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CAPÍTULO 6 Deber ser
ОглавлениеPoco a poco vamos creando juntas los caminos del darnos cuenta. Nadie puede transformarse si antes no se dispone a entender, a develar, a observar. Lleva tiempo y también dolor.
El programa del apuro te dirá que pierdes el tiempo porque ir lento significa, para el gran colectivo de automáticos ciegos caminantes, no producir. No producir significa quedar afuera de la manada. Y quedar afuera, al comienzo, se siente tenebroso.
Los programas son ideas, creencias que han estado presentes a lo largo de tu vida y que has internalizado como verdad porque así lo ha dicho tu padre, tu madre o tus abuelos, es decir, así lo han establecido las personas de “mayor rango”, como en la manada de lobos. Esos programas van definiendo los sí y los no para ti y tu vida.
Del mismo modo que los programas familiares, nucleares, existen también programas más amplios, culturales, sociales, institucionales, y uno de ellos es el programa de la productividad, atravesado por el tiempo y por el consumo. Este programa nos habla de las virtudes del hacer. Quien hace produce. Quien produce compra. Quien compra tiene. Quien tiene escala. Quien escala obtiene poder. Quien obtiene poder es admirado. Quien es admirado es. Entonces, no hacer, implicaría quedar fuera (game over) y afuera, expulsada como una loba solitaria.
El programa del deber ser nos ha mantenido muy distraídas, perdidas, alejadas de nuestra esencia. Sí, lo sé, aún no sabes cuál es tu esencia. No hay apuro, tenemos tiempo.
Poco a poco y juntas vamos armándonos de valor para abrir los ojos y comenzar a ver, asumiendo que hemos estado muy dormidas.
Deber ser o ser. Cuánta profundidad y cuánta incertidumbre en tan pocas palabras.
Deber ser buena
Deber ser educada
Deber ser ubicada
Deber ser trabajadora
Deber ser buena ama de casa
Deber ser madre
Deber ser excelente estudiante
Deber ser buena esposa
Deber ser calladita
Deber ser amable
Deber ser generosa
Deber ser tolerante
Deber ser buena hija
Deber ser seria
Deber ser sumisa
Porque no serlo ha significado para muchas mujeres a lo largo de la historia y de las diferentes culturas, la marca de la mala mujer.
Muchas valientes rebeldes y renegadas a esta lista de “deberes” han pagado con su cuerpo y con sus vidas. Todavía hoy dentro de los muros que silencian la violencia padecida, las mujeres siguen pagando con sus almas y con sus deseos el precio de canjear el deber por el ser.
Y como si no fuera suficiente, a la mujer que aún no se atreve a elegir su ser, a asumir su deseo, a la mujer que no puede recordar su poder, a la mujer que ha hecho carne el deber ser para otro, a esa mujer también se la hace pagar, en cuerpo y alma.
No tiembles, no se trata de que te conviertas, por citar un ejemplo, en Frida Kahlo, pintora mexicana mundialmente reconocida no solo por su magnífica y cautivante obra, sino por una vida atestada de dificultades, dolor físico y emocional, traiciones e infidelidades, en una época donde ser mujer y artista implicaban un claro acto revolucionario. A sus apenas seis años una despiadada poliomielitis la dejó postrada durante nueve meses. En plena adolescencia, padeció un accidente mientras viajaba en autobús. Este hecho marcaría una vez más su vida. Un cuerpo partido, dolorido e inmóvil no fue suficiente para que Frida se detuviese. Se alió al dolor, transformándolo en arte, su salvación. “Pinto autorretratos porque estoy sola a menudo y porque soy la persona que más conozco” afirmaría.
Las luchas por el ser comienzan a gestarse en las tímidas sensaciones de incomodidad dentro del deber ser, como ese quiebre que suena delicadamente anoticiando la muerte de la oruga y el nacimiento de la mariposa.
Oruga. Mariposa.
Dormida. Despierta.
Víctima. Guerrera.
Miedosa. Audaz.
Sola. En manada.
Sumisa. Atrevida.
Silenciosa. Presente.
Buena. Mala.
Suficientemente buena, suficientemente mala.
Libre.
Ser libre.
Te invito, en un acto de arrojo, a realizar el ejercicio de este capítulo, en esta página. ¡Te acompaño y creo en ti!