Читать книгу La Guerra del Fin del Mundo de Periquita Robles - Gabriel Széplaki Otahola - Страница 19

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CAPÍTULO XIII

ARQUERÍA

¿Sabes que en Pueblo hemos empeñado nuestro hacer en hacer de modos nuevos las formas antañas?

—Ay, Periquita, ¡tú sí que enredas las palabras! —me dice mi amiga Danai.

Bueno, ¡tal vez sí las enredo! ¿Sabéis vosotros que es enredar? ¿Usáis esa palabra? Bueno, enredar es… No lo voy a decir, porque debes saber qué significa.

Decía que nos empeñamos en buscar nuevas formas a las artes de los tiempos de antes. Pero, no es que no apreciemos lo antiguo, que sí lo hacemos. Algunos piensan que veneramos las antiguas formas. Pero se trata, como dice uno de nuestros maestros de la Verdadera Destreza, de que: «Toda obra humana es perfectible, en cada acto humano se debe buscar lo Supremo».

Y después dicen que por qué enredo las palabras.

Trato de buscar cómo decir lo que quiero y a veces… Bueno, lo que quería decir es que cambiamos «las maneras del arco». Logramos dominar una forma nueva de usarlo y eso nos ha servido para tener ventajas en combate y para que quienes nos han enfrentado hayan tenido menos oportunidades frente a nuestros guerreros. Bien porque no entendieran que estaba pasando frente a sus ojos, bien porque fueron acertados por las flechas.

Ya no fuimos un hombre quieto que suelta flechas desde una posición, sino un remolino que en pleno movimiento lanza flechas con rapidez, una tras otra con mucha puntería y certeza. Para lograr todo esto, tuvimos que repensar el espíritu mismo del arco y de las flechas. Y ese repensar nos hizo entender que para tener nuevas formas de combatir hacía falta mucha movilidad, entonces era necesario a la vez un arco más pequeño, más resistente y capaz de mayor impulso.

Pero eso no era posible con los largos arcos y flechas que hasta ahora habíamos tenido. Así fue como empezamos a cambiar, a buscar nuevas maneras. Tal vez no se logró de una vez, pero en Pueblo hemos contado con una ventaja fundamental, tal nos enseñan. ¡No debemos trabajar de sol a sol para procurarnos de comer!

En Pueblo tuvimos tiempo para mirar-ver-observar-pensar-entender-buscar-probar-lograr.

Los Abuelos eran personas que provenían de diferentes lugares, eran de diferentes colores y habían tenido dioses diferentes. También habían visto otras formas de pelear, de hacer la guerra y otras armas. O habían oído historias y cuentos de gentes que peleaban de tal o cual manera y que eso causaba estupor entre sus oponentes.

Bueno, en Pueblo pusimos a prueba algunas de ellas y hubo lo que fue bueno, y eso fue repetido y repetido una y otra vez hasta que ya no hubo que pensar en cómo hacerlo. Entonces, cuando las manos saben y todo el cuerpo sabe lo que se debe hacer, aparece el Fluir. Puedes correr-saltar-rodar-agazaparte y soltar flechas veloz, certeramente, sin pensarlo.

El Fluir es una proeza, un logro que se hace posible cuando se usa algo que llamamos el «Saber Total», entonces el movimiento fluye, se desliza sin resistencias y eso es lo que ven nuestros contrarios. Los que nos han enfrentado han visto gente desaparecer o trepar paredes de barrancos a plena carrera o saltar de piedra en piedra con asombrosa rapidez y ello es posible cuando el Saber Total libera el Fluir dentro de uno y entonces… ¡Ay, entonces! Eres uno con la tierra, el tronco-árbol-roca-río-viento-olor-luz y todo ello te impulsa sin traba alguna. No existe el miedo. El Fluir eres tú y te deslizas suavemente como pez de aguas, y tus flechas llevarán el impulso de ese fluir y serán certeras. Todo fluye, fluyes con todo, ya no serás tú sino movimiento-sutileza-velocidad-destreza-anticipación-pie-mano-cuerda-flecha-vista.

