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LA MONTAÑA, REFUGIO Y ORIGEN DE LAS LIBERTADES

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En el transcurso de los tiempos, a veces el espíritu no ha buscado voluntariamente la montaña como lugar de soledad y de meditación, sino que, perseguido, ha encontrado en ella su refugio natural. Es el paso de la elección a la necesidad.

Así, en 1244, los albigenses se concentraron para una última resistencia en el hosco pitón de Montségur. Aquel lugar inspirado había de ver llamear las últimas hogueras de los cátaros. En 1488, los herejes vaudenses de Vallouise se ocultarían en vano en las grutas de su alto valle; y también en los valles de los Alpes piamonteses encontrarían refugio algunos de sus correligionarios.

Más tarde aún, la revocación del edicto de Nantes había de arrojar a los hugonotes del sur de Francia al «desierto» de Cévennes. Bajo el sol abrasador o en las noches heladas, apiñados en torno a tristes fuegos, medio hambrientos, debieron pagar muy caro el precio de aquella precaria libertad. La naturaleza que les protegía les era al propio tiempo maternal y hostil: contra ella misma, les exigía la lucha. Pero el adversario humano era, por su parte, implacable… La dureza de los elementos contiene aún una promesa de vida; pero la crueldad del hombre con el hombre no deja el menor resquicio a la esperanza. Por lo menos, la montaña, en sus escondrijos y sus defensas, les había dado un respiro, una última oportunidad.9 Ello también forma parte de su vocación. Libertad de conciencia y libertad política hallan muy pronto en la montaña su patria natural: sin duda porque, a la vez que predispone el espíritu a dichas libertades, asegura su garantía mediante el valor de sus defensas. Citaré de memoria la libre confederación de las comunidades o «escartons» del Briançonnais, nacida en plena Edad Media a un lado y otro de los Alpes, hacia la misma época que el primer núcleo de la Confederación Helvética. ¿No es sorprendente y significativo que la primera democracia de Europa —y sin duda la única verdadera, ya que era la única directa— naciera precisamente en el corazón de los macizos montañosos a la vez más elevados y más compactos de nuestro continente; y que, para colmo, agrupase a hombres de razas diferentes? El ejemplo de Suiza, pacífica pero indomable, particularista pero internacional, es harto elocuente: es perfecto. En cuanto al personaje de Guillermo Tell, histórico o legendario, permanece como símbolo cabal del héroe montañés, enraizado en el genio de su tierra.

NOTAS

9 Igualmente, más próximos a nosotros en el tiempo, los mormones de Norteamérica, perseguidos, buscaron refugio en las Montañas Rocosas. Y durante la última guerra mundial, en toda la Europa ocupada los macizos montañosos se convirtieron en amparo de los disidentes y reducto de la «resistencia» a la opresión.

La montaña y el hombre

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