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SEIS

El campo, visto desde las dunas, tiene la forma de una larga estrella que hubiera caído sobre el matorral. De lejos engaña, porque los contenedores podrían parecer verdaderas casas y las tiendas de campaña podrían parecer ropa tendida. De lejos no se distingue la basura ni la chapa. Junto a la carretera está la garita de entrada y, un poco más adelante, las carpas donde te hacen el control la primera vez y donde pones tu dedo para la huella y te hacen el examen preliminar. Después están los almacenes y, después, la zona donde viven los cooperantes. Ahí también está la Cruz Roja.

Más allá está donde vivimos los refus.

Hay miles de personas ahí. Y hay miles de niños.

Estamos Dibra y Nadia y yo. Y también los hermanos de Nadia. Pero hay muchos más. De la mayoría no se sabe gran cosa. De otros, sí.

Está Suma, por ejemplo, que cruzó la frontera escondida en una maleta y que es una de las niñas que duermen en la misma cama que yo en el barracón de los huérfanos. A veces grita por las noches.

Está Nadji, que vino con sus siete hermanos y que dos de ellos han desaparecido.

Está Ainda, que salió una mañana corriendo de su poblado y se unió a una caravana de personas que huían hacia el norte.

Está Jahan, que llegó escondido en la bodega de un barco de pesca junto con otras treinta personas.

Está Soufi, que tiene la cara llena de cicatrices.

Aquí cada uno tiene su historia. De algunos no la conocemos porque hablan en lenguas que no entendemos. También hay muchos niños que están como yo, viviendo sin poder apartarse de su trauma, y que entonces no hablan, o de pronto se ponen a gritar sin que venga a cuento, o van por ahí deambulando como fantasmas.

Otros niños están mejor. Normalmente los más pequeños. Porque muchos no han conocido otra cosa y, para ellos, todo es juego. Creo que yo también sería así si me apartara de mi trauma. Eso me dice Dibra. El problema de Dibra es que es suficientemente mayor como para acordarse de cómo era ella antes del campo. Y eso la pone muy triste.

Pero, de todos los niños, el más especial era Wole.

El mar detrás

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