Читать книгу La Guerra del Fin del Mundo de Periquita Robles - Gabriel Széplaki Otahola - Страница 7

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CAPÍTULO I

¿QUIÉN SOY, QUIÉN ERES?

Hola, me llamo Periquita Robles. Bueno… Yo me llamo a mí misma así y casi todos también lo hacen. Menos mi mamá, que casi nunca lo hace. Ella me llama por el nombre que dicen que es el mío. Fue mi abuela quien desde chiquitica me llamó Periquita, porque yo hablaba mucho y al comer regaba migas por todos lados, ¡como un perico! Tal vez hablar mucho sea un defecto, pero mis abuelas y mis padres acordaron que al menos en mi caso, ¡era una virtud!

Dicen mis abuelos que mis ojos son como dos medias lunas y que se me nota mucho cuando me río. Pues se me notará todo el tiempo porque yo me río mucho. ¡Y que son del color de la resina del algarrobo! ¿Cómo los imaginas tú? ¿Has visto la resina de los algarrobos? Esos árboles macizos que dejan salir gotas de resina traslúcida y dorada. Mi cabello es oscuro y muy liso. Mamá dice que tengo una mata de pelo, que quiere decir ¡que tengo muchísimo cabello!

Te cuento sobre mí porque ¡quisiera conocerte! Y porque creo que tú tal vez quisieras conocerme a mí. Bueno, por eso te cuento cómo soy.

Mi abuela dijo que yo tendría el don de las palabras y que la palabra sería conmigo. Qué bueno, digo yo, porque lo vamos a necesitar. La guerra tal vez comience pronto y es una guerra que difícilmente podremos ganar. Aunque claro está que ningún pueblo gana en una guerra. Más bien, ¡en la guerra todos perdemos! Porque la muerte y la destrucción, los pies y piernas mutiladas, y los ojos perdidos de quienes combaten se pierden para siempre y el dolor, en cambio, sí queda.

Pero, con tanto por decir, no he dicho algo muy importante: ¡No te saludé! Bueno, dije «hola», pero no es suficiente. Decir «Hola, ¿cómo estás?» o «Espero que estés bien» u otro saludo parecido o diferente, pero saludo, es importante porque nos acerca a los otros. Saludar es reconocer la importancia del otro. Eso nos enseñan.

Entonces, aunque no nos podamos ver, inclinaré mi cabeza y diré mirándote a los ojos: «¡Hola!, ¿cómo estás? ¡Espero que estés bien!». Sé que no será suficiente y sé que no podré conocerte, pero al menos sabrás que reconozco lo importante que eres. No solo porque eres humano, sino porque tal vez tú puedas hacer que esta guerra, sea breve o no sea.

Desaparecerán los árboles de grandes troncos y nuestros pequeños bohíos y las calzadas de piedra que hemos trazado, las plazas y los patios ornamentados. Desaparecerán también las montañas y los manantiales y nuestro paso por la tierra será solo una historia desconocida.

Por eso me encargaron escribir a mí, a quien en Pueblo llaman Periquita y de quien se ha dicho que tenía el don de las palabras. Y yo, Periquita, acepté escribir para que al menos quede testimonio de nuestras vidas, cuando Pueblo quede sumergido bajo las aguas. Cuando hayamos sucumbido bajo el fuego enemigo.

¡Escribiré para que quede testimonio de que vivimos! Que construimos, que amamos y de que ¡pelearemos! ¡De que no negociaremos lo imposible! ¡De que venderemos cara nuestras vidas! Esta es la guerra del fin del mundo y yo, Periquita Robles, he sido elegida para contarla al mundo, que no morirá con nosotros.

La Guerra del  Fin del Mundo de Periquita Robles

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