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Viabilidades y aprendizaje orientado a las políticas[43]

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Respecto del diseño e implementación del Fogise, es posible identificar una “coalición promotora” o “portadores de la innovación” (Aguerrondo, 2002: 76), conformada por un grupo de académicos de la Flacso México y algunas autoridades de la sep. Esta coalición comparte creencias normativas, por lo que (entre otros elementos) han distinguido similares causas del problema y propuestas de solución. Sobre esta base, actores proclives a “adoptar e implementar iniciativas políticas mayores” se reunieron y coordinaron hasta lograr un proyecto como el Fogise.

Ahora bien, para constatar los grados de éxito o fracaso en la implementación de la innovación que significa el Fogise, es necesario referir las “viabilidades” que la coalición promotora construyó en cada estado. Ello dirige la mirada a las “condiciones del hacer”: querer hacer (viabilidad político-cultural), saber hacer (viabilidad técnica-organizativa) y poder hacer (viabilidad material) (Aguerrondo, 2002). Estas viabilidades se enmarcan en la estrategia que se debe seguir para apropiarse de una cultura ajena a la predominante: “la asimilación y el desarrollo de ciertos conocimientos y habilidades para su manejo, la modificación de ciertas pautas de organización social y/o incorporación de otras nuevas, el reajuste de aspectos simbólicos y emotivos que permita el manejo subjetivo del elemento apropiado, etcétera” (Bonfil, 1992: 175).

Pues bien, la viabilidad político-cultural se relaciona con el grado en que se consigue que los distintos actores se apropien de los elementos de la nueva cultura educativa. Esta apropiación se construye no sólo a partir de dar razones (persuasión), sino también concretando negociaciones, acuerdos y una cooperación que den forma y solventen los compromisos alcanzados.[44]

En el marco de esta viabilidad política cultural, entonces, se considera prioritario desarrollar a profundidad la cultura educativa que defiende cada coalición en disputa, el sentido y la persuasión que se alcanza a nivel de la nueva cultura educativa entre coaliciones, así como las relaciones políticas que se llevaron a cabo para establecer los compromisos en el proceso de implementación.

En la viabilidad técnica-organizativa, se debe profundizar en la formación efectiva que recibieron los supervisores y en el funcionamiento de los cede. Es decir, identificar el conocimiento, habilidades, capacidades y estructuras organizativas que la coalición promotora impulsó durante la implementación del proyecto. Asimismo, en relación con la estructura educativa estatal es necesario constatar “cómo se estructuran, vinculan y manejan los diferentes tipos de decisiones y recursos para conducir adecuadamente el proceso innovador, […] y cómo se inserta el proyecto en la burocracia existente” (Aguerrondo, 2002: 85).

Finalmente, como viabilidad material, se debe identificar los recursos humanos, temporales y materiales con los que se conformó la coalición promotora en cada estado. En este punto es relevante reconocer a los actores que la coalición promotora logró agregar a sus filas, especialmente es necesario identificar si se integró a miembros de la supervisión escolar y autoridades estatales.

Como un factor que cruza estas viabilidades se encuentra la importancia de la supervisión escolar como objeto principal de la formación, cambios de prioridades, prácticas y organización propuestos en el Fogise. En consecuencia, es necesario examinar la capacidad del supervisor escolar para promover innovaciones.

Como ya se expuso, la supervisión escolar posee un capital político acumulado históricamente en su relación con la escuela, directores, docentes, autoridades, sindicatos y padres de familia. En el marco de una cultura educativa tradicional y de una forma de gobernar alejada de los principios de la gobernanza, esta figura tuvo la responsabilidad de realizar negociaciones, compromisos y cooperaciones que promovieron la gobernabilidad tradicional del sistema educativo mexicano. Es tal esta importancia política que, desde los años noventa, los hacedores de políticas educativas tomaron conciencia de que no se puede tener un impacto en las escuelas sin la supervisión escolar, aunque a nivel de acciones fueron poco acertados en cuanto a su incorporación e involucramiento. Al informar de esta problemática, el Fogise se consideraría un proyecto que invita a una evaluación crítica de elementos culturales arraigados; una evaluación necesaria para avanzar en el cambio cultural y político planteado (Rhodes, 2012: 40).

Desde el marco de las coaliciones defensoras, un proceso de evaluación de tal tipo se conoce como aprendizaje orientado a las políticas. Se trata de una estrategia de aprendizaje en la que se buscan “cambios relativamente duraderos de pensamiento o intenciones de comportamiento que resultan de experiencias y/o nueva información y que están relacionadas con el logro o revisión de objetivos políticos (Sabatier y Jenkins-Smith 1999, 123)” (Sabatier y Weible, 2007: 198). Aunque existe acuerdo en que esto es difícil de obtener, desde los estudios guiados por este enfoque se sostiene que esta estrategia de aprendizaje influiría en el nivel de las creencias normativas (Sabatier y Weible, 2007: 198).[45]

Al respecto, el Fogise cuenta con el valor agregado de que busca involucrar a los actores en el proceso de formación teórico-práctico que, además del diplomado, encuentra su continuidad en el trabajo que, se propone, se realice en los cede. Por ende, este modelo de aprendizaje es de largo plazo y altamente práctico, al mismo tiempo que se relaciona con los problemas cotidianos que ha de enfrentar la supervisión escolar (los cuales se retoman conceptualmente).

Al hacer énfasis en este proceso de formación y al rescatar el capital político del que dispone la supervisión escolar, una apuesta del Fogise consiste en constituirse en un aporte más en la dirección de cambiar la cultura educativa de la supervisión (o fortalecerla en los casos en que ya existe su apropiación), en aras de que la supervisión se transforme en una figura que irradie transformaciones culturales y políticas en el resto de los sistemas educativos estatales.

Esto significa que el supervisor (junto con otros agentes de la coalición promotora, como las autoridades y equipos estatales, etc.) sería responsable de un liderazgo político y cultural. Con el objetivo de subrayar esta doble faceta del liderazgo recurrimos al concepto de “líder político-cultural”.

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