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CAPÍTULO 9 La víctima,
la salvadora,
la verdugo

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¿Alguna vez te has detenido a pensar en cómo te comportas cuando se presenta un problema en tu vida?

Los problemas generan muchas emociones y pensamientos incómodos, displacenteros, dolorosos. Un problema es una situación que irrumpe en nuestra comodidad cotidiana, esa que tenemos memorizada y que no implica ningún gasto extra de energía. Pero, quizás, estés pensando que esa comodidad ¡No es cómoda!

Los seres humanos, muchas veces, vivimos en una gran contradicción porque nos resulta muy fácil acomodarnos al lodo sucio y pestilente solo porque es el lugar conocido. Y más aún, esta situación es ridículamente segura para nuestro cerebro, a quien únicamente le interesa que lleguemos con vida al momento de irnos a dormir.

—Oye, no te distraigas, estabas hablando de los problemas.

¡Sí, claro! Retomemos. Decía que un problema irrumpe en nuestra vida y nos saca de un empujón de esa comodidad diciéndonos: ‘‘¿Y ahora? ¿Qué hacemos?’’. Nuestro cuerpo se eriza como un esclavo sumiso y resignado con las emociones que nos ponen en alerta. Peligro inminente, latidos acelerados, sudoración fría, respiración agitada, torbellino de pensamientos oscuros, miedo que nos hace sentir pequeñas como una hormiga.

—¡Urgente, rápido! —grita algo dentro de ti para que huyas de ese lugar en el que te ha colocado el problema.

Entonces, sin pensarlo, das una respuesta muy parecida a la que damos la gran mayoría de los mortales. Sí, es parecida en la forma, es decir, en el desde dónde respondemos.

Los problemas podrán ser diferentes, diversos, complejos, profundos, dolorosos o difíciles de resolver, pero el desde dónde se reduce a tres formas, ya sea aquí en Latinoamérica, en Australia, en la India o en Rusia, en este año como en el 1700 o el 100 a. C.

¡Sí, sé que estás intrigada! Tranquila, ahora te cuento un poco más.

Esas tres formas desde las que damos respuesta a la adversidad las conforman tres arquetipos que llamaremos víctima, salvador y verdugo.

¿Qué es un arquetipo?

Un arquetipo es un modelo de personalidad. Es una construcción social que nos mantiene como objetos frente a la vida, presas de respuestas automáticas inconscientes que hemos internalizado a lo largo de nuestro crecimiento.

¿Qué responde en nosotras?

La víctima no se hace responsable de su realidad. Todos los problemas que padece encuentran culpables en otra persona o en otra situación. Inconscientemente, la víctima asume ser objeto del otro.

¿Cómo reconocerla?

Soy víctima cuando culpo a los contextos económicos por mi falta de abundancia o prosperidad.

Soy víctima cuando culpo a mi pareja por mi infelicidad.

Soy víctima cuando culpo a mis padres por no haber recibido amor.

Soy víctima cuando culpo al malestar físico y/o mental que me limita.

Mientras te encuentres ubicada en este lugar no habrá respuesta saludable, porque la víctima no tiene posibilidad de crear y queda presa e inmóvil en su propia jaula.

La víctima no sabe usar el problema como desafío, como oportunidad. Siempre dirá que no puede y para justificar las razones de su no poder ¡es experta!

La víctima mantiene en deuda al otro. Busca hacerle pagar lo que en realidad crea ella misma

Por ello, desde la víctima jamás podrás hacer magia, porque la magia es para las virtuosas, y ser virtuosa es asumirte responsable al hacerte cargo de tu realidad.

El segundo arquetipo es la salvadora, ¿cómo la imaginan?

La salvadora asume que existe una víctima y que solo ella es la que sabe y tiene el poder de rescatarla. Pero, en realidad, la salvadora está diciendo “tú no puedes, no vales, por eso lo tengo que hacer por ti. No tienes fuerza suficiente para resolverlo, yo sí la tengo”.

¿Cuántas veces hemos pretendido salvar en nombre del amor cuando, en verdad y de manera inconsciente, buscamos alimentar nuestro ego?

La salvadora sufre por el porvenir de la víctima y desde ese sufrimiento tratará de imponer su verdad, intentará a toda costa indicar lo que la víctima tiene que hacer.

“Yo lo haré por ti, tranquila, yo me encargo, yo sé, yo soy tu salvadora”, presumirá, sacando pecho y mirando desde arriba, emulando una falsa divinidad. De esta manera, la salvadora te deja en deuda: “Recuerda que soy tu salvadora, por tanto, tú me debes” (dinero, felicidad, tiempo, amor, etc.).

Pero, por supuesto, la víctima no quiere dejar de ser víctima, y por ello, la salvadora jamás verá satisfecho su rescate. Será traicionada sistemáticamente, agotándose. Una tarea titánica y estéril para quien encarne este arquetipo.

¿Y el verdugo? ¿Qué hará?

El verdugo es el que ataca todo lo que cree que es incorrecto. Si te considero incorrecta, te ataco. Si eres diferente y eso molesta o da miedo, te ataco. El verdugo es presa de la ira que siente por el comportamiento del otro. El verdugo ataca primero porque, en verdad, siente miedo de ser atacado. Se adelanta y se jacta de su poder. Les cuento un secreto: el verdugo es una víctima disfrazada.

Observen detenidamente y se encontrarán todo el tiempo con estos arquetipos en personas amadas, en amigos, en el trabajo, incluso en ustedes mismas. Cuando vean alguna película o lean una novela, encontrarán siempre un verdugo, una víctima y un salvador.

Es muy importante poder reconocer los arquetipos, porque si no lo hacemos, jamás seremos conscientes, libres y creadoras de nuestra realidad.

Entonces, ¿cómo respondemos frente a los problemas que vivimos?

Puede que tengamos estos tres arquetipos activos en nosotras, pero, en general, tenemos alguno con el que más nos identificamos. Si nos atrevemos a observarnos, descubriremos, no sin asombro, cuán encarnados están en nuestras respuestas automáticas la víctima, la salvadora, la verdugo.

¿Los reconoces? No te asustes, ver suele dar miedo. Te invito a realizar el ejercicio de esta página.

Brota

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