Читать книгу El mar detrás - Ginés Sánchez - Страница 18

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DIECISÉIS

–Recapitulemos, Isata, pensemos qué sabemos de Wole –dijo Dibra.

Otra vez era por la tarde y estábamos las dos delante de su contenedor. Dibra había sacado un par de onzas de chocolate de las que le solíamos comprar a Wole y nos las habíamos comido con té hecho en el hornillo. Después se había sentado en una silla y se había puesto de espaldas a mí y se había soltado el pelo. Yo, con mucho cuidado, lo iba desenredando y peinando.

–Sabemos que se llama Wole, bien, punto para nosotras –decía–. ¿Qué más?

Yo me toqué la camiseta y el pantalón. Dibra sonrió.

–Sí. Sabemos que tiene una camiseta amarilla y un pantalón tirando a verde: otro punto; más cosas…

El pelo de Dibra era suave y espeso, pesaba en las manos. Olía a alguna flor que alguna vez estuvo en algún jardín.

–¿Sabemos, por ejemplo, su número de carné? No. Punto para los malos –decía ella–. ¿Sabemos su apellido? Tampoco, otro punto para ellos. ¿Sabemos el sector en el que vive? Tampoco.

Dibra suspiró. Yo tiraba suavemente de su pelo. Lo sujetaba arriba con una mano y después iba descendiendo muy despacio. Se levantó un poco de viento y pareció, durante un instante, que no éramos más que dos niñas normales a la puerta de una casa en un pueblo. Dibra volvió a suspirar.

–Y todo esto no es más que el principio, ¿sabes por qué?

Yo negué con la cabeza.

–Porque, piénsalo, Isata: no sabemos si él estaba aquí solo o con algún familiar. Ni de qué país vino. Ni dónde dormía o si tenía amigos. No sabemos nada de su historia, Isata.

Yo solté una de sus largas guedejas y cogí la siguiente. Ella cerró los ojos.

–Y eso no está bien, ¿entiendes?

Y yo lo entendía.

El mar detrás

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