Читать книгу La Guerra del Fin del Mundo de Periquita Robles - Gabriel Széplaki Otahola - Страница 18

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CAPÍTULO XII

ÁGUILAS Y GAVILANES

Hola, ¿cómo amaneciste hoy? Como siempre, espero que muy bien.

Nosotros en pueblo gustamos de inventar palabras. Cuando era niña, un día me levanté con mucho sueño, tenía cara de dormida y los cabellos revueltos. Mi papá me vio.

—¿Qué te pasa, Periquita mía? ¿No te has despertado aún? —preguntó.

—Es que estoy enmañanecida —contesté de manera equivocada.

A papá le pareció muy acertada y graciosa la palabra y que describía a la perfección cómo me sentía.

—De ahora en adelante usaremos enmañanecido para describir eso de que andes despierta ¡pero que aún la mañana no ha entrado en ti! —dijo.

Bueno, como decía, o no decía, pero pensaba decir y sí he dicho, en Pueblo y en nuestras montañas hay muchísimos animales silvestres. Más de los que hay en cualquier otra montaña de la que tengamos noticias. Algunos lo atribuyen a la gran cantidad de alimento que encuentran los animales y a lo bueno que son los aguacates, las nueces y los cambures y la fuerza o el vigor que generan. Otros dicen que es porque en nuestras montañas el Hálito de la vida, la Savia de la vida y el Fuego de la vida son poderosos. Hay Vida en el aire mismo, en la tierra, en el agua, y sobre ese poderío se sustenta la vida.

¿Sabes?, hay poderío en el aire de Pueblo. ¡Se puede sentir!, pero la mejor forma de sentirlo es verlo en la majestad de las águilas. «La Doña» llamamos a la mayor de todas y es realmente grande y poderosísima. En comparación con ella nuestras águilas de penacho son pequeñas. Pero no creemos que haya ninguna otra en la que se junten la fuerza y el poderío, la rapidez y la belleza como en el águila de penacho: «La Dama» la llamamos y no vayas a creer, ¡no es nada pequeña! Tiene colores pardos, rojizos elevados de sol, color de arenas y plumas con ribetes oscuros y renegridos.

¿Has visto alguna vez los ojos de las águilas? ¡Hermosísimos!, ¿verdad? Ella, La Dama, tiene plumas en la parte de atrás de su cabeza que levanta y extiende o baja según su ánimo. En nuestras montañas también hay más águilas que en cualquiera y hemos aprendido cómo hacer que cacen para nosotros. Bueno, es solo una manera de decirlo, porque lo que cazamos con ellas son monos, ¡y nosotros no comemos monos! Pero ¡los monos son demasiados! Y viven en grandes grupos y quieren arrasar con todo, con todos los aguacates y con todos los frutos de los árboles que encuentran. Y no les importa que los frutos estén pequeños y que aún no se puedan comer. Solo los arrancan y los dejan caer. Nadie entiende por qué. Pero nosotros no podemos dejar que esto ocurra porque nos dejarían sin nada para alimentarnos. Así que en las montañas que forman Valle, los cazamos con nuestras hermosísimas águilas. ¡Claro que a los monos de los montes no les parecerán tan hermosísimas!

En Pueblo no matamos por gusto, ni siquiera arrancamos una matica si no necesitamos de ella. Y preferimos alargar el paso para no pisar a una hormiga. Porque entendemos que no somos dueños de nada ni de nadie y que todo lo vivo, agua-aire-tierra-río-montaña-árbol-pájaro-mariposa, tienen vida propia y tanto derecho como podemos tener nosotros mismos de vivir en esta tierra y en este momento. Por ello, tratamos de no dañar-cortar-matar sin necesidad. Pero controlar el destrozo y el desastre que hace el pueblo mono es una necesidad. Eso nos dicen.

De controlar al pueblo mono se encargan nuestras otras «Damas», las más hermosas de todas las señoras aladas de todas las selvas y es grande emoción cuando las gentes de pueblo salen a espantar y alejar a los monos de Valle y sus alrededores. Se suelen juntar muchas personas, hombres y mujeres. Casi todo mundo gusta de estas jornadas y cada «Dama» va parada en un arnés de cuero, para que tenga buen agarre y se sienta cómoda. Los arneses van sobre las monturas de las dantas y cada ave va encaperuzada con una caperuza de piel fina que no les permite ver nada y eso hace que las aves estén tranquilas, quietas y calmadas. Las caperuzas son de piel fina y liviana. Es todo un arte hacerlas, para que queden perfectas en cada águila. Y suelen tener colores vivos. El rojo suele ser común, junto con el verde, el azul y el amarillo. Y para mayor facilidad al poner y retirar la caperuza y para mayor belleza suelen tener una cimera.

