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La clemencia del arraigado

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¿Se puede ser fuerte si el pasado es débil?

¿Se puede ser débil si el pasado es fuerte?

Solo es posible lo que quieras que sea posible. Melmerik había sido un hombre de moral para su época, pero en ese momento era un hombre encadenado a los suburbios de una ciudad sin clemencia. Sobre el piso de adoquines, encontró un carbón pequeño que, de la nada, se estableció sobre sus manos. La mugre, día a día, se iba alojando sobre su cuerpo. Solo comía y muy pocas veces dormía. No charlaba con nadie, ya que su habla se había perdido junto con sus días de silencio. La libertad estaba por verse, la tortura era constante, pero le quedaba un objetivo: lograr salir de forma normal y volver a empezar una vida más digna que la que tenía. Cómo había terminado en ese lugar tan oscuro. Las deudas lo habían revasado por dar de comer a los que no tenían ni una miga de pan sobre sus manos. No padecía tristeza ni odio, solamente el encierro mismo de humedad y ratas por doquier. Fue liberado, como también perdonado, por no haber hecho ningún mal más que no poder cubrir ciertas deudas; vendieron todos sus bienes para ese cometido, se quedó sin nada, pero con su libertad, que le sirvió como consuelo de su alma.

Al contemplar los campos y la belleza natural, él se sentía completo. Empezó otra vez, como señor feudal, a trabajar con campesinos que brindaban servicios, como personas, no como en otra época que eran tratados de manera hostil como sirvientes. Su crecimiento fue notorio y su objetivo era un cambio de momento. Vendió sus productos. Eran buenos productos, comibles y no incomibles. Notoriamente tuvo problemas con sus pares: donde hay corrupción, hay poder de dominar. Ganaba día a día mucho más que cualquiera. Sus enemigos lo terminaron llamando el arraigado.

El poder podrá dominar masas, pero jamás llegará a adquirir una inteligencia diplomática.

Daría mi vida por volver a vivir

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