en cada cosa que hacemos, y siendo la comida y el comer algo tan importante, ¡figúrate tú si no le daremos importancia!

Trato de que la letra con la que escribo sea no solo clara e inteligible —así me dijeron que se decía, y que significa entendible—, sino que además sea armoniosa, de buen trazo y bella estampa. No siempre lo logro, sobre todo si estoy angustiada o apurada. Nos han enseñado que así debe ser en todo cuanto hacemos. Se debe poner empeño en hacer lo mejor que sea posible; sin importar lo que sea. Si ponemos lo mejor de nosotros, tal vez no logremos la perfección, pero lograremos estar en el camino.

Bueno, como venía contando: el valle a donde habían llegado era largo, estrecho y de empinadas paredes montañosas. El aire era fragante y parecía tener vida propia. Todos estuvieron de acuerdo en que el aire era vivificante, sanador, cargado de aromas de bosque, de fragantes flores, de hojas caídas. El valle olía a tierras húmedas. A musgos, a gotas de agua y rocío.

Mi papá dice que una de las mejores cosas de la vida es caminar en la selva, caminar en la montaña. Ver selva. Oler y sentir los olores de la tierra, del agua saltando entre piedras. El dulce aroma de los bosques de Valle. Aunque «cosas» no es la mejor palabra que se podría usar. Una cosa es cualquier cosa, incluso una palabra que no puede ser una cosa, porque es un pensamiento que ni siquiera se sabe de qué está hecho, aunque existe. Una palabra hablada podría estar hecha de aire, de sonido y de intención, y aun así no sería una cosa. ¿No lo crees tú? Así que mejor es decir… no sé…

En la selva, en el bosque, hay muchas clases de árboles: los hay altos y que se alzan por sobre todos los demás. Extienden sus ramas en la altura y dejan pasar bastante claridad, la cual aprovechan otros árboles que son más bajos y esos tienen muchas ramas y hojas y dejan pasar mucha menos luz. Pero por debajo de estos, todavía hay árboles más pequeños que gustan de las sombras.

El cacao es de estos. Les gusta crecer donde no haya sol y aun así cargan muchos frutos y viven mucho tiempo. Y aun por debajo de ellos, hay otras maticas que moran en verdadera oscuridad, pero que a veces, según se mueven las sombras, les puede llegar un rayo de sol.

Es algo bonito de ver, cómo se filtran rayos de sol. Donde caen se ilumina con contornos que antes no se veían y aparecen formas y colores cálidos. Y pareciera que el pedacito de tierra y las maticas agradecieran por esos rayitos de sol que les alegran la vida. Y no es que su vida sea triste, pues ellas mismas escogieron vivir de ese modo, pero es como si tuvieran un regalo. ¡Es como cuando nos llevan al mar y podemos disfrutar de las arenas y del agua salada por unos días!

¡A mí me encanta ir al mar! Todos los años nos llevan y, como ya sabes, hay que caminar bastante y no es mucho lo que nos quedamos, pero igual vamos y disfrutamos. Claro, cada vez es más complicado porque al parecer hay más personas e incluso hasta nuestra pequeña ensenada puede llegar gente en barquitos y como es muy bonita quieren quedarse, pero nosotros no los dejamos. Además, también nuestra ensenada del mar es una «zona protegida» y eso ayuda, porque todos saben o deberían saber que no es un lugar donde pueden estar.

La Guerra del  Fin del Mundo de Periquita Robles

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