A mí me parece que son muy bonitas, pero cuando la llevan puestas las águilas ¡es algo magnífico de ver! Así, con las dantas, los hombres, las mujeres y las «Damas», todo mundo sale en estas partidas. Claro, mirar a las águilas volar, remontar, picar y arremeter contra una manada de monos y cobrar una presa, es algo admirable por las maniobras, vueltas y vueltas y giros que hacen. Pero los monos no son tontos, son rápidos y sagaces.

Toda «Dama» debe matar en el acto. Si no, el mono que es fuerte podría hacerle daño. Ellas son muy poderosas, pero aun así son frágiles, puesto que son ligeras y no tolera su armazón sufrir daños por pequeño que sea. ¡El mono debe morir en el acto! Así que «Dama» mata rápido. El solo impacto de ambas patas sobre el cuerpo es en sí un golpe, pero las uñas atrapan, inmovilizan y la uña del dedo opuesto, la más grande y poderosa, acuchilla profundamente. Interesa el corazón y los pulmones, y lo hace una y otra vez, rápido y profundo. Acuchilla-corta-perfora-cercena y la vida se va.

Los monos se mueven, brincan, huyen, chillan con grandes y lastimeros gritos de miedo y horror y las «Damas» pican, remontan, aletean, hasta arrancar a un mono de las ramas. Luego lo llevan a tierra planeando y maniobrando porque los monos son pesados con relación a su propio peso. Contemplar todo esto es algo hermoso y terrible, es algo para admirar. Los monos siempre son muchos y nuestras águilas muy pocas, pero al final huyen aterrados y como son animales inteligentes, entienden que aquí no se pueden quedar. Así que siguen huyendo por días y días hasta que se les pasa el miedo y se van asentando en lugares lejanos, y no regresan a Valle ni a las montañas cercanas por un tiempo, porque tampoco es que tengan tan buena memoria, según parece.

Esas partidas de caza suelen durar dos días y en esos días las «Damas» trabajan mucho y no comen tanto, porque de hacerlo, pierden algún interés en acosar a los monos. Ellas comen y nosotros también comemos. Sostener a un águila-dama requiere no de fuerza pero sí de resistencia y de buenas maneras. Una «Dama» sobre tu antebrazo, al rato pesa y cansa. Estás protegido con una bracera que se hace con madera hueca, que es por donde metemos el brazo y el exterior está labrado para que «Dama» pueda asirse con facilidad. Debes tener hábiles maneras para entender al ave. Y hábiles manos para poner la caperuza y quitarla. Llevas también correajes para atender al ave, los gruesos guantes de cuero, los señuelos y otras cosas de montería que son necesarias de tener, y claro, debes tener tus armas contigo, aunque no arco y flechas. Pero no deja de haber arqueros, que también hacen puntería en esos días.

Esos días de caza son días de alegrías, días de festejar la emoción que está en el aire. Las noches son para contar cuentos y otras cosas…

En Pueblo, además de los monos, hay otros animales que causan estragos y son esas pequeñas y muy rápidas arditas. Algunos las llaman ardillas y causan mucho daño, porque tumban todos los frutos de una mata de aguacate. Tampoco les importa que no estén en sazón para comer. Los tumban y ya, los tiran al suelo y así se pierde toda la temporada, toda una carga de frutos que hubieran alimentado muchas bocas en Pueblo. Y nosotros no podemos permitir que tal cosa ocurra.

Pero las «Damas» son muy pesadas para cazar arditas o las ardillas son muy pequeñas para ellas y eso lo solucionamos con otras aves, mucho más pequeñas y mucho menos coloridas, pero muy rápidas, ágiles, raudas y maniobreras, tanto que pueden con las arditas. Estas aves son unos gavilanes muy fuertes, de alas no tan largas pero muy anchas. Las plumas de sus colas son bastante largas y es un ave de mucha fuerza, capaz de volar remontando directo hacia arriba. Es un ave muy fiera y tesonera. Y tiene garras largas y delgadas. Lo de atravesar y acuchillar es para lo que fueron hechas y eso hacen. Estas aves pequeñas y fieras son del uso de los muchachos y guarichas. Con ellas se va aprendiendo cómo andar con un ave, acomodarse y entender sus maneras, con ellas se monta guardia y se cazan arditas.

La Guerra del  Fin del Mundo de Periquita Robles

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