Así, bien por intentarlo por cuenta propia, bien por seguir lo que alguien había oído en cuentos, vio o atestiguó. Los arcos fueron cambiando y fuimos haciéndolos más pequeños y más poderosos. Los escudos y lanzas que se usaron en los días antiguos de sus tierras lejanas se siguieron usando en Pueblo y sirvieron muy bien en la defensa. Pero poco a poco dejaron de usarse y ya nadie los utiliza.

Además, a Pueblo llegaron las Niñas y eso lo cambió todo. Pero después de ellas, gentes de Pueblo salieron a ver cómo estaban las cosas por el mundo y a veces trajeron consigo a personas de ese mundo que aportaron ideas y mostraron cosas nuevas, que a veces hicimos nuestras.

Eso que llamamos el Fluir hubo de ser descubierto-entendido-develado y puesto a prueba, días y noches. Las estrellas cambiaron sus lugares en el firmamento muchas veces antes de que nos fuera dado dominarlo. Y durante generaciones nos empeñamos en lograrlo. ¡Y fue un logro magnífico!

Hay relatos en los que quienes nos han enfrentado cuentan que somos brujos o algo, porque nos han visto hacer cosas que creen que no son permitidas hacer a los hombres. Nosotras decidimos hace mucho retar nuestros límites y forzarlos y descubrimos que los límites pueden ser llevados muy lejos. A veces más allá de lo que se cree posible. ¡Lo hemos hecho! Y lo seguimos haciendo, aun en estos mis días.

Pueblo ha recibido gentes perseguidas y en Pueblo han encontrado refugio. Algunos han conseguido pareja aquí y una vida nueva. Algunas de esas personas han hecho valiosísimos aportes a Pueblo. Pero hacer cosas nuevas, buscar mejores maneras, buscar más allá, tentar los límites, probar lo improbable, formó parte de la mentalidad de Pueblo desde que existe.

No hay caballos en Pueblo, pero tenemos a shaama. No hacemos conucos, pero hemos sembrado miles y miles de árboles de fruto. Casi no sembramos maíz, pero sembramos arroz que se da muy bien en nuestro valle de lluvias. No tenemos plantaciones de algodón, pero aprendimos que el bello lino crece de maravilla en las húmedas orillas de lago. Y aprendimos a dejar crecer los larguísimos bejucos de hilo verde que cuelgan desde altas ramas y que luego procesamos para obtener hilo fuerte y resistente. Aprendimos a trabajar con los telares que las Niñas recordaban y los mejoramos y nuestros tejidos son fuertes cuando necesitan serlo, o sutiles y ligeros en los rebozos y mantillas con que nuestras damas se cubren en las frescas noches de Pueblo.

Mi madre es una mujer hermosa, tiene ojos grandes y verdes, lo cual no es raro en Pueblo. Y sus ojos son como dos medias lunas y ella dice que yo los heredé de su madre, mi abuela, que también es hermosa. Mi madre tiene la piel del color de las hojas del tabaco maduro. Y su cabello largo y abundante está lleno de rizos. Mi madre es delgada y tiene brazos torneados y hombros marcados, bonita cintura y bellas piernas. A papá le gusta darle nalgadas porque dice que tiene bello trasero. Y mi madre sabe manejar el arco y lanzar flechas en carrera rápida. Puede correr y agacharse y saltar y seguir soltando flechas una tras otra.

Las mujeres en Pueblo somos grandes arqueras y mamá sabe también patear y golpear y tumbar al oponente dejándolo caer con fuerza. Y es diestra con daga o con espada y con garra y colmillo y gusta de bailar tambor y se mueve con deleite. Mi papá ríe con ella, pero no la provoques, dice, no es bueno retar la ira de las tigras.

La Guerra del  Fin del Mundo de Periquita Robles

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