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Generosa, bella y dichosa

… Ella será la madre de todas las naciones.

Génesis, 17:16

La esencia de la feminidad es ser generosa, bella y dichosa. El embarazo es un regalo que te libera y te permite conocer tu verdadera naturaleza. Según el kundalini yoga cuando una mujer se conoce y se ama a sí misma, irradia hacia el exterior y decimos que es hermosa. Cuando, además, siente compasión no solo por los demás, sino por sí misma, decimos que es generosa. Y, por último, cuando experimenta la inmensidad de su poder y toma conciencia de lo que es capaz de lograr, pasa a ser dichosa.

Todo lo que está vivo en el Universo procede del yoni, el útero femenino, la gran fuerza creativa del Universo. Cuando uno lo piensa, es sorprendente. Recuerdo que en una ocasión iba paseando por una calle de Los Ángeles después de saber que estaba embarazada, y miraba a los transeúntes que se cruzaban conmigo como si fuese la primera vez que veía un rostro humano. Los había de todo tipo: jóvenes, adultos y ancianos, hombres, mujeres, adolescentes, niños, bebés, altos y bajos, algunos con ojos rasgados y otros con ojos redondos, algunos me miraban y otros bajaban los ojos al pasar a mi lado, los había con la piel morena, negra y suave o tan blanca que parecía que el sol se reflejase en ellos. Todos eran una auténtica maravilla para mí. Abracé mi vientre y pensé en las células que se dividían sin cesar en aquel preciso instante en mi cuerpo, mientras yo bajaba por aquella calle. Comprendí que todos aquellos seres humanos que ahora veía tenían el mismo origen: un espermatozoide en contacto con un óvulo dentro del cuerpo de una mujer. Es un hecho cotidiano, pero, cuando te ocurre a ti, te parece el acontecimiento más extraordinario del mundo.

Nuestros hijos surgen en el único lugar de nuestro cuerpo en el que podrían hacerlo: en el centro, en el lugar desde el que irradia el chi, la energía vital. El ombligo es la sede del tercer chakra, que es el centro del compromiso. Nuestros hijos se nutren de esa energía, que es la que los sostiene, y se convierten en el sol, el centro del Universo de sus madres. Es perfecto.

Es posible que algunas de vosotras leáis esto y penséis: «Sí, sé exactamente a qué se refiere». Pero otras levantarán los ojos y dirán: «¿Pero de qué me habla? ¡A mí me ha invadido un alien y no me gusta nada!». Créeme si te digo que, aunque no lo sientas ahora, puedes llegar a hacerlo. Depende mucho de que restablezcas el contacto contigo misma, con tus sentimientos y con tu cuerpo —o que lo hagas por primera vez—. Luego, cada vez confiarás más y más en esa sabiduría interior.

En uno de los veranos que pasé en el ashram de Nuevo México, las mujeres nos reuníamos de madrugada, antes del alba, en un montículo orientado al este para ver cómo el sol emergía con su dorada luz sobre la ancha cadena formada por las montañas Sangre de Cristo. Quien haya visto salir el sol en Nuevo México tendrá claro por qué a esa región la llaman la Tierra del encanto. El aire estaba impregnado del dulce olor de los piñones, el cielo se mostraba tan cercano y claro que parecía que bastaba con levantar el brazo para llenarse las manos de azul. Permanecíamos allí, sentadas, treinta y un minutos, con la mano derecha extendida con la palma mirando hacia abajo, formando un ángulo de sesenta grados con respecto al horizonte. La mano izquierda estaba sobre la rodilla, en gyan mudra, es decir, con el pulgar tocando el índice y el resto de dedos estirados. Recitábamos al unísono este mantra para tomar conciencia y sentir en cada fibra de nuestro ser que formábamos parte de la fuerza creativa del Universo:

Yo soy la luz de mi alma.

Soy generosa,

hermosa

y dichosa.

Yo soy, YO SOY


Aunque se trata de palabras sencillas, tienen un efecto muy poderoso cuando se dicen de corazón y se aceptan como la verdad sobre quienes somos.

A medida que avance tu embarazo, oirás hablar con frecuencia de la «preparación para el parto». El problema de la mayoría de las técnicas de preparación es que insisten en plantear el parto como algo mucho más previsible de lo que, en realidad, es. Al hacer hincapié en la relevancia de las técnicas para reducir el dolor, estamos enviando el mensaje de que si una alumna es aplicada y sigue con atención los cursos de preparación, es decir, si obtiene un «sobresaliente», podrá controlar la situación cuando llegue la hora de dar a luz a su hijo. Pero lo cierto es que un parto constituye algo, por naturaleza, impredecible y escapa a nuestros mejores intentos de control. Con frecuencia, a nuestras clases vienen madres que esperan sus segundos hijos y buscan un nuevo enfoque del embarazo. Una de las frases que más veces oigo repetirse en boca de las madres es: «¡No tenía ni idea de que iba a ser así!». Muchas mujeres llegan al parto mal preparadas para las intensas y abrumadoras sensaciones que lo acompañan. Entonces, se apodera de su mente el pánico y piden que les pongan la epidural ¡cuanto antes!

¿Qué puedes hacer para no perder los nervios? Empieza por cultivar un estado de equilibrio. El yoga y la meditación ayudan a mantenerte centrada y fuerte tanto en el plano físico como en el mental; equilibra tu sistema glandular, tu cerebro, tu sistema circulatorio, tus hormonas y eleva tu ánimo. El yoga te ayuda a desarrollar la ecuanimidad necesaria para vivir el embarazo y llegar preparada al siguiente capítulo de tu vida: la maternidad.

Honra tu condición de mujer

Practica la meditación para ser generosa, hermosa y dichosa antes descrita. Si no puedes al aire libre, busca un lugar tranquilo en tu casa donde nadie te moleste, enciende una vela y siéntate mirando hacia el Este, donde nace cada nuevo día. ¡Proclama ante ti, ante tu bebé, ante tu creador y ante el mundo entero que eres la luz de tu alma! Escucha tus palabras. Puedes gritar o susurrar según te apetezca. Repite el ejercicio de tres a once minutos, con el brazo estirado todo el tiempo.

Yo soy la luz de mi alma.

Soy generosa,

hermosa

y dichosa.

Yo soy. YO SOY.

Kundalini yoga para embarazadas

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