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PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN EN INGLÉS
ОглавлениеChester Barnard
El profesor Simon nos proporciona en este libro una contribución importante a la ciencia social relativa a la organización formal y a la Administración. Como dice en el prefacio, su objetivo es construir un juego de herramientas –un juego de conceptos y un vocabulario– que sean útiles para describir la organización y la manera de trabajar en una organización administrativa. Su interés se centra, primordialmente, en el campo de la administración pública, pero, con objeto de realizar su propósito de una manera adecuada, ha tomado en cuenta la experiencia de otras clases de organizaciones formales, tales como las organizaciones militares, comerciales, industriales, y las privadas que no buscan un beneficio material. Esto hace que sus conclusiones resulten de aplicación general y que su trabajo sea útil para describir el comportamiento administrativo en todos los tipos de organizaciones.
Por muy útil que pueda ser este juego de herramientas para fines científicos, el valor principal que tiene la exposición del profesor Simon para el lector en general y para los hombres de negocios está en la claridad, comprensión y generalidad con que describe la organización, los procesos ejecutivos, la naturaleza de la decisión y los elementos de valor y de hecho implicados en las decisiones. Su éxito a este respecto es trascendente. Yo he tenido una larga experiencia como ejecutivo en organizaciones de negocios gubernamentales y privadas sin fines de lucro, y este libro reproduce lo que he comprobado que es común a todas y lo que, en este sentido, es esencial a toda organización y administración. Posee la “sensibilidad” exacta. Esto significa que la manera en que el profesor Simon percibe la estructura de la acción organizada está de acuerdo con mi experiencia. Por eso yo la considero acertada y, aun cuando no sea siempre completa o exhaustiva, creo que quienes comprendan esta estructura la encontrarán provechosa y no los conducirá a error. Para aquellos que tienen poca experiencia y conocimiento de la organización, el tratamiento que el profesor Simon le imprime al tema resultará esclarecedor y debería liberarlos de muchas nociones falsas que son corrientes, por ejemplo, acerca del “poder”, de la autoridad y de los incentivos. Esto resulta, por sí mismo, un importante servicio.
Pero la generalidad lograda trae como consecuencia que las conclusiones sean muy abstractas. A pesar de que el estilo del profesor Simon resulta sencillo y que proporciona muchos ejemplos concretos, el carácter forzosamente abstracto del tratado nos lleva a agregar unas pocas observaciones sobre la función de una obra de esta clase para los hombres de negocios que diariamente se enfrentan con situaciones concretas.
He creído conveniente reconocer tres niveles completamente distintos de experiencia y de conocimiento de las organizaciones. El primero es el nivel del comportamiento concreto en situaciones específicas. Aquí, el comportamiento es, en gran parte, habitual y responde y se adapta inconscientemente; si no fuera así, la verdad es que tal comportamiento cambiaría y resultaría ineficaz. En este nivel la experiencia es el maestro, y lo que nosotros adquirimos, más que conocimientos, es “saber hacer”. Además, podemos tener tantas esperanzas de gobernar dicho comportamiento mediante el conocimiento de los libros como de controlar nuestras funciones corporales por medio de la lectura de la fisiología. Desde luego, lo que tiene lugar en este nivel de experiencia es un campo apropiado para el estudio y tal estudio es útil para los propósitos científicos y para la diagnosis, la terapéutica y la prevención. El profesor Simon indica esto cuando trata de la organización no formal, un ejemplo de este nivel de experiencia organizativa.
El segundo nivel de experiencia es el de la práctica de la organización específica. Al decir esto me refiero a las líneas de organización, las políticas imperantes, las reglas y las reglamentaciones, los sistemas de comportamiento, etc., dentro de una organización específica. A pesar de que una gran parte de todo ello se recoge por escrito en cualquier organización y puede ser estudiado, queda mucho como “ley no escrita” que puede aprenderse, principalmente por la observación profunda y la experiencia. No hay duda de que, en ocasiones, la experiencia y el conocimiento generales capacitan a ciertos individuos para comportarse con eficacia en tales organizaciones específicas, sobre todo si se ven apoyados por personas que disponen de una larga experiencia específica en la organización. Pero, en general, solo puede adquirirse un conocimiento efectivo del trabajo de una organización específica trabajando dentro de esta. No podemos esperar que los individuos tengan una comprensión del comportamiento competente de estas organizaciones específicas como no sea desarrollando sus carreras dentro de ellas.
Corresponde hacer aquí dos observaciones generales. Una es que toda organización dispone de un lenguaje organizacional propio y es preciso aprender su uso y significado. La otra es que el comportamiento adolece, a menudo, de falta de coherencia con el lenguaje empleado para describirlo. Por ejemplo, creo que, en la mayoría de las buenas organizaciones administrativas, el comportamiento está en consonancia con la teoría de la autoridad, tal como lo expone el profesor Simon; pero los principios de la autoridad, tal como se expresan en dichas organizaciones, son habitualmente más bien legalistas y carecen de coherencia con el comportamiento. El daño que nace de semejante estado de cosas lo produce menos la falta de comprensión, por causa de una exposición errónea, que la tentativa frecuente de regir el comportamiento sobre la base de una falsa filosofía.
El conocimiento de una ciencia de la organización y de la administración nunca puede ser sustituto de la experiencia concreta dentro de una organización específica. La utilidad que los conocimientos más generales tienen para los directivos de una organización procede de la comprensión racional que les da el comportamiento, la cual está basada, principalmente, en la prueba y error, es decir, en la experiencia repetida. Su uso práctico inmediato es limitado; su valor último es grande porque agudiza la observación, evita el olvido de factores importantes, proporciona las ventajas de un lenguaje más general y reduce la incoherencia entre el comportamiento y su descripción verbal.
El tercer nivel de conocimientos es, desde luego, el único que se ilustra en este libro. No diré de él nada más. Pero ¿qué es lo que justifica la creencia de que puede alcanzarse un conocimiento general del comportamiento o de la organización administrativa? El profesor Simon no ha demostrado esto, ni lo han demostrado otras personas que han trabajado en este campo. Nos limitamos a afirmarlo o a darlo por supuesto. Yo sólo puedo exponer brevemente la base de mi creencia. Las abstracciones del profesor Simon me han parecido sólidas, porque expresan aspectos de mi propia experiencia, en una extensa variedad de condiciones. Luego me describe un problema que yo he encontrado un centenar de veces, pero nunca en una Universidad. Escucho al comandante general del Cuerpo de Transportes Aéreos que pronuncia una conferencia sobre los problemas de organización de este Cuerpo. Nunca he tenido experiencia militar; es poco lo que he leído acerca de la organización militar y, sin embargo, la comprendo casi perfectamente. Pronuncio una conferencia, mal titulada “Los Principios de Organización”, en la Escuela de Aviación. Las preguntas y la discusión que se producen durante la hora siguiente indican que me he hecho entender bastante bien. Tal experiencia sirve de base a la creencia de que es posible distinguir, en una gran variedad de organizaciones, los principios abstractos de la estructura y, en último término, establecer los de la organización general.